Como cada sexenio, en las próximas semanas deberá quedar aprobado el Plan Nacional de Desarrollo, documento rector de la acción gubernamental, en el que la actual administración federal ha plasmado sus objetivos, estrategias y prioridades nacionales.
En efecto, de acuerdo con lo establecido por la legislación en la materia, el Plan Nacional de Desarrollo es el instrumento por medio del cual se busca «ordenar racional y sistemáticamente las acciones del Ejecutivo Federal y su Administración a fin de regular y promover la actividad económica, social, política, cultural, de protección al ambiente, aprovechamiento de los recursos naturales, ordenación de los asentamientos humanos y desarrollo urbano, para transformar la realidad del país de conformidad con la Constitución y las leyes».
Así, una vez aprobado por el Congreso de la Unión, el gobierno federal, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, contará con una “hoja de ruta” que habrá de observar durante todo su mandato con el fin de garantizar que, tal como lo señala nuestra Carta Magna, «el desarrollo nacional sea integral y sustentable, que fortalezca la soberanía nacional y su régimen democrático y que permita el pleno ejercicio de la libertad y la dignidad» de toda la población.
Al respecto, deben señalarse las propuestas para el desarrollo formuladas por la UNAM, a través del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo, en la colección “Informe del Desarrollo en México”, pues constituyen importantes «planteamientos de mediano plazo» que bien podrían alimentar la oferta programática que derivará del Plan Nacional de Desarrollo.
Entre las medidas que se incluyen destacan «la mejora de la distribución del ingreso, el combate a la pobreza mediante políticas laborales y mejoras salariales, el impulso de un crecimiento más dinámico, inclusivo y sostenido, el incremento más acelerado de las energías renovables en la matriz energética, y las necesarias reformas institucionales para el desarrollo inclusivo».
Sin duda, estos planteamientos constituyen una valiosa oportunidad para que la llamada “Cuarta Transformación” incluya los aportes surgidos desde la sociedad, sus universidades y centros de pensamiento y generar, en el marco de un verdadero proceso democrático, proyectos alternativos así como nuevos contenidos al nuevo proyecto de nación.
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