México ha planteado ante la comunidad internacional la intención de participar en la construcción de una nueva estructura y dinámica de las Naciones Unidas, como el principal órgano de acuerdo e interlocución entre los Estados nacionales, con el propósito de promover una nueva lógica de prosperidad y desarrollo global.
Lo anterior implica una dinámica doble de nuestras instituciones, que se resume en la multicitada frase de “pensar en lo global, actuando desde lo local”; lograrlo implica no sólo audacia en el planteamiento, sino sobre todo en las decisiones que se construyen en el día a día para darle viabilidad a una posición de liderazgo internacional a nuestro país.
La interconexión, la interdependencia y la incesante interacción entre los países son conceptos que reflejan una realidad en la que vivimos desde al menos la década de los 90. En efecto, hace ya casi 25 años había planteamientos sobre la necesaria capacidad de adaptación y cambio constante que requeriría nuestro país para insertarse con éxito en los nuevos escenarios internacionales.
Los retos que nos plantea el entorno internacional son mayores, pues enfrentamos dilemas enormes: el cambio climático y el calentamiento global; un estancamiento económico secular; un contexto de crisis que no termina de superarse desde el 2008; aparejado a lo anterior una crisis del empleo como nunca se había visto; y, en el fondo, un complejo escenario de desigualdad y pobreza que nos ha llevado a la terrible realidad de tener a más de 800 millones de personas hambrientas en todo el orbe.
Por otro lado, debemos reconocer que tener un liderazgo activo en el escenario internacional exige sí de medidas y reformas ejemplares, pero sobre todo de tener capacidad de implementarlas, pues en ello nos va nuestro prestigio, una vez más, ante la comunidad de las naciones: requerimos aceleradamente romper con los ciclos de la desigualdad y la pobreza, y convertirnos en una democracia constitucional para el bienestar y la garantía universal de los derechos humanos.
En evidencia, los datos oficiales nos sitúan todavía muy lejos de esa realidad: más de 50 millones de personas en pobreza; más de 30 millones de personas en rezago educativo; más de 28 millones sin ninguna cobertura de servicios de salud o seguridad social; casi 30 millones de personas en situación de vulnerabilidad por carencia de alimentación; entre otros rezagos que tenemos la responsabilidad de abatir en el corto plazo.
Es cierto que hemos avanzado en el cumplimiento de las Metas del Milenio, pero, ante la dura realidad que enfrentan millones de personas, es evidente que esas metas constituyen apenas el piso mínimo exigible para la 13ª economía planetaria.
Por otro lado, quedan también los temas vinculados a la violencia, al crimen organizado y a la infinita corrupción que nos sigue impidiendo consolidarnos como una democracia plenamente abierta, transparente y apegada en todo momento al escrutinio público y la rendición de cuentas.
En esa lógica, la justicia mexicana sigue teniendo enormes déficit: tanto en el ámbito de la procuración como en la impartición de justicia; sigue predominando la ley del dinero, dejando a las personas más pobres en un completo estado de indefensión ante los ministerios públicos y los tribunales.
Ante este panorama, en México Social ofrecemos en esta edición la perspectiva que tienen diversos organismos internacionales en agendas clave para el desarrollo nacional: los derechos de las niñas y los niños (UNICEF); la salud (OMS-OPS); la justicia (CIDH); la población (UNFPA); la igualdad y el cumplimiento de los derechos de las mujeres (ONU-Mujeres); el desarrollo económico y el abatimiento de la desigualdad (CEPAL); así como el desarrollo industrial con criterios de sustentabilidad.
Todas estas son agendas en las que estamos obligados a avanzar mucho más, pero más rápido, porque al asumir un nuevo protagonismo global, nuestras metas e indicadores sociales y económicos tendrán una mayor visibilidad y estarán, sin duda alguna, bajo un escrutinio mucho más incisivo de parte de la comunidad internacional.
Mario Luis Fuentes Director general del CEIDAS, A.C.; en la UNAM es integrante de la Junta de Gobierno; Coordinador de la Especialización en Desarrollo Social del Posgrado de la Facultad de Economía; Investigador del Programa de Estudios sobre el Desarrollo; y titular de la Cátedra Extraordinaria Trata de Personas. @ML_Fuentes |
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