Los almuerzos que se proporcionan gratuitamente en las escuelas contribuyen a mejorar la nutrición infantil; sin embargo, a causa de la pandemia, millones de niñas y niños dejaron de recibirlos.
El cierre de las escuelas en 199 países para contener la pandemia de COVID-19 tuvo como resultado, entre otros problemas de rezago educativo, que al menos 370 millones de niños no tuvieran acceso a su principal comida del día.
El estudio del Programa Mundial de Alimentos (PMA), titulado “El estado mundial de la alimentación escolar”, señala que antes de la crisis, la cantidad de niños beneficiados con los desayunos escolares era el mayor de la historia: según la ONU, de 2013 a 2020 la cantidad de niños que recibían almuerzos escolares había incrementado 36% en los países de renta baja y un 9% en la media global.
“Durante ese periodo, la alimentación escolar llegó a ser la red de seguridad social más extensa del mundo. (…) Sin embargo, 199 países cerraron sus escuelas para abril, dejando súbitamente a 370 millones de niños sin un almuerzo que era, para mucho de ellos, su única comida nutritiva o, en ocasiones, su único alimento del día”, lamenta Naciones Unidas.
Antes de la pandemia, 388 millones de niños, uno de cada dos alumnos, recibían este alimento todos los días en su escuela.
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De acuerdo con el organismo, esta situación amenaza con revertir una década de progreso importante en la nutrición infantil, lo que impactará directamente en su desarrollo, principalmente en el caso de la infancia que vive en mayores condiciones de pobreza y vulnerabilidad.
“Las comidas escolares tienen un gran efecto positivo en la vida de los niños de familias pobres ya que evitan el hambre, apoyan la salud a largo plazo y ayudan en el aprendizaje”, señala el PMA.
Esta primera comida, por lo tanto, se ha convertido en un factor determinante para los niños de muchas comunidades, e incluso de países enteros, al punto de que el documento advierte una situación alarmante: el futuro de millones de niños, principalmente los más vulnerables, podría destruirse.
“Esa comida al día es a menudo la razón por la que los niños hambrientos van a la escuela. También es un incentivo que garantiza que regresarán a clases cuando se levante esa contingencia”, afirmó recientemente David Beasley, director del Programa.
Beasley fue enfático al señalar que ningún niño debería ir a la escuela con hambre o, peor aún, que no vaya a la escuela en absoluto.
Frente a ello, el Programa hace un llamado a la acción global, a fin de recuperar los niveles de la distribución de almuerzos escolares previos a la pandemia, e incluso ampliarlos, para que lleguen a 73 millones de niños vulnerables que incluso desde antes requerían de esta asistencia alimentaria.
Aunado a los beneficios en materia de nutrición infantil, estos almuerzos escolares impulsan las economías locales cuando los alimentos se compran en la propia comunidad, señala el informe.
“También apoyan a la agricultura y fortalecen los sistemas alimentarios locales al propiciar una demanda de víveres más nutritivos y variados.Por si fuera poco, estos programas generan 1668 empleos por cada 100 mil niños alimentados”.
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