por Mario Luis Fuentes
Ser una persona indígena en México es sinónimo de pobreza: siete de cada diez viven en esa condición. Ser una niña o niño de un grupo étnico implica tener tres veces más probabilidades de morir antes de los cinco años, que un menor que nace en una zona urbana. Formar parte de uno de estos pueblos implica vivir en ocho de cada diez casos, en localidades de alta o muy alta marginación. En síntesis, si se es indígena, sólo en 5 de cada 100 casos se tendrá la posibilidad de no ser pobre o vulnerable.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos define al país como una nación pluricultural; también como una nación multilingüe, pues cuenta, de acuerdo con el Catálogo de Lenguas Indígenas Nacionales, con 68 agrupaciones lingüísticas, las cuales se dividen además en múltiples variantes, que convierten a México en uno de los países con mayor diversidad y riqueza lingüística en el mundo.
A pesar de la relevancia que ha cobrado el debate sobre la cuestión indígena en el país en las últimas dos décadas, aún no se generan los mecanismos apropiados para reducir la profunda desigualdad social y económica que los caracteriza, para reducir su pobreza y para erradicar el racismo y la discriminación de que son objeto.
¿Cuántos son y en dónde viven?
No obstante los avances que se han conseguido en materia de estadísticas relativas a los pueblos indígenas del país, todavía hay un debate abierto en torno a cómo cuantificarlos y cómo definir la pertenencia a un pueblo originario. Quienes son partidarios de la definición por auto-adscripción sostienen que en el país habría más de 12 millones de personas pertenecientes a los pueblos indígenas.
Por otra parte, se encuentra la medición oficial del INEGI, la cual se basa en una doble dimensión: personas hablantes de lenguas indígenas y personas que forman parte de hogares indígenas, esto es, aquellos en los que el jefe o jefa del hogar es hablante de alguna lengua indígena. En esta dimensión, el INEGI estima que en el año 2010 había en el país 6.7 millones de personas mayores de cinco años hablantes de lenguas indígenas.
Por otra parte, tomando también como referencia el Censo de Población y Vivienda 2010, la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) estima en 11.13 millones de personas indígenas, tomando como referencia la noción de “localidades indígenas”.
En efecto, según el Atlas de los Pueblos Indígenas de México, habría en el país 34 mil 263 localidades con una proporción de población indígena (PI) mayor o igual al 40% de su población total; también dos mil 118 localidades con una densidad de población de menos de 40% de PI y más de 150 indígenas; así como 27 mil 791 localidades con menos de 40% de PI y menos de 150 indígenas entre su población total.
Es tal la diversidad cultural y étnica de nuestro país que, según el Catálogo de Localidades Indígenas de la CDI y del Atlas de los Pueblos Indígenas de México, de las 32 entidades federativas que integran a la Federación, sólo en cuatro estados no se encuentran pueblos indígenas: Aguascalientes, Baja California Sur, Nuevo León y Zacatecas, y de los dos mil 452 municipios que hay en todo el territorio nacional, sólo en 32, en el año 2010, no se identificó presencia de personas indígenas.
Las entidades con mayor presencia indígena
De acuerdo con los datos del Censo de 2010, elaborado por el INEGI, Oaxaca es la entidad con mayor proporción de población indígena, pues en ella más del 30% de sus habitantes son hablantes de alguna lengua indígena; en orden de magnitud, le siguen los estados de Chiapas, Yucatán y Quintana Roo, en donde entre 15% y 30% de su población sería hablante de alguna lengua indígena.
Por otra parte, en Guerrero, Hidalgo, Veracruz, Puebla, San Luis Potosí y Campeche, el INEGI logró identificar que entre 5% y 15% de sus poblaciones serían hablantes de lenguas indígenas; mientras que en Sonora, Chihuahua, Michoacán, Nayarit, el Estado de México, Tlaxcala y Tabasco, habría entre un 2% y 5% de sus habitantes pertenecientes a alguno de los pueblos indígenas que ahí habitan.
Una infinita desigualdad
En nuestro país, la pobreza, la desigualdad y la exclusión social se expresa fundamentalmente entre las poblaciones indígenas. De acuerdo con el INEGI, hay casi ocho millones de personas mayores de tres años que son hablantes de lenguas indígenas, de los cuales, 5.1 millones se encuentran en condiciones de pobreza, cifra equivalente a casi 77% de este grupo de población.
Esta cifra contrasta con el dato del Coneval, relativo a que entre la población no indígena el indicador de pobres equivale al 44% de la población.
Lo más grave es que entre quienes hablan lenguas indígenas la pobreza extrema es equivalente al 38% del total, cifra cuatro veces mayor a la intensidad de la pobreza que se presenta entre la población no indígena, entre quienes la cifra es cercano a 9%.
A lo anterior debe agregarse que la medición oficial de la pobreza muestra que entre las poblaciones indígenas hay solamente 200 mil personas, sólo 3.5% del total, que viven en condiciones adecuadas de bienestar; es decir: por cada 100 personas que son hablantes de lenguas indígenas, hay 97 que son pobres o vulnerables por alguna de las carencias sociales.
Según los datos oficiales, adicionalmente hay un 47.7% de quienes forman parte de los pueblos originarios que se encuentran en rezago educativo, es decir, son personas que no han concluido el ciclo elemental de la educación básica; asimismo, 23.4% son vulnerables por carencia de acceso a los servicios de salud, mientras que 82.3% no tiene acceso a los servicios de la seguridad social.
Un 70% de quienes son parte de los pueblos originarios carece de servicios básicos en sus viviendas; mientras que, adicionalmente, uno de cada tres personas vive en viviendas precarias, es decir, casas que están hechas de materiales como cartón, lámina o definitivamente viviendas agrestes, como en el caso de las y los rarámuri, quienes habitan literalmente en cuevas en la montaña.
Un dato de suma preocupación es que una de cada tres personas que forman parte de los pueblos indígenas vive en vulnerabilidad por carencia a la alimentación; es decir, son personas que, además de ser pobres, carecen de medios, recursos y, en general, de oportunidades de acceso a alimentos sanos, nutritivos e inocuos.
De acuerdo con el Índice de los Derechos de la Niñez Mexicana del año 2012, elaborado por CEIDAS, la probabilidad que una niña o niño indígena tiene de morir antes de los cinco años es tres veces mayor que la registrada entre las niñas y niños de las zonas más urbanizadas y con mayor nivel de bienestar.
Todo lo anterior es muestra de la injusticia ancestral que sigue afectando a quienes forman parte de los pueblos originarios, lo cual debe revertirse si queremos convertirnos en un país incluyente y equitativo con todos.
*Columna publicada con el mismo nombre en el periódico Excélsior, 15- Abril- 2014, p.20
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