Los procesos de transición a nivel federal y local se aceleran estrepitosamente. En México, estamos próximos a comenzar una nueva etapa en el ejercicio de gobierno, tanto a nivel federal como subnacional.
Escrito por: Ricardo Martínez Martínez
Sucede, sin embargo, que, como parte de la cultura política del mexicano, somos campeones olímpicos en depositar altísimas expectativas y confianza en las personas, pero muy poca en las instituciones, los sistemas y la inteligencia colectiva.
¿Por qué es así? ¿Nos persigue aún un culto al Tlatoani mesoamericano? ¿Anhelamos líderes fuertes? ¿Estamos condenados al cesarismo o al eterno caudillo?
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Imagine el lector por un momento lo siguiente: ¿qué pasaría si el gobernador del Banco de México y sus cuatro subgobernadores —encargados de procurar la estabilidad del poder adquisitivo del peso— fueran sustituidos por cuatro simpáticos monos peludos?
Si uno tuviera que responder rápidamente, diría que la economía mexicana colapsaría.
Ahora bien, si miramos las cosas desde la perspectiva de las instituciones y los sistemas, la respuesta debería ser muy diferente: el gobierno de los monos pondría de manifiesto hasta qué punto estamos gobernados más por sistemas que por personas, con equilibrios, contrapesos y correcciones automáticas que evitarían el colapso del sistema. ¿Perfectibles? Desde luego, pero justamente por eso vivimos en democracias.
¿Por qué? Porque, como señala Daniel Innerarity en su libro Teoría de la Democracia Compleja, “Las democracias son los sistemas políticos que mejor aprovechan el saber distribuido, que producen una mejor legislación y unas políticas públicas de mayor calidad”.
De manera tal que, en una sociedad que privilegie más a los sistemas y las reglas del juego que a los líderes en turno, podría prescindirse de las personas inteligentes, pero no de los sistemas inteligentes.
Es importante mencionarlo: las democracias son los sistemas políticos más inteligentes, pero necesitan aprender más, porque la mayoría de los problemas con que nos enfrentamos requieren más y mejor conocimiento. No basta con voluntad política y autoridad. Justamente hoy, un talón de Aquiles de las democracias es la crítica a su efectividad.
Si lo importante son los sistemas y no los líderes que buscan un culto a su personalidad, ¿qué haría un buen líder? Se haría prescindible y crearía mejores y más inteligentes sistemas.
¿Sería esto fácil? En absoluto, porque de por medio tendría que ejercitarse un músculo poderosísimo, ese que Aristóteles menciona cuando hace de la política la ciencia del supremo bien, pues ella “puede proporcionar el conocimiento de lo que, en medio de los múltiples bienes y fines posibles, puede constituirse en el fin más elevado para el hombre”. En términos simples, porque entre un mar de conflictos e intereses, el político logra llegar a la mejor solución posible.
¿Ejemplos actuales de sistemas puestos en duda? Venezuela y su proceso electoral, sin lugar a duda, porque están basados en un personalismo exacerbado en el líder que ha creado un sistema político poroso y frágil, como si padeciese osteoporosis, pero completamente a su conveniencia. No hay ahí inteligencia colectiva, hay inteligencia sí, pero facciosa para seguir controlando el Estado.
Y es que si bien, las elecciones estuvieron plagadas de abusos, carecían de legitimidad desde la proscripción de la candidatura de María Corina Machado, pero al participar, en esas condiciones, y con esas autoridades, la oposición aceptó las reglas de juego del gobierno.
¿Qué ha ocurrido en México? Una mirada a la historia de los últimos cien años nos revela partos de instituciones y de un sistema político complejo, cambios graduales, alternancias partidarias y también, nervios del poder aún no tocados. Pese a ello, los avances han sido notables.
Morena, en su ejercicio del poder, ha tocado de raíz el sistema más neurálgico de todos: la Constitución Política de nuestro país. Lo ha hecho porque ha podido y querido, apelando a la distribución de la riqueza y a un enfoque de corte más social. ¿Tendrá los efectos esperados? En materia de poder, ya los tuvo: gobernará otros seis años más. En materia de salud democrática, ¿está Morena creando sistemas con mayor salud democrática? ¿A dónde oscilará el péndulo de la historia?
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