por Adela Cortina
El sector económico es el que está obligado a crear riqueza para todos los seres humanos, y una riqueza de calidad.
Como decía mi buen amigo Aurelio Martínez, es un verdadero fracaso de la economía que una gran parte de la humanidad se esté muriendo de hambre; la economía no está libre de valores, sino que tiene como meta la de crear riqueza para todos los seres humanos, y una economía que no lo consigue es, como tal ciencia económica, un fracaso. Por eso no hay que decir que el sector político y el sector económico van cada uno a su marcha, generando un conjunto de desgraciados, marginados, excluidos, que caen como una especie de pozo sin fondo, y allí vienen los voluntarios, gentes de buen corazón, gentes con una cierta moralina, buenas personas que recogen los deshechos.
No es así: el poder político tiene que hacer su tarea, el poder económico ha de generar riqueza para todos los seres humanos y no generar exclusión, y por eso las empresas han de recuperar la dimensión ética que le es propia, desde dentro. Con esta orientación creamos la fundación ÉTNOR, de la que soy directora, con la intención de elevar la moral de las empresas desde dentro, con esa orientación escribimos un grupo de investigación Ética de la empresa y dediqué a la empresa un capítulo en Ciudadanos del Mundo: con la meta de remoralizar las empresas desde dentro e impedir que los sectores primero y segundo vayan creando marginados, que después acoge la buena gente. No es eso: cada uno ha de hacer su tarea. Pero también ha de hacerla ese amplio sector al que se llama el Sector del Voluntariado, el Sector Social, el de la Solidaridad. ¿Y en qué consiste esa tarea? Tal vez sea bueno que lo recordemos juntos en esta oportunidad.
Mucha gente piensa que si el poder político y el económico funcionaran como deberían, entonces los voluntarios se harían superfluos. Y, sin embargo, sabemos que los voluntarios jamás serán superfluos, es más, que el próximo milenio será el del voluntariado, cuyo oficio consiste, entre otras cosas, en recordar a los otros dos poderes cómo tienen que realizar su tarea, espoleándoles para ello. Pero no sólo eso.
En occidente hemos trazado nuestra idea de justicia desde la idea de los derechos y los deberes. Hablamos de derechos humanos y preguntamos a quién corresponde el deber de protegerlos. Pero ocurre que hay un conjunto de obligaciones que no son deberes porque no corresponden a derechos. Decía Charles Taylor que cuando se habla de derechos nos referimos a unas capacidades de los seres humanos que hasta tal punto nos parece que tienen que ser protegidas, porque son indispensables para llevar una vida verdaderamente humana, que decimos que tienen derecho a desarrollarlas. Pero, en primer lugar, para que esos derechos se protejan no basta los otros dos poderes (el político y el económico), sino que hace falta ese sector de las gentes que hacen las cosas y que ejercen la solidaridad porque les da la real gana, porque son voluntarios, porque quieren, porque les sale del fondo del corazón, y porque hablan desde la sobreabundancia de su corazón.
Porque quieren realizar la justicia, no por coacción, no por sanción, sino porque les sale del fondo.
Adela CortinaCatedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia (España)
Texto publicado con autorización del Centro de Colaboraciones Solidarias.
Texto publicado con autorización del Centro de Colaboraciones Solidarias