Lo que está ocurriendo el día de hoy es histórico. A pesar de los esfuerzos que se han hecho en años previos, es la primera vez que el llamado a un paro nacional ha permeado en prácticamente todos los espacios de la vida pública.


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Aún no sabemos los alcances que esto tendrá, pero lo que sí puede sostenerse es que ha puesto en el centro del debate nacional la agenda de los derechos de las mujeres y la urgencia y carácter prioritario que tiene erradicar las violencias en su contra.

Hoy, 9 de marzo, lo deseable sería escuchar al presidente López Obrador reconocer que lo hecho hasta ahora es insuficiente; que las coordenadas y contradicciones del país que lo eligió se han modificado y profundizado de manera radical; y que está en su voluntad y compromiso adecuar a su gobierno para responder a este giro fundamental en la conciencia nacional, a favor de la igualdad. Es necesario que el Presidente reconozca la magnitud de lo que ocurre, porque, de otro modo, en la dimensión administrativa poco habrá de moverse y articularse.

Será importante saber, en los próximos días, si el Presidente está dispuesto a escuchar y modificar su posición en distintos temas; tener claridad de cómo procesó las demandas de las marchas y el paro, y cuáles de esas demandas son las que tienen mayor capacidad para cohesionar la acción del gobierno y generar respuestas inmediatas; reducir la polarización y, sobre todo, en un gobierno de “un solo hombre”, cómo se redefinen las prioridades para avanzar decididamente hacia una sociedad de auténtica igualdad.

El gobierno enfrentará, en ese sentido, un reto mayor en lo que resta de la administración, pues luego de la innecesaria e incomprensible confrontación que abrió el titular del Ejecutivo en contra de las organizaciones feministas, lo más difícil será recuperar la credibilidad que se ha perdido.

Frente a lo anterior, se extraña una postura mucho más afirmativa del Presidente en demandas como la relativa a reconstruir la red nacional de refugios; la de generar una nueva estructura de guarderías del Estado para la protección y cuidado de la niñez; y sin duda, saldar la deuda histórica en los ámbitos de la procuración e impartición de justicia.

A partir de hoy, el gobierno de la República no puede omitir revisar sus políticas, y esto implica desde una red institucional de atención a mujeres víctimas de violencia hasta una poderosa estructura del Estado mexicano para el cuidado y protección de las niñas y los niños.

De no actuar de inmediato, se corre el riesgo de un desencanto profundo con la propuesta de una cuarta transformación del país, porque el enojo es con un Estado autoritario y patriarcal que no sólo no ha erradicado la violencia contra las mujeres, sino que ha funcionado como reproductor y hasta generador de la misma.

El gobierno de la República debe iniciar un proceso serio de revisión del grado de cumplimiento de la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, y la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia; y con base en un diagnóstico serio, reconducir todas las decisiones de la administración para construir un nuevo país, donde no sólo se erradique la intolerable violencia machista y misógina, sino, sobre todo, garantizar la no repetición, lo cual implica una nueva sociedad igualitaria y respetuosa de los derechos de todas y de todos.

Los días de ayer y de hoy se ha desplegado una intensa, inmensa, energía social que debe aprovecharse como motor y detonante de la transformación cultural que requiere el país. Y es que en el gobierno de la República debe comprenderse que para combatir la desigualdad entre mujeres y hombres, es necesario ir mucho más allá del combate a la corrupción, e impulsar una transformación estructural del Estado.

El día de hoy constituye un parteaguas histórico que no debemos desaprovechar, y la lección que debe aprenderse, pero sobre todo la oportunidad que no puede desaprovecharse, es la de construir un país de iguales; de seguridad, justicia y dignidad para todas y todos. Nunca más un país sin ellas y nunca más un país injusto, desigual y violento contra las niñas y las mujeres.

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