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Nosotros, mexicanos

¿Qué es ser mexicanos? Esta interrogante ha acompañado a la conformación de nuestro Estado-Nación por más de dos centurias, y en el trayecto se han brindado toda suerte de respuestas que intentan homogeneizar, de cierto modo, lo que implica responder esta pregunta.

Puedes seguir a la autora Andrea Samaniego Sánchez  @Samaniego_And

Si hacemos una revisión a las distintas constituciones que se hicieron y juraron durante el siglo XIX se puede observar que todas hacen referencia que el ser mexicano es una potestad adquirida por el principio Ius sanguinis, es decir: nacer de padre o madre Mexicana le confiere al hijo esta nacionalidad.

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Sin embargo, más allá de ser hijo o hija de una madre o padre mexicano tal como establece la actual Constitución, parecería que ser mexicano es una condición que trasciende el estatuto legal. A ello mismo hicieron referencia Samuel Ramos, Octavio Paz, Roger Bartra, Guillermo Bonfil Batalla solo por mencionar a algunos de los autores que trabajaron sobre la mexicanidad.

A esto habría que apuntar está condición, el ser mexicano, no debería ser alusiva a ciertas características típicas como el idioma, orígenes, religión o costumbres, dada la gran diversidad de las mismas en nuestro territorio, de lo contrario correríamos el riesgo de excluir miembros de nuestro Estado producto de esta definición.

Esto no deja de ser complejo, pues en una vertiente nacional lo que se busca es crear imaginarios colectivos, una historia en común, horizontes de significado similares dentro de todos los que conforman a esta organización jurídico-política, para conseguir cohesión y unidad en caso de una agresión externa o, que, desde el interior, se intenten erosionar los valores que se consideran primordiales para ese Estado.

Sin embargo, cada vez es más complejo aludir a una construcción cultural homogénea para definir a un Estado, principalmente porque estas construcciones al tratar de definir esencialmente a una población dejan de lado a otros colectivos o miembros a los que se les excluye; esto ocurrió cuando en el periodo posrevolucionario se construyó la idea que el mexicano era producto del sincretismo entre el indígena y el español, aquel que no fuera parte de ese mestizaje ¿qué era? ¿dónde quedaba en el discurso oficial y con ello en las prácticas gubernamentales por la inclusión y reconocimiento?

Habría que pensarnos cada vez de forma más compleja, considerando todas estas diferenciaciones: religiosas, étnicas, lingüísticas, gastronómicas, por mencionar sólo algunas, a riesgo de que esta diferenciación sólo permita designarnos como mexicanas y mexicanos únicamente por lo que plantea la Constitución: haber nacido en el territorio o ser hijo o hija de madre y padre mexicanos.

Por ello, se deben establecer elementos que nos permitan cohesionarnos dentro de las diferencias, pues si se parte de este reconocimiento entonces estaremos preparados para hacer frente a uno de los nuevos desafíos que se presenta en el siglo: el ultranacionalismo, que al contrario de lo expuesto busca definir, de forma simple a aquello que distingue a una Nación de otra, generando nuevos discursos de odio y exclusión.

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