Tras el debate entre el presidente Biden y Trump el pasado jueves 27, se intensificaron los temores de que el nuevo gobierno de Estados Unidos esté encabezado por quien alentó la revuelta para desconocer los resultados de las elecciones anteriores en ese país, por una persona que cree estar por encima de la ley y de las instituciones, que desprecia y estigmatiza abiertamente a los inmigrantes, que encarna una visión no solo conservadora sino retrógrada, y que, sin embargo, cuenta con un apoyo popular que lo puede llevar de nuevo a la presidencia.
Escrito por: Enrique Provencio D.
Ya entre 2017 y 2021 se dijo mucho que el gobierno de Trump significaba un viraje político no solo para su país sino también para el mundo, pues consolidaba una tendencia que también se estaba observando en otros países y regiones, y con la cual arribaban al poder partidos y personajes no solo extravagantes sino disruptivos por sus rasgos iliberales y antisociales.
Desde la pandemia las cosas van a peor, como lo muestra Milei en Argentina, o los partidarios de Marine le Pen en Francia, que encabezaron las preferencias en la elección al Parlamento Europeo, los de AfD en Alemania, que se convirtieron en la segunda fuerza desplazando al partido del Canciller Scholtz o la consolidación de Gioirgia Meloni, Presidenta del Consejo de Ministros de Italia, entre otras corrientes que acaparan posiciones de poder cada vez más relevantes.
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A esta nueva oleada le queda chico el apelativo de neoliberales, incluso el de conservadores. Milei, por ejemplo, ha dicho y repetido que los supuestos que inspiraron los programas de ajuste estructural en América Latina no eran lo suficientemente radicales y que estaban contaminados por conceptos que traicionan las doctrinas libertarias. Dice, por ejemplo, que le concedían demasiado peso al estado, a pesar de que buscaban reducir su presencia en la sociedad y en la economía. Y, en efecto, el programa de ajuste que se realiza en Argentina, va mucho más allá de lo que se vio en las últimas décadas en ese y en otros países, con un saldo de destrucción social que no tiene precedentes, al menos desde los años ochenta.
Trump ha ido perfilando un programa que radicalizaría los rasgos de su primer gobierno, por ejemplo en el desgaste del multilateralismo, el proteccionismo comercial, el control migratorio, y la ruptura de alianzas estratégicas regionales. Estos y otros aspectos tendrían un impacto inmediato, en el mundo y directamente en México.
La fobia trumpiana contra el multilateralismo continuaría debilitando el Sistema de Naciones Unidas, con una mayor pérdida de liderazgo en la solución de conflictos, en la promoción del desarrollo, en la búsqueda de la paz. Estados Unidos podría abandonar de nuevo algunas negociaciones internacionales, entre ellas las de cambio climático, como ya ocurrió hace años, poniendo en mayores riesgos el avance de los compromisos que a duras penas vienen avanzando, y reduciría los espacios para obtener más financiamiento y cooperación para la mitigación y la adaptación, y lo mismo podría ocurrir en otras convenciones internacionales. Si bien algunos bloques regionales y países continuarían presentes en el esfuerzo por evitar un mayor calentamiento global, sobre todo la Unión Europea y China, otras naciones podrían enfriar su participación en ese objetivo, y retrasar más la transición climática. La relación entre Estados Unidos y México para acelerar el uso de energías renovables podría resultar afectada.
El proteccionismo comercial y especialmente la contracción de la presencia china en Estados Unidos podría escalar aún más, lo que ya viene ocurriendo en el gobierno de Biden, pero seguramente cambiaría de formas y contenidos. Es probable, por ejemplo, que sea un proteccionismo más crudo, basado sobre todo en los aranceles y en otros instrumentos tradicionales, y que se abandonen o minimicen las políticas industriales que ahora están impulsando nuevos y más dinámicos sectores de la economía norteamericana. Para México, se podría elevar el riesgo de que el gobierno de Trump incremente presiones para frenar la presencia económica de China en México, y que en la renegociación del TLCAN surjan posturas más agresivas para evitar la presencia en América del Norte de competidores extra regionales. Las expectativas del nearshoring seguirían, sin duda, pero en un entorno más vigilado y limitado.
En el control migratorio, el tema que más ha explotado la campaña de Trump, la consecuencia inmediata sería no solo el mayor número de migrantes en tránsito que permanecerían en México, tanto en las ciudades fronterizas como las del interior, sino también las amenazas más intensas a la seguridad de los migrantes mexicanos que continuarían cruzando la frontera, y las dificultades para quienes entran y salen cotidianamente a trabajar en las ciudades de California, Arizona, Texas y otros estados. También reaparecerían las amenazas y chantajes que ya se vivieron en 2019, para que México adopte o se adapte a las decisiones de política migratoria del nuevo gobierno, sobre todo con la adopción de cierres del mercado estadounidense para ciertos productos exportados desde México o con restricciones mayores al comercio bilateral y al flujo de inversiones. Esto introduciría nuevos elementos de inestabilidad en las relaciones comerciales, que afectarían la salud económica de México.
La ruptura de alianzas estratégicas y el aislacionismo, que entre 2017 y 2021 llevó a Trump a poner en jaque a la OTAN, podría continuar ahora en la misma dirección, pero con el agravante de que dejaría más desprotegida a Ucrania ante la invasión Rusa, y facilitaría los objetivos estratégicos de Putin. Nada de esto debe parecernos lejano, porque el debilitamiento de Europa y de la Unión Europea, de por sí cuestionada por las fuerzas políticas de derecha emergentes en sus países, debilita a su vez el multilateralismo y la capacidad de países como México para tener presencia con aliados fuertes en los foros internacionales.
Este no es mas que un posible escenario de las amenazas trumpianas en temas como el multilateralismo, el proteccionismo, la migración y la ruptura de alianzas regionales. Es una perspectiva ominosa que se despliega en muchos otros frentes, y en todos ellos estamos involucrados. Una perspectiva ominosa.
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