Escrito por 12:00 am Especial, Revistas

Noviembre 2012

por Mario Luis Fuentes

La malnutrición, en sus dos principales caras, está generando miles de muertes anuales en el país. La diabetes, la hipertensión arterial y la desnutrición provocan cada año aproximadamente 120 mil decesos, es decir, prácticamente una de cada cinco muertes que se registran en México tienen  como causa alguno de estos padecimientos.


La malnutrición, en sus dos principales caras, está generando miles de muertes anuales en el país. La diabetes, la hipertensión arterial y la desnutrición provocan cada año aproximadamente 120 mil decesos, es decir, prácticamente una de cada cinco muertes que se registran en México tienen  como causa alguno de estos padecimientos.

En el caso de la desnutrición, no sólo es la cifra -8,500 decesos anuales-, sino las causas de esa cifra lo que llama a la indignación y a la consternación, pues tal dato no es sino el resultado de condiciones profundas de desigualdad y pobreza que privan en todo el país y que mantienen en el límite de la existencia a cientos de miles de personas.

De acuerdo con los anuarios de morbilidad de la Secretaría de Salud, cada año se enferman alrededor de 120 mil personas a causa de la desnutrición, en sus diferentes grados y niveles; mientras que más de 420 mil lo hacen de diabetes melliuts, además de casi 60 mil casos anuales de enfermedades isquémicas del corazón.

Lo anterior, en un contexto en el cual los hábitos alimenticios de la población son cada vez más precarios, sí por la falta de una cultura de la salud y la prevención de las enfermedades; pero también por la carencia de espacios urbanos amigables que permitan el traslado eficiente de las personas; y sobre todo, por el déficit de una oferta tanto pública como privada que garantice la disponibilidad de alimentos sanos e inocuos, en todo momento, para la población.

El resultado es una salud precaria y la expansión de causas de morbilidad relacionadas precisamente con esta problemática; de acuerdo con la Secretaría de Salud, cada año se registran al menos 1.56 millones de casos de úlceras, gastritis y duodenitis.

Si este panorama nos habla de la enorme fractura que hay en el sistema institucional y de las políticas públicas, a ello debe agregarse que las niñas, niños y adolescentes comienzan a enfrentar padecimientos como los mencionados, condenándolos a desarrollar en edades muy tempranas padecimientos de tipo crónico.

Por ejemplo, sorprende que la quinta causa de enfermedad de la población de 10 a 14 años de edad en nuestro país sea precisamente la gastritis, de la cual se registran más de 80 mil casos al año. Y para el grupo de población de 15 a 19 años de edad, la gastritis ocupa el cuarto lugar dentro de las principales causas de enfermedad, con más de 128 mil casos anuales, y una vez más, la peor noticia se encuentra en el hecho de que los datos muestran una tendencia creciente.

Debe destacarse que dentro de las principales 20 causas de enfermedad para el grupo de edad señalado, se encuentra también la intoxicación aguda por el consumo de alcohol, lo cual es un reflejo no sólo de los hábitos de consumo alimenticios, sino de los hábitos de uso y abuso de sustancias adictivas que, en el caso del alcohol, está asociado a los señalados padecimientos: diabetes, enfermedades metabólicas, obesidad e hipertensión.

Al respecto debe decirse que no hay sistema de salud ni finanzas públicas, bajo ningún modelo de desarrollo, que permitan soportar los gastos que ya pesan sobre el gasto público destinado a la atención de estas enfermedades, y sobre todo, el gasto público que deberá erogarse en los siguientes 10 años, de continuar las tendencias actuales.

Lo que debe entenderse es que aun cuando se habla desde la perspectiva de salud, lo que los datos de morbilidad y mortalidad nos están indicando es la urgencia de transformar el voraz modelo de desarrollo vigente, el cual se sustenta en un consumismo absurdo de todo, todo el tiempo, en medio de mares de pobreza y desigualdad.

México ocupa hoy el primer lugar mundial en obesidad infantil y juvenil; por lo que en unos cuantos años, miles de quienes hoy tienen entre 5 y 9 años, enfrentarán la realidad de padecer diabetes a muy corta edad; frente a tales datos y ante el pernicioso modelo de desarrollo que hemos asumido, la pregunta más elemental, y por ello quizá la más importante, consiste en cuestionar ¿qué hemos hecho?

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