La historia no es sólo el recuento de los hechos pasados. Pensada dialécticamente, es lo que hacemos todos los días, y a través de lo cual miramos, leemos, interpretamos lo que ocurrió en los días que han quedado atrás. Por eso se ha insistido en la indispensable e irrenunciable responsabilidad de no olvidar; de construir una memoria crítica y de no repetir los peores acontecimientos construidos y en construcción.
Escrito por: Mario Luis Fuentes
Desde este lente, pensar la llamada “Cuarta Transformación” es una responsabilidad que debemos tomarnos en serio. Desde los panegíricos que a diario profieren quienes justifican todo lo que se hace desde el régimen, estamos ante un momento de cambio histórico de salvación. Afirman que se trata “del pueblo salvando al pueblo”; de “los pobres defendiendo a los pobres”.
Del otro lado está el vacío. Porque una de las trampas narrativas que ha logrado construir con extrema eficiencia este gobierno es que existe una oposición, a la que genéricamente denomina como “la derecha”; “los conservadores”; “los fifís”; etiquetas en las que cabe todo y nada; y que es posible machacar una y otra vez porque no definen a nadie y es que, tristemente, no hay a nadie opositor que pueda realmente ser definido así.
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Por supuesto que hay grupos inconformes; y que también hay mentes brillantes que están diagnosticando el despropósito autoritario que se ha construido en la presente administración; pero son voces dispersas, desarticuladas en propósito y proyecto político, pues a pesar de que hay un gran número de ideas poderosas, alternativas a las que hoy conducen al gobierno, éstas no se han concretado en una posición encabezada por alguno de los partidos políticos nacionales.
De este modo, si algo debe enseñarnos este proceso de crisis política, es que las democracias no pueden funcionar sin liderazgos; pero que tampoco son funcionales cuando sucumben a éstos. Las poblaciones requieren de rumbo; pero eso no significa que necesiten pastores o profetas. Lo que es urgente es la construcción de liderazgos sociales con vocación democrática y con un profundo sentido de patria y de servicio a los demás, sin exigir la sumisión, lealtad a ciegas u obediencias gratuitas.
Poco a poco, el discurso político ha derivado en un ejercicio de exclusión que, bajo la etiqueta de “neoliberal”, como sinónimo de todo aquello que representa a lo moralmente bajo y despreciable, rechaza los principios fundamentales de las democracias liberales e incluso de la socialdemocracia: tolerancia, respeto a la diferencia, reconocimiento e impulso al pluralismo político, respeto y reconocimiento de la diversidad; y un compromiso indeclinable con las libertades y los derechos humanos.
Una de las expresiones más recientes de la intolerancia en el poder es la “recomendación” hecha por el Ejecutivo Federal a quienes aspiran a sucederlo, de no presentar los proyectos de continuidad de la cuarta transformación en medios o espacios críticos a la 4T. El argumento es absurdo: como no piensan como nosotros, es que representan los intereses contrarios a la nación.
Y es que el movimiento que hoy está en el poder logró lo mismo que el PRI en el siglo XX: generar una identidad entre la idea de la “nación mexicana”, y sus siglas, colores, y peor aún, sus dirigentes. La aniquilación política comienza con el ostracismo; por ello lo inventaron los griegos: porque quien no tiene voz o capacidad de interlocución, tarde o temprano termina por desaparecer del escenario de lo público.
Un presidencialismo funcional sólo pude ser aquel que dialoga y construye no mayorías, sino consensos amplios para el beneficio de todas y todos; por ello, dado que la percepción generalizada es que no habrá una candidatura presidencial competitiva, las dirigencias partidistas, ante su evidente incapacidad de construir y ejercer liderazgo, deberían renunciar y dejar que otros intenten convencer a ciudadanas y ciudadanos ejemplares, para que acepten ser candidatos al Congreso y con ello, articular un Congreso dialogante, plural, diverso, que defienda y articule nuevas y más sólidas estructuras y vocaciones democráticas que le den viabilidad social y política a nuestro país.
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