Escrito por 12:00 am Desigualdades, Mario Luis Fuentes • Un Comentario

Pensar el mundo indígena

La distinción “ellos-nosotros” es por demás artificiosa y ha justificado un sinfín de atrocidades a lo largo de la historia. Pensar que hay un “ellos” implica, de origen, asumir que hay un “estar afuera”, un “ser radicalmente distintos”, pero también, en el mundo práctico, un inaceptable principio de diferenciación y exclusión. Como norma general, la “conciencia moderna” se ha planteado siempre así frente a las poblaciones indígenas: impuso una barrera que, aun convocando o llamando a la “integración” o la “asimilación”, parte de una visión en la cual creer que se es parte del “nosotros”, en oposición al “ellos”, lleva implícita la idea de que “se es mejor”, “normal” y siempre “preferible” a lo que se nos opone 


Frente a “ellos”, entonces, es posible asumir que, si bien se puede ser amigable, tolerante o solidario, todo lo que ello supone puede suspenderse e incluso revertirse, sobre todo, si “ellos” se convierten en una amenaza.

 “Ellos”, en nuestro país, son las personas con alguna discapacidad, las personas no heterosexuales, las afrodescendientes y las indígenas. “Ellos”, por norma general, son quienes requieren “políticas compensatorias”, “acciones afirmativas” y otras medidas de política pública porque son quienes han estado siempre “al margen del desarrollo”.

En el fondo, lo que debemos lograr es un quiebre en la distinción radical que sigue estando en el substrato de la mentalidad mexicana y dejar atrás la oposición del “ellos-nosotros”. Debemos ser capaces de asumir que en nuestro país somos todos personas y buscar otras categorías para pensarnos y, sobre todo, para concretar en el mundo práctico la reconciliación y un modelo de vida solidario, incluyente y equitativo.

La urgencia de lo anterior se evidencia en la insuficiencia de información sobre los pueblos indígenas, pero, sobre todo, en la debilidad de las políticas públicas en la materia y en las asignaciones presupuestarias para garantizar sus derechos humanos.

Con base en la Encuesta Intercensal, la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), estima que en el país hay 12.025 millones de personas indígenas, cifra equivalente al 10.1% de la población nacional, y una cantidad equivalente a la población total de los estados de Jalisco y Nuevo León, juntos.

A pesar de ese dato, no debe dejarse de lado el hecho de que el Inegi incluyó en la Encuesta Intercensal, 2015, la pregunta relativa a la “autoadscripción” a pueblos indígenas, resultando una suma de 25,699,111; más 1.9 millones de personas que también se consideran “en parte” indígenas.

Esta evidencia permite sostener que en México hay un real orgullo respecto de nuestras raíces, y que lejos de “esconderse”, hay un deseo manifiesto de reconocerse como parte de alguno de los pueblos originarios; lo que constituye una realidad que debería llevar de inmediato al rediseño de la relación del Estado con los pueblos originarios; y a dar cumplimiento cabal al contenido constitucional relativo al reconocimiento de que somos una nación pluriétnica y pluricultural.

Desde esta perspectiva, recortar o limitar el presupuesto en salud, educación, vivienda, desarrollo social, medio ambiente, cuidado del agua, desarrollo agropecuario o cultura, implicará siempre un duro golpe a las comunidades y pueblos indígenas, pues es ahí en donde se registran mayores carencias y mayores urgencias de intervención.

La historia, la cultura y, retomando a Levinas, la vulnerabilidad compartida ante el hambre, la enfermedad y la muerte, nos hace a todos, ser los mismos. Y por ello, antes que dejar de reconocerlos, al nombrarlos y verlos al rostro, deberíamos aprender a reconocernos y a construir una nueva historia nacional de equidad, justicia y dignidad.

El próximo miércoles es el Día Internacional de los Pueblos Indígenas; y en un sentido práctico, lo que deberíamos hacer, como un primer paso hacia la reconciliación, es ratificar los Acuerdos de San Andrés, darles cabal cumplimiento, y de ese modo reconocer que otro modelo y visión del desarrollo es posible; y que tenemos el mandato ético de construirlo.

@MarioLFuentes1

Artículo publicado originalmente en “Excélsior” el  07 de agosto de 2017 Barack Obama presentó su último “discurso a la nación” el pasado marte

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