Existe un componente genético que puede detonar la obesidad; sin embargo, únicamente del 20% al 40% de la propensión a la obesidad es genética. Lo demás, el mayor porcentaje, depende del equilibrio energético entre la alimentación y la actividad física.
“Nosotros podemos tener la susceptibilidad a desarrollar obesidad, pero no quiere decir que estemos condenados a ser obesos. Sin embargo, una buena dieta y ejercicio, pueden ayudar a controlar el aumento de peso”, señala un artículo publicado en la Gaceta UNAM.
En este sentido, existen dos tipos de obesidad relacionados con la carga genética de las personas: la monogénica y la poligénica.
La obesidad monogénica, es definida como aquella en la que se presentan mutaciones poco frecuentes en los genes encargados de regular la balanza energética, como el receptor a la melanocortina (MC4R) o a la leptina, entre otros. Sin embargo,esto solamente se presenta en el 5% de los casos de obesidad, señala Ruth Gutiérrez Aguilar, de la Facultad de Medicina, en el artículo de la gaceta.
Según explica la doctora Gutiérrez, la melanocortina está relacionada con la hiperfagia, que es el deseo de seguir comiendo, mientras que la leptina se encarga de regular la balanza energética, provocando saciedad.
“Por lo tanto, cuando hay una mutación en estos genes, esas señales ‘no llegan’ al hipotálamo y entonces éste ya no puede ayudarnos a regular la balanza energética, y uno sigue ‘comiendo y comiendo'”, explica la doctora
La obesidad poligénica se presenta cuando varios genes dan susceptibilidad a desarrollar la enfermedad. A diferencia de las mutaciones, es más frecuente, ya que, de acuerdo con Gutiérrez, existen alrededor de 200 variantes genéticas o polimorfismos (cambio de nucleótido en el DNA).
“La obesidad común o poligénica se debe a estas variantes en los alelos materno o paterno, que sí son frecuentes, y que nos dan susceptibilidad a desarrollar la enfermedad”.
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