Escrito por 5:00 am Destacados, En Portada, Saúl Arellano

¿Qué sentido tiene casarse?

Preguntar por el sentido de la acción de las personas implica intentar comprender, al menos, cuáles son las motivaciones de sus decisiones más relevantes; cuáles las significaciones que le otorgan a ciertos hechos y no a otros; y cuáles son los principios y valores que determinan o influyen en sus procesos de racionalización y entendimiento de la realidad.

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Desde esta perspectiva, la pregunta relativa a qué sentido tiene contraer matrimonio en nuestros días cobra una mayor pertinencia, ante la aceleradamente creciente tendencia de los divorcios. En efecto, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en el año 2019 se llegó a la cifra histórica de poco más de 160 mil divorcios en todo el territorio nacional.

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El dato en sí mismo dice poco; pero cundo se le pone en perspectiva, permite entender que estamos asistiendo a una profunda transformación respecto de una de las instituciones con mayor “carga tradicional” en nuestra cultura: la institución matrimonial, en sus vínculos y conexiones con la formación de las familias.

Desde esta óptica, resulta relevante decir que, según los datos oficiales, entre los años 2000 y 2019 se ha incrementado en 205% el número anual de casos de divorcio, siendo la mayoría de ellos, divorcios “incausados”. Este crecimiento implica un cambio en la tasa de divorcios, pues si en el año 2000 era de aproximadamente 7 por cada 100 matrimonios, en el 2019 la tasa se ubicó en poco más de 31 casos por cada 100 uniones civiles.

De igual manera, de no modificarse la trayectoria y tendencia creciente en el número de casos, para el año 2030 la tasa podría ubicarse en alrededor de 62.22 divorcios por cada 100 matrimonios, mientras que en el 2040 se ubicaría en aproximadamente 97 divorcios por cada 100 uniones. Es interesante observar además que el 42% de del total de los casos se registra, en conjunto, antes de los primeros diez años del matrimonio.

Lo que sugieren estos datos, es que hay una importante transformación en el significado que las personas le otorgan al casarse, y también al acto de divorciarse. Y esto coincide con la modificación de los roles de las mujeres tanto en el ámbito profesional como en el personal y familiar, en los que han logrado ampliar su marco de libertades, y también los mecanismos para un mayor acceso a mecanismos de justicia y garantía de sus derechos.

Por otro lado, también puede ocurrir que las personas que contraen matrimonio, no le otorgan el mismo sentido de “sacralidad” y de carácter permanente e indisoluble, que solía asociarse al matrimonio, sobre todo si se le piensa desde una perspectiva religiosa, en la que se asume que la unión está sellada por la divinidad.

Hay quienes afirman que los mayores problemas sociales se relacionan directamente con la disolución del vínculo matrimonial, pues éste ocasiona la “disfuncionalidad de las familias” y con ello, el incumplimiento de los roles esperados de las personas en la sociedad.

No hay nada más conservador que ese tipo de pensamiento; y, de hecho, es pertinente señalarlo, responde a la visión positivista que tenía de la familia, por citar sólo un ejemplo, Augusto Comte, quien afirmaba que el divorcio podía ser equiparado a la “anarquía social”.

Lo que es cierto es que las tendencias obligan a repensar de qué se habla cuando se piensa en este tipo de contratos entre personas, y en qué medida, el orden jurídico se encuentra sumamente rezagado respecto de la nueva configuración de los arreglos y dinámicas de las relaciones de pareja, en el sentido más amplio posible.

Desde esta perspectiva, lo que es necesario es construir, a partir de la sociología, la filosofía, la antropología y otras disciplinas sociales, una nueva lógica interpretativa que nos permita comprender el significado profundo de estas tendencias, y con ello, también comprender y explicar y explicarnos, cómo construir mejores formas de convivencia, pero también de ruptura y finalización civilizada de las relaciones.

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Investigador del PUED-UNAM

www.mexicosocial.org

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