por Roberto Vélez Grajales
Hace unos días el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) fijó postura en relación con una discusión que se ha dado en los últimos meses en los medios escritos referente al tratamiento que se le debe dar a la desigualdad en el contexto de pobreza que vivimos en México
El título que lleva la presente columna es el resultado de una discusión colegiada entre los directores de las áreas temáticas del CEEY: Enrique Cárdenas, Marcelo Delajara, Rodolfo de la Torre, Enrique Díaz-Infante y quien suscribeI. El punto de partida de la reflexión cuenta con un respaldo sólido. A partir del conocimiento acumulado durante más de diez años podemos sostener, con base en información primaria y los análisis resultantes a partir de ésta, que la movilidad social en el país es baja: las circunstancias de origen de los mexicanos pesan de manera más que significativa en sus opciones de logroII. Lo anterior se traduce “en pobreza crónica y en la persistencia de una alta desigualdad” en un contexto de bajo crecimiento económico. En este marco, en la discusión pública antes referida identificamos dos posturas mutuamente excluyentes: promover el crecimiento incluso a costa de una mayor desigualdad o instrumentar políticas redistributivas sin tomar en cuenta sus efectos sobre el crecimiento económico. Ante esta disyuntiva, y como se puede observar en la Figura 1, en “el CEEY consideramos que la estrategia doblemente ganadora es incrementar la movilidad social de generación en generación, pues con ello obtendremos mayor crecimiento económico y menor pobreza y desigualdad en el futuro”.
Aquí vale la pena hacer un alto en el camino, ya que en general el tratamiento que se le da a la movilidad social es el de una variable de resultados normalmente ligada a la desigualdad de resultados y, además, como se sugiere a través de la forma de construir la llamada Curva del Gran Gatsby, determinada por ellaIII. Si bien es cierto que este argumento se sostiene, se puede argumentar que la causalidad también va en el sentido opuesto (ver Figura 2). Además, si a la discusión anterior se incorpora la dimensión del crecimiento económico, resulta que la movilidad social media entre éste y la desigualdad de resultados. En este sentido, una mayor movilidad social desmonta la acumulación de desigualdades de oportunidad y la parte correspondiente de la desigualdad de resultados imputable a la misma, y esto a su vez impulsa el crecimiento económico a través de un mejor aprovechamiento de los recursos humanos.
Fuente: Los datos contemporáneos del coeficiente de GINI son tomados de World Development Indicators del Banco Mundial. Los datos de correlación intergeneracional de nivel educativo, en su mayoría para encuestas realizadas entre 1994 y 2004, se toman de T. Hertz et al., “The Inheritance of Educational Inequality: International Comparisons and Fifty-Year Trends”, The B.E. Journal of Economic Analysis & Policy, vol. 7, 2007.
Para entender el potencial de una mayor movilidad social imaginemos una carrera de automóviles en varias etapas. Si las condiciones de competencia son parejas, quien llegue en primer lugar lo habrá logrado por sus ventajas intrínsecas y la distancia que saque a los demás competidores será resultado de una desigualdad natural. Ahora pensemos en dos reglas de competencia distintas para la segunda etapa: todos arrancan desde el mismo punto o la distancia final entre los competidores de la primera carrera es la misma que se establece como punto de arranque para cada automóvil.
Pero ahora traslademos la discusión de las carreras de automóviles a la vida de las personas: ¿conviene un arranque de vida manteniendo la distancia acumulada que se generó durante la primera etapa, es decir, durante la vida de nuestros padres?
Si los padres más rápidos tienen a los hijos más rápidos, estos hijos no necesitarán de ninguna ayuda heredada para ganar la segunda etapa de la carrera. En cambio, si los padres más lentos tienen a los hijos más rápidos, puede suceder que la desventaja heredada sea tan grande que las posibilidades de triunfo para estos individuos sea nula. ¿Cuáles son las posibles implicaciones de este último escenario? Hay varias, una: que ante la desventaja de arranque observada, algunos no quieran seguir en la competencia. Otra, derivada de la anterior, es que la competencia perderá a algunos de sus mejores competidores. Ante la falta de competencia, ya sea por razones de herencia, por pérdida de participantes o por una suma de las dos, la competencia caerá en un estado de conformismo y mediocridad. En resumen, y regresando al contexto mexicano actual, una baja movilidad social nos lleva a una situación de alta desigualdad de resultados con bajo crecimiento económico, es decir, un equilibrio que a la larga no conviene a casi nadie.
Para transitar del mal al buen equilibrio de la Figura 1, en el posicionamiento establecemos la necesidad de “redefinir” la política social. En particular planteamos que “se debe apostar por garantizar la movilidad social a través de la inversión permanente en capital humano” a través “de una política sostenida en tres grandes pilares que garanticen calidad y acceso efectivo a: educación, salud y protección social”.
También mencionamos que para “capitalizar y sostener esta inversión se debe construir, además, una política laboral y de crecimiento que amplíe las oportunidades de trabajo formal y de generación de ingreso, lo cual a su vez se traducirá en mayores recursos fiscales”. Asimismo, establecemos la necesidad de “garantizar un acceso efectivo y en condiciones competitivas al sistema financiero, a fin de que las personas puedan ahorrar, financiarse en condiciones adecuadas, protegerse contra riesgos y asegurarse una vejez digna”.
Para cerrar, no olvidamos que “para completar un esquema que asegure la eliminación de las barreras a la movilidad social, se han de establecer nuevas reglas del juego que eliminen los sesgos en la impartición de justicia y la discriminación, y que permitan al Estado contar con un financiamiento sostenible y equitativo para brindar sus servicios de manera eficaz y sin corrupción”.
Los retos planteados son grandes, pero las metas todavía están a nuestro alcance.
NOTAS:
I. El texto del posicionamiento se puede encontrar en la columna de Enrique Cárdenas publicada en El Universal el 15 de abril de 2016: http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/enrique-cardenas-sanchez/nacion/2016/04/15/movilidad-social-por-un
II. Se han realizado dos levantamientos nacionales de movilidad social: Encuesta ESRU de Movilidad Social en México 2006 y 2011 (EMOVI-2006 y 2011). Derivado de lo anterior se han generado más de 40 artículos de investigación, así como diversas tesis de licenciatura, maestría y doctorado a través del programa de becas de movilidad social del CEEY.
III. Para una explicación sobre la curva del Gran Gatsby, así como su instrumentación, vale la pena revisar el texto de Miles Corak disponible aquí: http://ftp.iza.org/dp7520.pdf
Roberto Vélez Director de Movilidad Social y Bienestar Socioeconómico del CEEY. Economista con estudios doctorales en Historia Moderna por la Universidad de Oxford. Sus áreas de investigación se concentran en movilidad social, desarrollo humano e historia antropométrica. |
El texto del posicionamiento se puede encontrar en la columna de Enrique Cárdenas publicada en El Universal el 15 de abril de 2016: http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/enrique-cardenas-sanchez/nacion/2016/04/15/movilidad-social-por-un
Se han realizado dos levantamientos nacionales de movilidad social: Encuesta ESRU de Movilidad Social en México 2006 y 2011 (EMOVI-2006 y 2011). Derivado de lo anterior se han generado más de 40 artículos de investigación, así como diversas tesis de licenciatura, maestría y doctorado a través del programa de becas de movilidad social del CEEY.
Para una explicación sobre la curva del Gran Gatsby, así como su instrumentación, vale la pena revisar el texto de Miles Corak disponible aquí: http://ftp.iza.org/dp7520.pdf
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