La cantidad de personas extranjeras que vive en México de forma permanente o temporal es casi el equivalente a una cuarta parte de los habitantes de Guadalajara, es decir cerca de 1 millón 300 mil personas. La gente estadounidense es la de mayor porcentaje, tan solo respecto al 2019, antes de la pandemia, la cifra ha aumentado un 70% según lo registrado hasta el 2022, se registraba una población de casi 20,400 personas de Estados Unidos. También hay población inmigrante que reside en México y es originaria de Alemania, Argentina, Canadá, Colombia, Cuba, España, Guatemala, Honduras, Japón y Venezuela.
Escrito por: Lizzy Santoyo Arrioja
En 2022 la cantidad de extranjeros que solicitaron residencia fue de 431 mil 881 personas. Según el último censo del INEGI, además del 1millón 300 mil señalados anteriormente también se considera que hay cerca de 200 mil personas indocumentadas. Quienes solicitan la residencia temporal o permanente se asientan en (por orden alfabético) Baja California, Baja California Sur, Chiapas, Ciudad de México, Guanajuato, Jalisco, Nuevo León, Quintana Roo y Yucatán.
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Para las personas estadounidenses México es su lugar de retiro, de descanso, mientras que para la población latina tiene otro significado; es un destino para mejorar su calidad de vida o están de paso por motivos laborales, las personas estadounidenses que solicitan residencia son principalmente de 50 años para arriba, dado que tienen un mayor poder adquisitivo y el vivir en México les resulta más cómodo pues pueden tener acceso a zonas habitacionales, servicios, transporte, entretenimiento de calidad. La Ciudad de México y Quintana Roo son sus principales destinos.
Aquí es conveniente aterrizar un tema del cual escuchamos cada vez más; la gentrificación, para el sector inmobiliario se trata de un tema de revalorización de los inmuebles en determinadas zonas, en términos prácticos se trata de rehabilitar, renovar y reconstruir un espacio urbano con el fin de aumentar la capacidad económica de determinado lugar, que visto de manera simple podría considerarse algo favorable, algunas zonas que suelen estar descuidadas lucen mucho mejor, con espacios urbanos agradables, cómodos, con servicios de primera, apuntala al comercio, tiene mejor posicionamiento y mayor plusvalía, sin embargo; también significa una elevación de precios, y los residentes, por años, de esas zonas se ven imposibilitados para pagar, las personas que rentan son desplazadas, muchas veces con engaños, para que el inmueble sea desocupado con prontitud y sea puesto como opción de hospedaje a través de la plataforma de Airbnb, o como renta para las personas nómadas digitales, que suelen ser extranjeras con poder adquisitivo.
Esta situación fue visible primeramente en lugares como la colonia Condesa, Roma, Doctores, Escandón en la Ciudad de México, parecía que la gentrificación se daría en la capital y tal vez en las mayores ciudades del país, no obstante; esto se ha hecho más evidente en lugares como Quintana Roo, específicamente Cancún, Puerto Morelos y Tulum.
Las rentas se han elevado, obligando a locales a moverse a otros lugares pues las colonias consideradas populares han duplicado sus precios de renta, la proliferación turística ha impulsado la gentrificación que ha afectado también a algunas escuelas públicas situadas en las zonas tradicionalmente populares, ahora una gran parte de las y los alumnos que asisten no son de las zonas circundantes sino de regiones más lejanas lo que complica su desplazo a la escuela así como un mayor gasto de trasportación, esto se traduce en menos estudiantes inscritos al plantel escolar, como sucede en la Escuela Primaria Alfredo V. Bonfil en Cancún.
En la colonia Donceles, una de las más populares, las rentan solían estar entre 4 o 5 mil pesos al mes por una casa pequeña de dos habitaciones, hoy duplican su precio y la mensualidad está en 10 mil pesos. En Puerto Juárez sucede similar, pues al ser una zona cerca del mar, la demanda por parte de turistas y nómadas digitales que habitan temporalmente se ha incrementado.
Por otro lado, las y los propietarios optan por vender sus inmuebles o terrenos y moverse a otras zonas como sucede en Tulum que vive una vorágine de crecimiento, lo que solía ser un pueblo pequeño y accesible se va absorbiendo por construcciones, fraccionamientos y proyectos de millones de dólares. Con los proyectos del Tren Maya y el Aeropuerto de Tulum, la plusvalía ha aumentado hasta en un 30% en menos de dos años.
El fenómeno de la gentrificación tiene por un lado el beneficio de mejorar los espacios, de hacerlos más “sanos” para habitar, y como estas colonias populares presentan cualidades atractivas como zonas verdes, buena ubicación, etc. Es un negocio atractivo y redituable para constructoras. Por otro lado; deja a las poblaciones de escasos recursos y que han pasado gran parte de su vida en esas localidades, aún más vulnerables, pues deben hacer gastos que no consideraban y que además no cuentan con el ingreso necesario para ello. Les orilla a vivir en casa con techos de lámina o de cartón, sin servicios públicos muchas veces y muchas otras sin banquetas.
Aunque pareciera nuevo, el fenómeno de la gentrificación se viene dando desde fines del siglo XX, donde tierras que eran ejidales empezaron a ser compradas por la iniciativa privada y así ha sido como han aumentado las zonas irregulares en Tulum, Playa del Carmen y Cancún.
La desigualdad se hace más profunda y evidente, la vista panorámica es una donde se aprecia el lujo al lado de la marginación. Así mismo, la gentrificación debido al turismo, nómadas digitales y fluctuación de residentes también implica un gasto en los recursos naturales, hablando de Quintana Roo, como el acceso al agua y a la tierra.
Sin duda el turismo es una gran fuente de ingresos, de las principales para el país, y Quintana Roo es “la joya de la corona”, también es favorable el recibir personas extranjeras que buscan la residencia de manera permanente o temporal, el problema no es en sí ni el turismo ni la migración sino la carencia de políticas públicas y legislación que mitigue los efectos de la gentrificación.
Podría regularse el tiempo de estancia en que se renta un inmueble, en Japón, por ejemplo, donde las personas propietarias de un inmueble usado para estancias vacacionales deben registrarse y las estancias deben ser mínimo de 1 semana y máximo de 180 días. Otra opción, como en Puerto Rico es que en ciertos fraccionamientos se prohíba la renta de corta duración por medio de plataformas digitales.
Legislar la cantidad de inmuebles por colonias o zonas, así como la cantidad de días podría ser una opción útil, incluyendo estímulos fiscales o un aumento en pago de impuestos.
La discusión al respecto es necesaria, la tecnología y el mundo digital nos lleva la delantera, y es necesario apretar el paso para evitar dañar aún más el tejido social, para evitar los contrastes tan profundos entre la opulencia y la pobreza que afectan a nuestro país.
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