El domingo 15 de mayo de este año (2022) el periódico La Jornada publicó una entrevista con la Secretaria de Bienestar, Ariadna Montiel Reyes, cuyo titular fue “Aun con pandemia, disminuyó la pobreza extrema”. Después de tan rotunda aseveración el lector interesado queda a la espera de conocer los datos en que se basa, sin embargo, la mayor parte de la entrevista fue dedicada a argumentar que los programas sociales del actual gobierno sí disminuyen la pobreza, a diferencia de los puestos en práctica por los gobiernos anteriores, y entre los programas que destaca están la pensión para los adultos mayores, los apoyos a las personas en condición de discapacidad y Sembrando Vida, todos operados por la Secretaría del Bienestar.
Escribe: Fernando Alberto Cortés Cáceres
Para sostener con fundamento que los programas tienen incidencia sobre la pobreza sería necesario mostrar que las transferencias efectivamente son recibidas por la población y que sus montos son suficientes para sacar de la pobreza a por lo menos una parte significativa de las personas en esa condición. Con esa información se podría contar con sustento empírico para afirmar que la política social puesta en práctica a partir de 2019, fue una “vacuna económica” eficiente frente a la COVID19, que eximió al gobierno de diseñar y operar programas especiales para enfrentar las consecuencias sobre las condiciones de vida de la población derivadas de la pandemia.
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La discusión sistemática de los planteamientos de la Secretaria de Bienestar relativas a la efectividad de la política social para disminuir la pobreza (extrema) en comparación con la empleada por gobiernos anteriores, requeriría de una discusión sistemática basada en la información pública disponible, más allá de tomas de posiciones ideológicas, con la guía del interés genuino por identificar las formas más eficientes de usar los recursos públicos para librar del flagelo de la pobreza al mayor número posible de mexicanos.
Sin embargo, el propósito de escribir estas líneas es mucho menos ambicioso, se remite, simplemente, a identificar el sostén empírico de la afirmación “Aún en medio de la pandemia por el (sic) COVID-19 disminuyó la pobreza extrema”.
En la actualidad los ciudadanos mexicanos disponemos de tres mediciones de pobreza: (1) pobreza por ingresos, (2) medición multidimensional de la pobreza, y (3) índice de tendencia laboral de la pobreza, que se ha transformado a lo largo del tiempo en una medida de la prevalencia de la pobreza laboral. En lo que sigue se revisan con el propósito de identificar qué información permite concluir que en los tiempos de pandemia disminuyó la pobreza extrema.
(1) El método para medir la pobreza por ingresos fue propuesto por el Comité Técnico para la Medición de la Pobreza (CTMP), dicho Comité estuvo formado por un conjunto de académicos, profesionistas de organismos de gobierno vinculados a la producción de estadísticas (INEGI, CONAPO) y funcionarios de gobierno; fue estructurado de manera tal que las decisiones de método quedaron en el campo académico.
Sobre la base de la propuesta del CTMP la Secretaría de Desarrollo Social generó tres mediciones de pobreza: alimentaria, capacidades, patrimonio. Esta serie dejó de publicarse en el año 2012, a pesar de ello, el mismo CONEVAL empleó parte de la información del Índice Multidimensional de Medición de la Pobreza (IMMP) para continuar la serie más allá de 2012, sin embargo, solo mantuvo el cálculo de la pobreza alimentaria y de patrimonio y eliminó la pobreza de capacidades. El CONEVAL continuó La pobreza alimentaria del CTMP con la pobreza extrema por ingreso y la de patrimonio con la pobreza por ingreso.
De acuerdo con las definiciones empleadas por el CTMP se considera que un hogar está en situación de pobreza alimentaria si su ingreso per cápita es menor que el valor de la canasta alimentaria, es decir, del costo de adquirir un conjunto de bienes cuya ingesta satisface requisitos mínimos de calorías y proteínas. Por su parte, un hogar se encuentra en condición de pobreza de patrimonio si su ingreso per cápita es inferior al valor de la canasta completa, que se conforma por el valor de la canasta alimentaria más el gasto necesario para cubrir las erogaciones de los hogares en vivienda, salud, transporte, educación, recreación, etc[1].
Ahora bien, en la gráfica 1 se sintetiza la serie de pobreza por ingreso entre los años 1992 al 2020.
