por Xavier Caño Tamayo
Juan no va de vacaciones desde hace tanto que ni recuerda. No puede pagárselas. A menudo se atrasa en pagar el alquiler y podría ser desahuciado, además de que tiempo su casa en invierno es una nevera desde hace tiempo. No le alcanza para el gas de calefacción. Además, se alimenta (es un decir) de pasta, arroz y huevos, porque la carne y el pescado sólo son un recuerdo. Hace tiempo vendió el coche por poco dinero chavos porque no podía mantenerlo y ni pensar en comprar un televisor para ver los partidos de fútbol.
Juan es un trabajador pobre. Un asalariado que tiene un empleo con contrato, pero cuyo reducido sueldo no le saca de la pobreza. Ni de lejos. Entre las personas en pobreza y exclusión, que son más de 13 millones en España, están quienes tienen un empleo o cobran una pensión, pero son pobres. Los trabajadores pobres en España son el 15% del total; unos tres millones y medio.
Muchos para pretender que se ha superado la crisis. Juan, trabajador pobre, soporta una privación material severa. Pero no es la excepción, porque en la desarrollada Unión Europea, el 24% de la población vive en riesgo de pobreza y exclusión. Y no se rebaja la pobreza porque no se redistribuye la riqueza. Y no se redistribuye porque crece la desigualdad. España es el tercer país de la Unión Europea en desigualdad, tras Rumania y Bulgaria. Lo demuestra que poco más de cuatro millones de personas (10% más rico) se queda con la cuarta parte de riqueza del país. Pero somos más de 46 millones. Eso es desigualdad.
Para combatirla, el medio es una fiscalidad justa, progresiva y suficiente. Un sistema cabal de impuestos donde todos y cada uno paguen en función de lo que ganan y tienen. Pero ocurre al revés: quienes más ganan y atesoran cada vez pagan menos. Pero aún no pagando lo que debieran, recurren a trampas, indecencias y trucos para pagar todavía menos. Eso explica que los veinte mayores bancos de Europa (como Santander y BBVA) desvíen el 26% de sus beneficios a cuentas o depósitos en paraísos fiscales. Lo que les proporciona 25.000 millones de euros… de impuestos no pagados. Así lo expone un informe de Oxfam Intermón y Fair Finance Guide International.
También la banca española tiene filiales y sucursales en paraísos fiscales. De hecho, 24 de las 25 grandes empresas españolas tienen delegación, filial o tratos con paraísos fiscales. Pero no sólo los grandes bancos se pasan por el arco de triunfo la exigible solidaridad fiscal para pagar menos impuestos o no pagar. También quienes no son tan grandes y, sobre todo, las grandes empresas y corporaciones multinacionales. En realidad, 9 de cada 10 mayores empresas globales tienen filiales o delegaciones en paraísos fiscales. Además de capital oculto y beneficios encubiertos de grandes empresas y corporaciones.
En los paraísos fiscales también se esconden 9 billones de dólares de fortunas individuales, protegidos por el implacable secreto bancario que perpetran esos paraísos como dogma de fe. Por cierto, ese dinero oculto de los ricos es más que la suma del PIB de Reino Unido y Alemania. Lo peor es que esa ocultación supone que los Estados dejan de cobrar 190.000 millones de dólares anuales de impuestos como debiera ser. Y eso genera más injusticia, más desigualdad y más pobreza.
Además de evasión de impuestos pura y dura, cada vez hay más elusión fiscal. Aprovechar agujeros y debilidades de leyes tributarias para que quienes más tienen y obtienen paguen menos, asesorados por carísimos contables, ayudados por honorables intermediarios y amorales abogados.
La ecuación es diáfana. Para acabar con la pobreza y los sufrimientos que genera en la gente hay que enfrentarse a la desigualdad. Para acabar con la desigualdad, se necesita una fiscalidad justa, progresiva y suficiente. Y no puede haber fiscalidad justa, progresiva y suficiente sin acabar con los paraísos fiscales. Pero de verdad, no como la OCDE y la Comisión Europea que no se enfrentan a los paraísos en serio ni lo pretenden.
La lucha contra los paraísos fiscales, las empresas-pantalla y los acuerdos de baja tributación entre gobiernos y multinacionales es la lucha contra la desigualdad y la pobreza.
Xavier Caño Tamayo esperiodista en ATTAC
Twitter: @xcanotamayo
Texto publicado con autorización del Centro de Colaboraciones Solidarias.
Texto publicado con autorización del Centro de Colaboraciones Solidarias
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