La desigualdad y la pobreza han sido realidades dolorosas e inadmisibles, pero finalmente toleradas, de la vida nacional desde la época colonial y en toda la historia de México. Dejaron de verse como hechos inevitables sobre todo cuando en otras naciones se logró mejorar progresiva o rápidamente la vida de las personas, y, luego, cuando el desarrollo mostró que en nuestro país era posible dejar atrás los rezagos sociales.
Escrito por: Enrique Provencio D.
Siempre hemos tenido conocimiento documentado de la exclusión; de la marginación hay detalles desde hace al menos medio siglo, y de la pobreza conocemos pormenores en los últimos treinta años. Es momento de asumir que la pobreza puede y debe erradicarse, reduciendo la desigualdad y ejerciendo plenamente los derechos.La información corrobora que 56 millones de personas están excluidas del bienestar económico, porque su ingreso es insuficiente para adquirir la canasta completa, alimentaria y no alimentaria; que 85 millones tienen al menos una carencia social; que 55.7 millones se encuentran en pobreza multidimensional; que 65 millones no tienen acceso a la seguridad social, y que 50 millones están fuera de los servicios de salud.
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Dicho de otro modo, llano y directo: entre nosotros, al menos 65 de cada 100 personas tiene vedado el cumplimiento de alguno de sus derechos, y de cada 100 compatriotas 61 son pobres por ingresos. Por donde se vea, se trata de una realidad penosa.Estos y otros hechos se discutieron en el foro Tres décadas de pobreza y desigualdad en México, convocado por el Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED) de la UNAM https://bit.ly/3P5bTof
En este foro participaron especialistas del propio PUED, como Fernando Cortés y Servando Cruz, y de otras instituciones académicas y de organizaciones sociales, como Claudia Maldonado, Alexandra Hass, Rogelio Gómez Hermosillo y Gerardo Esquivel. Se buscó no solo discutir la información reciente sobre el comportamiento de la pobreza y la desigualdad de 2018 a 2022, sino también dar cuenta de la situación a más largo plazo, a partir de 1992, con los indicadores disponibles y comparables desde entonces.Se conoce mucho sobre estos temas, pero sigue siendo necesario abordar aristas que antes no se tomaban en cuenta, o considerar aspectos emergentes que dan nuevas perspectivas sobre los procesos que generan la pobreza y la desigualdad, y sobre las políticas para enfrentarlos. Por esto es necesario analizar con cuidado la información y tomar en cuenta enfoques complementarios para captar mejor lo que ocurre.
Es tan relevante centrar la observación en el cambio ocurrido en años recientes, como poner la mirada en las tendencias de largo alcance; tan válido es destacar las mejoras registradas en los cortes recientes de la información, como llamar la atención en los problemas que se agudizaron o en lo que falta por conseguir. Tan necesario es poner atención a los posibles cambios recientes en el estado de la pobreza, como preguntarse si se trata de un giro de rumbo sostenible, o de variaciones que eventualmente podrían revertirse, como ha ocurrido en otros periodos previos. Es ya una tradición retomar las discusiones sobre la pobreza cada dos años, cuando el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) presenta su Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares, y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) da a conocer su información sobre los cambios en la información sobre el tema.
A veces se debate más, a veces menos, pero ocurre que la deliberación pronto es eclipsada por temas coyunturales, que terminan opacando los aspectos estructurales que marcan nuestra condición social y humana, hasta que en el siguiente ciclo se redescubre nuestra persistente pobreza, siempre tan capaz de adaptarse a las nuevas circunstancias.En las semanas recientes hemos leído o escuchado comentarios, artículos o declaraciones con muchos elementos útiles para conocer tanto el estado actual de la pobreza y la desigualdad, como sus cambios recientes, entre 2018 y 2022. Se trata de un cuatrienio excepcional porque en su centro estuvo la crisis de la pandemia, profunda no solo por la caída económica de 2020, sino sobre todo por sus consecuencias humanas, por la gran mortandad que alteró de forma drástica la esperanza de vida durante dos años y porque trastocó nuestra relación con la salud y otros servicios públicos. Además del análisis de los indicadores, ha reaparecido un debate trascendente sobre el significado y el contenido actual de la condición de pobreza, en cualquiera de sus categorías, y sobre las limitaciones evidentes que tiene su delimitación conceptual, legal e instrumental ante el hecho monumental de la degradación social que hemos vivido por la violencia, la inseguridad humana, la creciente vulnerabilidad ambiental y otras realidades de las que no da cuenta la actual medición de la pobreza. Sobre estos aspectos recomiendo leer artículos recientes de Mario Luis Fuentes en México Social https://bit.ly/47SL8ebTambién te podría interesar: Ante el dolor: burlas y ultrajes
En la siguiente entrega para México Social comentaré algunos de los principales aportes de los panelistas en el foro Tres décadas de pobreza y desigualdad en México. (continúa).