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Panteones ¿En ruta colapsar?

Don Miguel de Unamuno escribió, en su clásico ensayo Del sentimiento trágico de la vida, que los humanos somos básicamente “seres guarda muertos”. Si miramos hacia el pasado, podemos verificar que construimos tumbas antes que palacios, mercados o templos. Nuestra conciencia de ser lo que somos, nos llevó a cuidar de que nuestros difuntos no estuviesen a la intemperie y ante la posibilidad de ser devorados por los animales; haciendo panteones para también para saber a dónde regresar para visitarlos, recordarlos, llora con ellos y contarles nuestras historias.

Puedes seguir al autor Saúl Arellano en Twitter: @saularellano

En nuestras sociedades hay religiones en las que la preservación del cuerpo es tan indispensable, que sin evitar su corrupción se estaría poniendo en riesgo la posibilidad de su entrada al reino de los cielos, o de resucitar el día del juicio final. Y esto solo para citar algunos ejemplos.

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Este tema viene a cuento porque el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), dio a conocer los datos actualizados sobre los panteones públicos en las zonas metropolitanas del país. El primer dato que destaca es el crecimiento registrado en el número de panteones entre 2020 y 2021, pues en el primero de estos años, se tenía un registro de 1,405 panteones públicos, mientras que en 2021 se llegó a la cifra de 1,452.

En el 2020, el INEGI tenía un registro de 6.099 millones de fosas o tumbas totales, de las cuales, 5.061 millones estaban ocupadas, lo que equivale a 82.9% del total. En contraste, en el 2021 se tuvo un total de 6.4 millones de tumbas o fosas, de las cuales, 5.18 millones estaban ocupadas, es decir, el 80.82% del total.

Actualmente, según los datos del INEGI, habría un total de 1,207,221 tumbas o fosas disponibles en todo el país, cifra mayor tanto en términos absolutos como relativos respecto de lo que se tenía contabilizado en el año 2020.

Es probable que un incremento tan importante en el número de tumbas y fosas construidas y disponibles en el país esté asociado a la pandemia de la COVID19, la cual provocó, sumada al resto de las causas, que el número de fallecimientos en el 2020 haya superado por primera vez en la historia de México al millón de decesos en un solo año. En ese contexto es importante subrayar que en 2021 podría llegarse a una cifra aproximada, pues hasta la semana 22 de este año se tenía una cifra de preliminar de 494,548 fallecimientos.

No debe olvidarse tampoco que la mortalidad por diabetes, hipertensión, tumores malignos y homicidios, siguen registrándose en sus picos más altos, lo cual se suma a la tremenda mortandad generada por el desastroso manejo que se ha hecho de la pandemia en nuestro país y que nos mantiene como la cuarta nación del mundo con mayor número de decesos por la COVID19 (235,277 reconocidos oficialmente hasta el 14 de junio) y la número uno en América en lo que se refiere a decesos de personas que laboraban en el Sector Salud (2,996 decesos hasta el 17 de mayo).

Ya en el 2020 y a inicios del 2021, la asociación nacional de directores de funerarias alertó sobre una posible crisis de desabasto de ataúdes, principalmente en las zonas metropolitanas; y aunque según los datos del INEGI estaríamos aún a salvo de una crisis de disponibilidad de tumbas o fosas, es un tema que no puede dejarse de lado, menos aún desde la perspectiva de la planeación municipal, y más ahora en el contexto del cambio de autoridades en más de mil municipios del país.

Ya se había dicho con anterioridad: la política de atención a la pandemia del gobierno mexicano consistió básicamente en tener hospitales vacíos y panteones llenos. Lamentablemente, los datos que da a conocer el INEGI permiten confirmarlo.

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Investigador del PUED-UNAM

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