El consumo de alcohol es, sin duda, uno de los principales problemas de salud pública tanto en México como en el resto del mundo. A pesar de su arraigo cultural, las consecuencias del consumo excesivo y problemático han sido bien documentadas en múltiples estudios, que señalan el impacto en la salud, la economía y el tejido social. Las recomendaciones de organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) son claras en cuanto a la necesidad de fortalecer estrategias preventivas. En este artículo, revisaremos las mejores recomendaciones para prevenir el alcoholismo, tanto a nivel internacional como nacional, con un enfoque crítico en las estrategias implementadas por el sistema de salud mexicano.
Un Artículo de: México social/ Saúl Arellano
El alcoholismo, definido por la OMS como un “patrón de consumo perjudicial de alcohol que provoca un deterioro o malestar clínicamente significativo” (Organización Mundial de la Salud, 2018), es una de las principales causas de mortalidad evitable en el mundo. En América Latina, y en particular en México, el problema se agrava por la falta de una cultura sólida de prevención y tratamiento.
Según la OPS, “el consumo nocivo de alcohol contribuye a más de 200 enfermedades y trastornos, incluidos los trastornos mentales y del comportamiento, enfermedades hepáticas, cardiovasculares y varios tipos de cáncer” (Organización Panamericana de la Salud, 2020). Esta realidad se refleja también en las estadísticas mexicanas: de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2021, el 24% de los adultos reportó haber consumido alcohol de manera excesiva en los últimos 12 meses (Secretaría de Salud, 2021).
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La OMS y la OPS han trabajado conjuntamente para establecer pautas efectivas para prevenir y reducir el consumo de alcohol. Estas recomendaciones pueden dividirse en tres grandes ejes:
El gobierno mexicano ha implementado diversas estrategias para abordar el consumo de alcohol, pero la efectividad de estas medidas sigue siendo prácticamente nula. Las campañas de sensibilización han sido recurrentes, pero la cultura del consumo moderado de alcohol no se ha afianzado en la población. La Secretaría de Salud ha reconocido que las políticas actuales no han logrado un impacto suficiente en la reducción de las tasas de alcoholismo, y propone fortalecer el enfoque en los grupos de mayor riesgo: adolescentes y adultos jóvenes.
Una recomendación clave de la OPS es la implementación de programas escolares que eduquen a los jóvenes sobre los riesgos del consumo de alcohol desde edades tempranas (OPS, 2020). Si bien México ha lanzado iniciativas de este tipo, su alcance es limitado, y en muchas ocasiones, los programas se enfocan más en la prohibición que en una educación integral sobre el consumo responsable.
Otra estrategia sugerida por la OMS es la limitación de los horarios de venta de alcohol, una medida que ha demostrado ser efectiva en otros países. En México, algunas entidades federativas han implementado restricciones de horario, pero no ha habido una política nacional uniforme. Esta disparidad ha permitido que, en algunas regiones, el acceso a bebidas alcohólicas sea prácticamente irrestricto, lo cual agrava el problema.
Las recomendaciones emitidas por la OMS y la OPS ofrecen una guía clara sobre las medidas necesarias para reducir el consumo nocivo de alcohol. Sin embargo, la aplicación efectiva de estas estrategias requiere un enfoque integral que incluya no solo la regulación y la fiscalización, sino también un cambio cultural en la percepción del alcohol. México enfrenta grandes desafíos en este sentido, pero el fortalecimiento de los programas de prevención, especialmente aquellos dirigidos a jóvenes y poblaciones vulnerables, puede marcar la diferencia.
Es necesario avanzar hacia un modelo que no solo restrinja el acceso al alcohol, sino que también ofrezca alternativas y apoyo para quienes ya están atrapados en la espiral del consumo problemático. Como señaló el informe de la OPS, “la lucha contra el alcoholismo es una batalla que debe librarse en todos los frentes: desde la educación hasta la regulación, pasando por el tratamiento” (OPS, 2020). México tiene las herramientas para hacerlo, pero falta una mayor voluntad política y social para implementar las medidas de forma eficaz y sostenida.
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