El próximo Presidente de la República tendrá como principal reto implementar un proceso para reconstruir socialmente al país. Es una tarea de la mayor complejidad, porque implica mucho más que sólo reducir la pobreza e incluso la desigualdad, problemáticas ya de por sí difíciles de resolver
Quien gane el día primero de julio va a ser el presidente de una nación plural y diversa, que hoy puede caracterizarse por el malestar generalizado, producto de la ausencia del Estado de derecho, de la prevalencia generalizada de la violencia, por el infinito dolor de las víctimas y por las heridas históricas provocadas por la discriminación, el racismo, el clasismo y la división social provocada por la hiperconcentración de la riqueza en unas cuantas manos.
Para enfrentar lo anterior, el próximo Presidente requerirá de un enorme apoyo social para tomar las decisiones que el país requiere, y para instrumentarlas en tiempo récord, y así reencauzar a México hacia una ruta de crecimiento igualador. Es decir, lo que se requerirá será modificar las relaciones del poder político y económico, pero más aún, las reglas, con base en las cuales hoy funciona nuestro inequitativo sistema.
Asimismo, reformar al país (esto es reformar las reformas), implica generar, no acuerdos cupulares, sino auténticos consensos en torno a las urgencias que es prioritario atender; entendiendo por consensos acuerdos racionalmente y éticamente construidos, en aras de conseguir lo que es mejor para todos: Una nueva sociedad incluyente y con justicia social y las otras justicias que es necesario reinstituir.
A partir de hoy, faltan 41 días para que se lleve a cabo la elección federal, e independientemente de lo que se haya dicho en el debate de ayer (escribo esto antes de su realización), los candidatos deben serenarse, deben actuar con base en la prudencia, pues en el violento contexto de polarización en que nos encontramos, los ataques y descalificaciones de quienes aspiran a gobernarnos no hacen sino contribuir a los enconos e inquinas que dividen a nuestra sociedad.
Se trata de una tarea doble: Por una parte, construir un proyecto de país racionalmente aceptable para una amplia mayoría, y en ese sentido, contar con la legitimidad para convocar a la nación a concretarlo; y por el otro, sentar las bases para la conquista legal de los proyectos particulares y personales que las personas quieran desarrollar como parte de sus vidas.
El próximo Presidente debe comprender que estamos ante lo que Rolando Cordera ha llamado “una globalización dolida”, la cual se caracteriza por tener parámetros cada vez más difusos en sus lógicas e implicaciones; y cuya principal nota definitoria es la incertidumbre y la falta de mecanismos locales para su justa gobernanza.
En las últimas décadas de nuestra siempre incipiente democracia, quienes han ganado la Presidencia han asumido, como regla general, que es “su proyecto” el que debe imponerse a los demás; pero en la democracia las cosas en realidad no funcionan así, pues la ciudadanía elige mayoritariamente, lo que podría denominarse como los “principios generales de un gobierno”; por lo que espera del o los mandatarios, la capacidad de hacer política para consensar las políticas públicas que se necesitan para garantizar el bienestar general.
Hay en todo esto un hecho también complejo: Entre el día de la elección y la toma de posesión hay cinco meses de distancia; lo cual va a exigir al actual gobierno una entrega lo más realista posible, a fin de que quien resulte elegido tenga la posibilidad de construir un diagnóstico apropiado sobre las urgencias nacionales, y para tomar las previsiones necesarias para la articulación de su propuesta e incluso, equipo de trabajo.
Asumiendo lo anterior, hay, sin embargo, dos prioridades ineludibles: La primera y más compleja, recobrar la paz y avanzar hacia un proceso de reconciliación nacional; y en segundo término, construir la institucionalidad necesaria para darle viabilidad a una nueva lógica integral de desarrollo.
Artículo publicado originalmente en el periódico “Excélsior” el 21 de mayo de 2018
@MarioLFuentes1 Barack Obama presentó su último “discurso a la nación” el pasado marte