La imagen fue contundente. Miles de personas marcharon por las calles de diferentes ciudades el 25 de junio, para conmemorar el “Día Internacional del Orgullo LGBT (lesbiana, gay, bisexual y transexual)” o, “Orgullo Gay”. Cada año lo hacen desde 1978, pero el primer antecedente fue en 1975. En ese entonces, un pequeño contingente marchó el 26 de julio para conmemorar la Revolución cubana.
Escrito por: Ruth Zavaleta Salgado
Se notó una gran diferencia entre esa primera fotografía de 1975 y la del sábado 25 de junio. Las marchas del “Orgullo Gay” dejaron de ser lo que eran, movilizaciones testimoniales que se desarrollaban en muy pocos lugares, principalmente en la Ciudad de México. Hoy, el patrón de la marcha cambio. Muy parecido al fenómeno de cambio de las marchas de las mujeres del 8 de marzo. Ya no son marchas (numéricamente) simbólicas, ahora son marchas nutridas de familias completas que respaldan a sus hijos, hijas o nietas y nietos.
Al paralelo del crecimiento de las marchas, también se transformó el marco jurídico para garantizar la no discriminación de la población LGBTI+: Artículo 1° de la Constitución, Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, Código Penal Federal (en su artículo 149 Ter.), Protocolo de actuación para quienes imparten justicia para la atención de personas LGBTTTI, y la jurisprudencia 43/2015 de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) sobre el matrimonio abierto a las parejas del mismo sexo.
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Respecto al ámbito local, en las 32 entidades de la República se armonizó la ley contra la discriminación y, en 27, ya existe ley sobre matrimonios igualitarios, pero, la entidad con mayores avances para garantizar los derechos de esta comunidad, es la Ciudad de México. Su legislación es mucho más amplia, por ejemplo, contempla el matrimonio y la adopción entre parejas del mismo sexo; el levantamiento de una nueva acta de nacimiento para el reconocimiento de la identidad de género; y la atención especializada en materia de salud.
Eso tiene un profundo significado: la sociedad mexicana se está transformando y lentamente se va consolidando una nueva cultura de la igualdad y la no discriminación. Pero, esto no es una casualidad, tiene una relación muy estrecha con la nueva conformación etaria de la sociedad. En base a los últimos datos del INEGI (2020), una cuarta parte de la población mexicana tiene entre 15 y 29 años de edad (31 millones de personas).
En ese contexto, no son fortuitos los datos que arrojó la “Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG) 2021”: En México, la población que se identifica como población LGBTI+ asciende a cinco millones de personas (5.1 % de la población de 15 años y más). De esta cantidad, más de la mitad (67.5 %) tiene entre 15 y 29 años. Es decir, son los jóvenes los que han roto con tabúes y prejuicios y manifiestan públicamente su preferencia sexual.
Cabe mencionar que, la gran mayoría que reconoció pertenecer a esta población, viven en el Estado de México, la Ciudad de México, Veracruz, Jalisco y Nuevo León. En ese contexto, llama la atención que la entidad con una mayor presencia de esta población, se niegue a aprobar los matrimonios del mismo sexo (Estado de México, Guerrero, Tamaulipas, Durango y Tabasco, son los únicos que faltan). De igual forma, en base a los datos del Observatorio Nacional de Crímenes de Odio (Fundación Arcoíris), Veracruz fue la entidad con mayor número de asesinatos por odio en contra de esta población: 2019: 21 de 74; 2020: 21 de 66; 2021: 14 de 73.
Otra revelación de los datos del INEGI, es en cuanto al nivel educativo: El 62% de la población LGBTI+ cuenta con un nivel educativo medio superior o superior. Entonces, podemos deducir que, entre mayor educación menor atadura prejuiciosa tiene esta población.
Un dato alentador es el de la aceptación de la familia: el 80% de los entrevistados dijeron que sus padres lo respaldaron y aceptaron, pero el otro 20% sufrió agresiones u ofensas y, por lo menos, a una quinta parte de ellos se les obligó a consultar a un médico u autoridad religiosa para “corregir” su orientación sexual. Pero eso no es todo, en referencia a sus actividades laborales, un 28.1% de la población LGBT+ reportó haber sufrido un trato desigual en sus áreas de trabajo, contra el 18.4% de la población No LGBT+. Además, un alto porcentaje es relegado a trabajos de servicios personales por encima de aquellas personas que se declaran no pertenecer a esa población (13.2% vs. 8.2% respectivamente).
Estas y otras manifestaciones de discriminación, impactan emocionalmente a la población LGBTI+. Al respecto, la misma encuesta nos ilumina sobre el aterrador dato de que, un 28.7 % (1.4 millones de personas), reportó haber pensado en suicidarse o haberlo intentado alguna vez. Los motivos principales son los problemas con la familia y la pareja (57.2 %), pero también la violencia en el entorno escolar (20.3 %). Este hallazgo es sumamente importante y debería tomarse en cuenta para impulsar acciones para prevenir la muerte de niños y jóvenes por suicidio.
Sin lugar a dudas, el INEGI hace un extraordinario trabajo, pero nos faltan muchos datos para conocer los problemas que está enfrentando la cuarta parte de la población en México, por ejemplo, no existe un cruce de datos entre el incremento de usos de drogas y los problemas que enfrenta los jóvenes de la población LGBTI+, o los jóvenes de las comunidades indígenas o las jóvenes adolescentes embarazadas, porque simplemente no se siguió realizando la encuesta que daba cuenta de este problema (La última encuesta nacional sobre consumo de drogas, alcohol y tabaco, se realizó en el 2016).
De esa forma, se hace indispensable diseñar nuevas mediciones que nos permitan realizar diagnósticos certeros para poder crear nuevos modelos de atención integral para garantizar todos los derechos de sectores que se vuelven vulnerables por su pertenencia a determinado población y además, son de determinado grupo etario, en este caso, el de los jóvenes de 15 a 29 años de edad.
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Frase clave: Orgullo Gay