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Personas en movimiento

El lunes 18 próximo se conmemora el Día Internacional del Migrante, ocasión que fue formalizada en diciembre del 2000, por la asamblea general de la UNESCO, para fomentar el respeto y la reflexión sobre la necesidad humana de trasladarse en busca de mejores oportunidades para hacer o rehacer su vida. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de la ONU define a un migrante como “cualquier persona que se desplaza, o se ha desplazado, a través de una frontera internacional o dentro de un país, fuera de su lugar habitual de residencia independientemente de: 1) su situación jurídica; 2) el carácter voluntario o involuntario del desplazamiento; 3) las causas del desplazamiento; o 4) la duración de su estancia.” (https://t.ly/Ki0iy).

Escrito por:  Luis Miguel Rionda (*)

Millones de personas y familias, ante el hambre, la carencia de oportunidades, la violencia criminal y la desesperanza, abandonan su terruño de origen, la tierra amada de sus ancestros. Nadie emigra por gusto, excepto los turistas, que tienen perspectiva de retorno. Los emigrantes abandonan sus lares con el dolor de la inevitable añoranza, impulsados por la necesidad material. No importan los riesgos, incluso de perder la vida en la aventura; la desesperación los estimula al extremo. La promesa de un futuro mejor en otro país, en otro continente, es superior a la prudencia ante lo desconocido.

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La OIM calculó en 2020 que los migrantes internacionales sumaron 280.6 millones de personas, 3.6% del total de la población mundial. En veinte años esa cifra se incrementó en 61.7%, pues en el 2000 representó 173.2 millones (https://t.ly/iokJJ).

Existen dos tipos de migraciones: la voluntaria y la forzada. La primera suele normalizarse, es legal y opcional. La segunda es impuesta por la fuerza de la estructura o la coyuntura. Los factores estructurales tienen que ver con la incapacidad de las sociedades y los estados de origen de ofrecer oportunidades económicas, así como la seguridad para la vida o la propiedad. Los coyunturales tienen que ver con los conflictos, las persecuciones y la violencia social. Ambos tipos de factores se han exacerbado en los últimos años en países como el nuestro, así como de Centroamérica, el Caribe, Sudamérica, Asia y África.

El principal país receptor de estos flujos humanos son los Estados Unidos. Más de 51 millones de sus habitantes en 2020 nacieron fuera de ese país, según el sitio Statista. Le siguen de lejos Alemania con 15.8 millones, Arabia Saudí con 13.5 millones, Rusia con 11.6 millones y Reino Unido con 9.4 millones (Ibid).

En cuanto a los países de origen, la India ha expulsado a 18 millones de personas; México a 11.2 millones, Rusia a 10,8 millones, China a 10,5 millones, Siria a 8.5 millones, Venezuela a 7.7 millones (https://t.ly/Zfd37) y Cuba a 1.8 millones (https://t.ly/Googw). Considerando la población total de nuestro país (126 millones) alrededor de un 8.8% vive en el exterior, particularmente en los Estados Unidos. Por eso nuestros paisanos hablan con frecuencia de “Aztlán” como la entidad federativa número 33.

Con más de 50 mil millones de dólares anuales, los migrantes mexicanos aportan más del 4% del Producto Interno Bruto del país (https://t.ly/SM6cY). Ellos sostienen la economía regional. Les debemos la estabilidad económica de millones de familias. Un logro notable dentro de un contexto de creciente violencia criminal, producto de la incapacidad del país de generar las oportunidades que todos merecemos.

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(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León.

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