Pensar el arte importa. Hay que decirlo una y otra vez, sobre todo en sociedades donde, como en la nuestra, impera a pesar de todo y de muchos, la lógica de un pensamiento tendiente a la univocidad, el cual pretende imponerse como dominante, con todo lo que ello implica.
Sigue al autor, Saúl Arellano, en Twitter: @saularellano
Al igual que en las tradiciones del pensamiento científico y del filosófico, hay múltiples visiones que entran en disputa, en primer término respecto de lo que se considera que es el propio arte (hay tantas definiciones como artistas, dicen algunos clásicos), y en relación con esas definiciones, lo que se entiende que es la función o propósitos de la creación estética en cualquiera de sus grandes géneros: pintura, arquitectura, escultura y literatura o, como ocurre en nuestros días, con la fusión de varios géneros, como se da en las artes visuales o en técnicas de representación, como en el performance.
Entre esas múltiples visiones, a lo largo de la historia se encuentran algunas rupturistas y que cuestionan al orden establecido, pero también otras corrientes y estilos que se comprometen con el poder y resultan, desde esa perspectiva, formas de pensamiento y expresividad conservadora.
En el caso del arte moderno y el contemporáneo, pensaba el poeta Octavio Paz, lo que se ha hecho manifiesto es, predominantemente, la crítica, así como una tendencia permanente a la ruptura. Parafraseando la idea de “los privilegios de la vista”, en la pintura se observa un recorrido de múltiples procesos de crítica y ruptura, frente al orden establecido, pero también respecto de las normas y reglas con base en las cuales el arte se construye y se piensa a sí mismo.
Algunos ejemplos: Manet repensaría la luz; Monet apelará a la generación de impresiones; Van Gogh critica a su mundo circundante y nos obsequia nuevas miradas de la luz y la oscuridad, pensada desde la noche; Matisse replanteará la lógica del color con un espíritu salvaje; Picasso revolucionará la idea de la forma; Dalí, Magritte, Bretón, Miró y Ray, nos llevan de regreso al mundo onírico y los terrenos del inconsciente; Warhol, Hamilton y Lichtenstein configurarían nuevas rutas para el llamado pop art; Pollock, Klein y compañía provocarán al público con el action painting, y en etapas más recientes, Marina Abramovic revolucionaría la forma en cómo miramos y percibimos al performance.
Puedes ver aquí dos cápsulas sobre la formación y obra de Hieronymus Bosch (El Bosco)
En el caso mexicano, el siglo XX estuvo lleno de grandes figuras. En el muralismo, quizá la “más mexicana” de las expresiones artísticas, destacarían Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y José Chávez Morado, quienes desarrollaron toda una estrategia de creación artística para acercar el arte al gran público.
Escribirlo así es relevante porque, como se observa, la mayoría de los nombres son de varones; y particularmente en el caso del muralismo mexicano, destaca un evento en particular: aquel por el cual se canceló el contrato para pintar un mural pensado para una superficie de 150 metros cuadrados en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento. Tanto Siqueiros como Rivera, bloquearon la posibilidad de que el mural titulado “El progreso de la Ciudad de México”, fuese realizado por Izquierdo, para lo cual se había firmado un contrato con Javier Rojo Gómez[1].
La cuestión es mucho más que anecdótica, pues retrata las condiciones de desigualdad entre mujeres y hombres imperantes en aquel 1945, pero que todavía nos alcanzan, y que, sobre todo, nos interpelan. Recuérdese que en esa fecha el derecho de las mujeres a votar en las elecciones no era parte de las garantías constitucionales en el país.
Por ello es doblemente meritoria la dimensión de la obra de otras mujeres como Aurora Reyes, Remedios Varo, Frida Kahlo, Leonora Carrington, Olga Costa y otras más quienes, a pesar de que fueron deliberadamente relegadas de la posibilidad de exhibir y comercializar sus obras, lograron, con base fundamentalmente en su talento y capacidad creadora, abrirse paso en el mundo del arte mexicano.
Puedes ver aquí las cápsulas sobre El Bosco: Una visión del mundo y un estilo
Desde esta perspectiva, es importante decir que la lucha por la apertura de la igualdad continúa en el terreno del arte; y en esa misma tesitura, valdría la pena reflexionar hasta dónde hace falta robustecer la historia del arte mexicano, no sólo para reivindicar a las mujeres que fueron marginadas, sino al mismo tiempo, destacar y denunciar los mecanismos por los que se concretó esa represión y marginación.
Por ello el título de este artículo alude a pensar el arte para pensarnos, porque una de las cuestiones centrales que deben continuar debatiéndose es precisamente cómo nos interpela; qué cuestiones permite abrir a la interpretación y a la construcción o reconstrucción de su sentido en nuestra vida cotidiana. Pero también en la vida económica y política en que estamos todas y todos situados.
En esta dimensión, pensar al arte implicaría no sólo en su concreción material expresada en las obras, sino también a todo el mundo institucional desde el cual se desarrolla. Pues aún ahora numerosas artistas continúan enfrentándose y al mismo tiempo, contribuyendo a reformarlo para que sea incluyente e igualitario.
Hoy, hay numerosas mujeres destacando en distintos rubros del arte: Lorena Wolffer en el performance, Valeria Luiselli y Sandra Becerril en la narrativa; Irma Pineda en la poesía; Minerva Cuevas en la pintura y la escultura; Mónica Mayer, en la fotografía, el dibujo y el performance, y una cantidad incontable más, cuya potencia creadora se percibe sin límites.
Pensar el arte, pues, implica también hacerlo respecto de las condiciones de posibilidad de su realización; y eso significa que la reflexión es también sociológica, política y filosófica. Y sobre eso hay que construir.
[1] Un artículo que reseña brevemente este episodio es el escrito por Ana Laura Tagle Cruz, en el periódico La Crónica de Hoy: https://www.cronica.com.mx/notas-la_historia_del_mural_de_maria_izquierdo_que_fue_bloqueado_por_el_machismo_de_rivera_y_siqueiros-1171335-2020
Frase clave: pensar el arte
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