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“Nocturna mosca”, por Aurelio Asiain

mosca

Con perdón de Xavier Villaurrutia


Yo también hablo de la mosca.
Pero mi mosca no es la mosca fría
ni la de piel de niño,
ni la mosca que gira
tan lentamente que su movimiento
es una misteriosa forma de la quietud.

No es la mosca sedienta,
ni la sangrante llaga,
ni la mosca coronada de espinas,
ni la mosca de la resurrección.

No es la mosca de pétalos desnudos,
ni la mosca encerada,
ni la llama de seda,
ni tampoco la mosca llamarada.

No es la mosca veleta,
ni la ulcera secreta,
ni la mosca puntual que da la hora,
ni la brújula mosca marinera.

No, no es la mosca mosca
sino la mosca increada,
la sumergida mosca,
la nocturna,
la mosca inmaterial,
la mosca hueca.

Es la mosca del tacto en las tinieblas,
es la mosca que avanza enardecida,
la mosca de moscadas uñas,
la mosca yema de los dedos ávidos,
la mosca digital
la mosca ciega.

Es la mosca moldura del oído,
la mosca oreja,
la espiral del ruido,
la mosca concha siempre abandonada
en la más alta espuma de la almohada.

Es la mosca encarnada de la boca,
la mosca que habla despierta
como si estuviera dormida.

Es la mosca entreabierta
de la que mana sombra,
la mosca entrañaque se pliega y expande
evocada, invocada, abocada,
es la mosca labial,
la mosca herida.

Es la mosca que abre los parpados,
la mosca vigilante, desvelada,
la mosca del insomnio desojada.

Es la mosca del humo,
la mosca de ceniza,
la negra mosca de carbón diamante
que silenciosa horada las tinieblas
y no ocupa lugar en el espacio.

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Este poema se reproduce del blog del autor, con su autorización expresa.

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