por Mario Luis Fuentes
En México 95 de cada 100 unidades económicas son consideradas como microempresas que tienen entre 1 y 10 empleados. En su totalidad, estas empresas generan sólo el 4.3% de la riqueza que se genera en actividades productivas en el país. En contraste, el 50% lo concentra sólo el 1.8% de las empresas existentes. De acuerdo con el INEGI, en México sólo 1,275 empresas, de los más de 4.2 millones que hay en el territorio nacional, tienen más de mil empleados.
Los Censos Económicos son, después de los Censos de Población y Vivienda, los instrumentos de generación estadística más antiguos de nuestro país. Su primer levantamiento se llevó a cabo en el año de 1930, y desde esa fecha se han llevado a cabo 18 levantamientos más.
Con base en la información disponible, puede sostenerse que desde la década de los 80 en el siglo pasado, el país decidió abandonar la política de fomento industrial. Desde la tesis de que la mejor política en la materia es que no hubiera política, lo que ha ocurrido es que México sigue siendo hasta hoy un país con una muy baja industrialización.
Desde esta óptica, y frente a los compromisos internacionales que tenemos respecto de las Metas del Milenio y la agenda del desarrollo humano sustentable “post 2015”, el reto se encuentra en diseñar una nueva política de industrialización nacional, que permita crear empleos dignos, incrementar nuestras capacidades productivas y competitivas, y fortalecer la posición de nuestro país como una de las economías más dinámicas del planeta.
Todo lo anterior, bajo un modelo de distribución equitativa de la riqueza pues, debe recordarse, el mero crecimiento económico no es garantía de mayor bienestar ni de justicia distributiva en ninguna sociedad; de hecho, el construir sociedades para la igualdad requiere de una deliberada intervención del Estado en los mecanismos de reparto de la riqueza socialmente producida.
Un breve recuento
Los datos oficiales muestran un estancamiento secular en los últimos 30 años. Para muestra, basta con mostrar cómo estábamos hace 10 años, frente a la realidad que tenemos al día de hoy.
De acuerdo con el INEGI, los Censos Económicos del 2004 arrojaron como resultado que en el año 2013 había en el país 3 millones, 5 mil 157 unidades económicas que realizaron alguna actividad económica objeto de censo, en las cuales laboraron 16 millones 239 mil 536 personas.
Asimismo, es relevante destacar que el 87% de la población ocupada en alguna de las 19 ramas productivas que hay en el país, se concentraba en los sectores de los servicios, el comercio y las manufacturas; el 13% restante se ubicaba en alguna de las otras ramas productivas.
En números absolutos, en las ramas productivas objeto de los censos económicas, había empleadas, en el citado año 2003, un total de 16.23 millones de personas, de las cuales, 14.4 millones laboraban en las ya mencionadas tres grandes ramas concentradoras del empleo en las unidades económicas que mide el censo.
Debe decirse además que del total de unidades económicas, en el 2003, 2.79 millones tenían de 1 a 10 empleados, es decir, un 91.4% del total de las unidades económicas contabilizadas por el Censo. En ese año estas micro-unidades emplearon al 42% del total de las personas ocupadas en el país. En contraste, las unidades económicas de más de 500 empleados generaban el 18% de los empleos que se contabilizaron en las ramas productivas consideradas por el Censo.
Una realidad preocupante
De acuerdo con los Censos económicos 2014, levantados por el INEGI, hay actualmente en el país un total de 5.66 millones de establecimientos en los que se desarrollaron actividades productivas. De éstos, 407,631 fueron abiertos durante 2014, mientras que el resto ya operaban en los años previos.
Del total de los establecimientos con actividades productivas, hay 4.20 millones que forman parte de las empresas privadas y paraestatales, en las cuales se encuentran ocupadas 21.4 millones de personas, entre quienes, a su vez, únicamente 12.14 millones son personas empleadas con remuneraciones fijas.
Un dato de suma preocupación para el país es que entre el total de los establecimientos hay 4 millones que tienen ente 0 y 10 empleaos, cifra que representó el 95.37% del total de los establecimientos contabilizados por el Censo; y si bien son resultados preliminares, los datos muestran que los últimos 10 años pueden ser considerados como retroceso, o al menos como de severo estancamiento en lo que a la capacidad productiva del país se refiere.
Lo anterior porque, si se comparan los datos citados arriba, habría 4 puntos porcentuales más de establecimientos que generan entre 0 y 10 empleos en el país, lo cual es no sólo síntoma de la fractura de la planta productiva y de la ausencia de un mercado interno sólido, sino también de la fractura del mundo del trabajo pues en la inmensa mayoría de estos establecimiento se labora en condiciones de informalidad, es decir, no se cuenta con contrato por escrito, ni se tienen prestaciones económicas y sociales.
Muy pocas grandes empresas
De acuerdo con la clasificación de los Censos Económicos que data del 2004, las Microempresas son las que tienen de 0 a 9 personas empleadas; son Pequeñas Empresas las que emplean de 10 a 49 personas; son Medianas empresas las que emplean entre 51 y 250 personas.
Asimismo son consideradas como “Grandes empresas” las que emplean entre 250 y 999 personas; mientras que como Mega empresas son consideradas las que tienen mil o más empleados.
En contraste con lo que ocurre a nivel de las microempresas, los Censos económicos 2014 muestran que únicamente 4,418 tienen entre 250 y 499 empleados; 1,918 empresas tienen entre 500 y 99 personas ocupadas, mientras que 1,275, empresas tienen mil o más personas ocupadas.
Extrema desigualdad
Las desigualdades entre los distintos tipos de unidades económicas que hay en el país son abismales. Un primer indicador que permite mostrar estas diferencias es el relativo al uso de internet para el desarrollo de sus actividades: entre las microempresas, casi el 85% de ellas no utilizó el internet en el marco de sus actividades primarias; en contraste, el 22.3% de las que tienen entre 11 y 50 empleados prescindieron de esta herramienta; mientras que sólo el 4% de las grandes y las mega empresas desarrollan sus actividades sin el uso primario del internet.
Otro de los indicadores de la desigualdad es la cantidad de ingresos que generan las empresas, según el número de personas que emplean. De acuerdo con los datos del INEGI, a pesar de ser mucho menos en cantidad, las mega empresas generan 2.04 veces más ingresos que las microempresas. En la misma lógica, las empresas que tienen entre 250 y mil empleados, generan 1.4 veces más recursos que la totalidad de las micro empresas.
Esta realidad también puede expresarse en términos de números relativos. Por ejemplo, las megaempresas obtienen el 30% de los ingresos totales de las unidades económicas existentes en el país, cuando representan sólo el .3% del universo captado por el Censo.
Otro 20% de la “tajada” se queda entre las empresas que tienen entre 250 y mil empleados; es decir, uno de cada cinco pesos de ingresos generados por las unidades económicas, se concentra entre únicamente el 1.5% de la totalidad de las unidades económicas del país.
Así visto, el 50% de los recursos que se generan en el país a través de las unidades económicas que operan en el territorio nacional, se queda en manos de únicamente el 1.8% del total de las empresas contabilizadas por el Censo 2014.
*Columna publicada con el mismo nombre en el periódico Excélsior, 20- Enero- 2015, p.24
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