Gráfica 1
La pobreza alimentaria (extrema) por ingreso subió 3.5 puntos porcentuales (pp.) al pasar de 16.8 por ciento en 2018 a 20.3, en el año 2020. La prevalencia de la pobreza en el año COVID (2020) es similar a la del año 2002 (20.0) lo que muestra que en las dos últimas décadas México perdió lo que había ganado en el combate contra la pobreza extrema. Por otra parte, la evolución de la pobreza de patrimonio (o pobreza por ingreso) experimentó un comportamiento similar a la pobreza extrema: tuvo un alza (3.4 pp.), que en 2020 alcanzó el 52.2 por ciento, cifra que fue un poco mayor que la del año 2002 (50 por ciento). La información de la pobreza por ingresos proporciona una imagen distinta a la declarada por la Secretaria a La Jornada.
(2) La medición oficial (multidimensional) de la pobreza mexicana combina las carencias en el acceso a la educación, salud, seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, servicios a la vivienda y acceso a los alimentos; con la carencia de ingresos para financiar la compra de la canasta alimentaria y de una canasta completa. Se definen como pobres extremos todas aquellas personas que no tienen ingresos suficientes para adquirir la canasta alimentaria y que sufren 3 o más carencias. Y se consideran pobres las personas que no tienen dinero suficiente para comprar la canasta completa y presentan al menos una carencia.
Gráfica 2
Entre 2018 y 2020 la pobreza multidimensional extrema creció en 1.6 pp., desde 7.4 por ciento (la menor prevalencia de la pobreza multidimensional en todo el período) a 9.0 por ciento, cifra similar a la de 2014 (9.5), lo que marca un retroceso de un sexenio en el combate a la pobreza. La pobreza multidimensional aumentó en 2.6 pp. alcanzando el mismo nivel que en 2012. Estas cifras muestran que los dos tipos de pobreza multidimensional subieron entre 2018 y 2020, por lo tanto, la declaración de la Secretaria no podría sostenerse con estos datos, que por lo demás, son la medición oficial de la pobreza en México de acuerdo con la Ley General de Desarrollo Social.
(3) La tercera fuente que podría dar sustento empírico a la declaración a La Jornada podría ser el Índice de Tendencia Laboral de la Pobreza. El CONEVAL definió la pobreza laboral con el propósito de tener medidas de pobreza más frecuentes, basada en la información de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) cuya periodicidad es trimestral, la define como la proporción de personas cuyos ingresos laborales, obtenidos ya sea en calidad de asalariados o de trabajadores independientes, fueron insuficientes para comprar la canasta alimentaria.
Debido a las restricciones impuestas por las autoridades sanitarias a raíz de la pandemia, el INEGI no levantó la ENOE en las viviendas, correspondiente al segundo trimestre de 2020, en su lugar llevó a cabo una encuesta telefónica (ETOE). El CONEVAL hizo el cálculo de la prevalencia de la pobreza laboral con los datos de la ETOE pero no lo incorpora a la serie, por lo que la gráfica 3 exhibe una discontinuidad.
Gráfica 3
Si se considera que la medición de la pobreza por ingreso y la multidimensional muestran alzas, se podría suponer que el abatimiento de la pobreza laboral desde el tercer trimestre de 2020 al primero de 2022, (pasó de 46.0 a 38.8 por ciento) es la base empírica de la declaración “Aún en medio de la pandemia por el (sic) COVID19, en México disminuyó la pobreza extrema”.
Sin embargo, habría que hacer algunas precisiones para calibrar la afirmación: (i) no se trata de la pobreza extrema sino de la pobreza laboral, (ii) La tendencia decreciente (aunque con fluctuaciones) se inició en el cuarto trimestre de 2014, pero fue interrumpida en el primer trimestre de 2020 (COVID19 mediante), tendencia que reapareció, aunque a partir de un nivel más alto en el cuarto trimestre de 2020, de modo que en 2022 la prevalencia fue de 38.8 comparada con el último valor pre pandemia (36.6) (iii) la caída en el porcentaje de personas en pobreza laboral no se relaciona con los apoyos de los programas sociales pues el ingreso laboral no incluye transferencias, por lo que la caída de la pobreza laboral no está relacionada con los programas sociales. Estas consideraciones llevan a buscar en el comportamiento de los mercados de trabajo las condicionantes de la caída tendencial de la pobreza laboral.
En síntesis, la pobreza laboral es la única información de pobreza de dominio público que muestra una reducción de su prevalencia, por lo que se podría suponer que la declaración oficial se refería a ella, si tal fuese el caso no se podría sostener que la reducción se debió a la política social pues el ingreso laboral, por definición, es un ingreso de mercado, libre de transferencias. No obstante, no hay que descartar la posibilidad de que la Secretaria de Bienestar disponga de otros datos.
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[1] Para pasar de hogares pobres a personas en situación de pobreza se cuenta el número de miembros (tamaño del hogar) que tiene cada hogar pobre.
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