El pasado 8 de mayo fue decretada la Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación, luego de su aprobación en una sesión por demás irregular en el Senado y un proceso abortado de consulta y parlamento abierto en la Cámara de Diputados. La nueva ley aparece en un ambiente crispado y de confrontación entre las autoridades y los investigadores y sus instituciones, en un momento crítico para el desarrollo científico y tecnológico de México.
Escrito por: Enrique Provencio D.
El débil sistema mexicano de ciencia, tecnología e innovación (CTI) tiene años muy difíciles por delante. En el último cuatrienio privó el enfrentamiento y las recriminaciones de las propias autoridades contra las comunidades académicas, y no solo las agrupadas en el CONACYT. Las acusaciones basadas en falsedades, las persecuciones judiciales, el retiro de proyectos, toda una campaña de hostilidad constante, fueron el contexto en el que se presentó y aprobó la nueva ley.
En tanto la Suprema Corte de Justicia de la Nación no decida otra cosa, hay ya un CONACYT transformado en Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (CNHCT), están presentes las fuerzas armadas en su junta de gobierno, ahora integrada solo por entidades públicas, está ahora un sistema de centros públicos de investigación más centralizado y controlado desde el CNHCT con reglas más discrecionales. Mientras tanto, hay una cruda realidad caracterizada por rezagos y retrocesos, que no aleja de una ruta de consolidación y desarrollo de un sistema científico y tecnológico.
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Casi coincidiendo con la publicación de la nueva ley apareció el nuevo informe Perspectivas de ciencia, tecnología e innovación 2023, de la OCDE 2023 https://bit.ly/3VRLcoO , que actualiza elementos para ubicar y comparar lo que nos está ocurriendo. El informe destaca que en el mundo se ha configurado una nuevo momento para los sistemas de CTI, como resultado de la pandemia del Covid-19, el aceleramiento de la transición digital, la invasión a Ucrania, la intensificación de las tensiones geopolíticas, y las mayores urgencias de la transición climática, entre otras fuerzas motrices. Hay un “nuevo entorno operativo” para los sistemas y las agencias de CTI por las disrupciones recientes
Este entorno supone más turbulencias, inestabilidades, incertidumbres y riesgos que repercuten en los sistemas científicos, y más capacidades de largo plazo para enfrentarlos, sobre todo con mayores inversiones en investigación y desarrollo, mejores infraestructuras y habilidades de gestión. También aparecen tendencias reforzadas en la denominada seguridad de la investigación, para enfrentar interferencias en la investigación pública y ganar márgenes de acción en las crisis, como ocurrió durante la pandemia.
La crisis del coronavirus aceleró la investigación en diversos campos y elevó las inversiones en CTI en varios países, y en la OCDE en conjunto, tanto las públicas como las privadas. La gráfica siguiente informa que países como Israel, Corea, Estados Unidos y otros aumentaron la proporción del producto dedicado a CTI a partir de 2019, y actualiza los datos tan conocidos sobre el rezago que aqueja a México en comparación con el grupo de alta intensidad en estas inversiones. Según esta fuente, México redujo de 0.49 a 0.30 % del PIB su gasto en este rubro de 2010 a 2020, con lo que se amplió la brecha y sigue a la cola en esta lista, como se ve abajo a la derecha de la gráfica.
Se dice, con razón, que la inversión no debe ser considerado como el único elemento para ubicar la prioridad que se le otorga a CTI. Sin embargo, un índice combinado de este criterio, con los investigadores por cada 1000 habitantes, patentes registradas y artículos publicados, refleja una brecha muy parecida, y coloca a México en el sitio 40 de un total de 41, solo por encima de Chile https://bit.ly/44S1mCI .
El mayor esfuerzo en estos años recientes ha significado que entre los instrumentos de política de CTI se encuentre en segundo lugar los apoyos a las empresas privadas, después de los proyectos de investigación pública. Es importante mencionarlo por la estigmatización que se ha hecho en México los años recientes a los programas de CTI con las empresas, lo que está contribuyendo a la reducción de fondos para investigación en innovación. Los sectores en los que más viene creciendo la investigación son los de software, electrónica, inteligencia artificial, farmacéutica y biotecnología, que, no es casual, son de los que registran más dinamismo económico, incluso más que la automotriz y la aeroespacial https://bit.ly/3VRLcoO .
Sigue comprobándose que la capacidad científica, tecnológica y de innovación propulsan la prosperidad económica y el desarrollo, y que el esfuerzo genera indudables beneficios, como lo muestran ahora países como Corea e Israel. Las transiciones que estamos viviendo en campos como el cambio climático, la salud pública, la energías renovables y otras están exigiendo una prioridad más elevada para la CTI, que se enfrenta a un “nuevo entorno operativo”, como dice la OCDE. Mientras esto pasa frente a nosotros, la autoridad nacional se ha empeñado en moldear la política y la institucionalidad científica a su antojo, y de estigmatizar a los investigadores y a sus centros de trabajo. Tal es nuestra cruda realidad científica.
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