Son las ocho de la noche y Rosalía* todavía lleva el uniforme con el que salió a trabajar muy temprano en la mañana. Mueve los dedos con rapidez sobre la pantalla del celular para comunicarse con sus dos hijas, lo que hace casi de forma permanente, inquieta por saber cómo están. Una preocupación que aumentó desde que Nora, la mayor, fue víctima de la agresión sexual de un familiar.
Nora: sin justicia por no resistirse ‘lo suficiente’ a agresión sexual

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