Bienestar, pobreza y economía, así como el empleo y el nivel de vida están comportándose de manera diferenciada, pero a la larga habrá una convergencia en esas dimensiones. Todo lo estamos contrastando con lo que se registraba poco antes de la pandemia, y se toma como medida de éxito volver a lo que teníamos a principios de 2020, o si acaso a fines de 2019. Esto es explicable, porque primero hay que levantarse de la caída de la crisis para seguir andando. Sin embargo, también hay que mirar a mayor distancia para apreciar lo que nos falta por recuperar, y sobre todo lo que hace falta cambiar.
Escribe Enrique Provencio Durazo
Veamos lo ocurrido en meses recientes con estas grandes dimensiones. CONEVAL actualizó hace días su información sobre la pobreza laboral https://www.coneval.org.mx/Medicion/Paginas/ITLP-IS_pobreza_laboral.aspx . Las noticias son variopintas. Un aspecto clave es que la población con ingreso laboral inferior al costo de la canasta alimentaria tuvo una ligera reducción frente al trimestre previo, y cerró 2021 con 40.3 por ciento de la población total. Esto es 3.7 puntos porcentuales por encima del primer trimestre de 2020.
Haga usted su balance. Puede decir que ya pasó lo peor, pues el pico más alto se alcanzó en el tercer trimestre del primer año de la pandemia, cuando la pobreza laboral llegó al 46 por ciento del total de la población. Puede sostener que seguimos peor que al inicio de la pandemia, lo cual también será correcto. Será cierto decir que hay una tendencia, aunque ligera, a que mejoren las cosas, aunque aquí se encontrará con el problema de que en 2021 hubo un trimestre en el que ya había bajado de 40 ese porcentaje.
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Pero mire un poco más atrás de esta crisis o del periodo de este gobierno y del anterior (gráfica 1) y constatará que a la larga estamos peor y seguimos muy mal. Si nos estabilizamos en la actual pobreza laboral, nos quedaremos como en el periodo 2009 – 2012, bastante peor que antes de la Gran Recesión de 2008-2009. El empleo, el ingreso y el costo de la canasta básica y sobre todo de la alimentaria, principalmente, están detrás de lo que ocurra con la pobreza laboral, y estos grandes factores tienen un comportamiento desigual, así que estamos por saber hacia dónde vamos.
Hay un telón de fondo de la pobreza laboral, y es el comportamiento económico. No van parejos, claro, pero no son ajenos. En términos generales la economía se estancó o bajó un poco todo el segundo semestre de 2021, y con ello la recuperación quedó suspendida, aunque el empleo formal siguió mejorando, afortunadamente. Algunas actividades alcanzaron más dinamismo que otras, como el transporte, los servicios turísticos y el comercio, pero los grandes agregados se tambalearon cuando apenas había iniciado la reanimación tras el desplome de 2020.
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¿Cómo iniciamos 2022 en este aspecto? Mal, sin duda. Si nos fijamos más atrás de la pandemia (gráfica 2), los niveles económicos comparables del producto se encuentran allá por el tercer trimestre de 2016, cinco años atrás. Y si comparamos con el punto máximo al que había llegado la economía, que fue a fines de 2018, ahora estamos un 4.3 por ciento abajo, y no regresaremos ahí sino hasta finales de 2023. Si las cuentas se hacen considerando los promedios por habitante las comparaciones son peores, claro.
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Hay que hacer muchos matices, pero la simple comparación de estos dos grandes agregados, dice que no bastó el crecimiento del producto luego de la Gran Recesión para reducir la pobreza laboral, al menos hasta 2015, año en el que empezó a reducirse dicha pobreza. Y uno de estos matices es, justamente, lo que ocurra con el empleo. Aquí entra una preocupación, que es la de la calidad en la recuperación económica y del empleo mismo.
Como ya se mencionó, el empleo formal, visto como el de los asegurados en el IMSS, ya se recuperó frente al inicio de la pandemia, y ahora viene la tarea de generar los empleos que dejaron de crearse. Ahora bien, cuando se miran las circunstancias del trabajo, sigue habiendo muchos motivos de preocupación. El indicador de condiciones críticas de ocupación lo muestra: la población ocupada que trabaja menos de 35 horas semanales y con ingresos por debajo del mínimo, o que labora más de 48 horas por semana y gana menos de dos salarios mínimos, seguía casi en 25 por ciento al cerrar 2021, y tres años atrás estaba en 15 por ciento.
Igual que con la pobreza laboral, las conclusiones pueden ser distintas: las ocupación en condiciones críticas está ahora mejor que en el peor momento de la crisis y la tendencia es positiva, pero está muy mal y no se ve que esté mejorando en forma acelerada. Y, sobre todo, está considerablemente peor que hace una década. La buena noticia es que el ingreso laboral por persona en términos reales ya supera al de principios de 2020, y que para quienes trabajan con contrato y tienen seguridad social la recuperación sí va por buen camino.
Resumiendo: nos estamos levantando de la caída, aunque ya tuvimos otro tropiezo. Si miramos solo al inicio de la pandemia, la mejora empieza a verse. Si ampliamos la mirada, lo que observamos es que nos falta mucho por recuperar pues estamos quedando en niveles inaceptables en aspectos clave de pobreza, bienestar y desarrollo.
Actualmente es investigador del PUED-UNAM e imparte, como profesor de asignatura, el curso de diseño y evaluación de políticas en la Especialización de Economía Ambiental y Ecológica del postgrado de la Facultad de Economía.Ha sido investigador del Programa de Estudios Avanzados en Desarrollo Sustentable de El Colegio de México (1992-1994), y del Programa de Aprovechamiento Integral de Recursos Naturales de la Facultad de Cienciasde la UNAM (1989-1993). Es Presidente del Centro Interdisciplinario de Biodiversidad y Ambiente (CEIBA, A.C.).
También es parte del Consejo Asesor de la revista Economía UNAM, y del Consejo Editorial de la revista México Social. Fue Preside el Consejo Económico y Social de la CDMX de 2013 a marzo de 2016. Es integrante del Comité de Evaluación Externa del Centro de Investigación en Geografía y Geomática Jorge L. Tamayo, Centro GEO, y del Órgano de Gobierno del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), ambos del sistema del Sistema de Centros CONACYT. Ha sido integrante de la Junta de Gobierno de El Colegio de Sonora. Ha sido director de la revista Economía Informa de la UNAM (1990-1993). Fue integrante del Comité Editorial de la revista Investigación Económica de la Facultad de Economía de la UNAM.
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