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Estrategias de Refacultamiento Ciudadano para una Democracia Inclusiva y Activa

En el contexto de la democracia contemporánea, la regla de la mayoría establece más que la determinación de quién ostentará el poder político; refleja una profunda interacción entre los derechos y deberes inherentes a la ciudadanía.

Escrito por:   José Ojeda Bustamante

Esta interacción, fundamentada en el acceso equitativo a derechos civiles, políticos y sociales, marca el principio de una sociedad justa y equitativa. La visión de Marshall sobre la ciudadanía sugiere que la verdadera democracia se alcanza solo cuando estos derechos convergen, permitiendo a todos los individuos participar activamente en la vida social, económica y política sin discriminación.

La ciudadanía, tal como se entiende en las sociedades democráticas, implica no solo el derecho a votar y ser votado, sino también el acceso a un mínimo bienestar económico y a una vida digna conforme a los estándares predominantes de la sociedad. Este concepto ampliado de ciudadanía desafía las visiones tradicionales, promoviendo una igualdad básica asociada con la pertenencia a una comunidad política, donde todos los miembros están dotados de derechos y obligaciones por el mero hecho de su pertenencia al Estado.

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Sin embargo, la realización plena de la ciudadanía enfrenta obstáculos significativos.

Fenómenos como el voto nulo o en blanco son manifestaciones de una inconformidad generalizada con las instituciones encargadas de garantizar el proceso electoral.

Para abordar esta problemática, es fundamental que dichas instituciones no solo recuperen su legitimidad, sino que también se comprometan a promover una cultura de participación activa y crítica entre los ciudadanos, especialmente entre los jóvenes. Esto implica garantizar que los derechos civiles, políticos y sociales se entrelacen de manera que fomente una ciudadanía plena y activa.

La perspectiva histórica sobre la relación entre ciudadanía y Estado revela diferentes enfoques sobre cómo las personas y los grupos se relacionan con el poder y participan en los proyectos de desarrollo.

Desde el enfoque de “Súbdito beneficiario” hasta las visiones más modernas de “Participación ciudadana” y “Empoderamiento”, se destaca la evolución hacia una participación más inclusiva y democrática. Estos enfoques subrayan la importancia de la educación, la organización social y la acción colectiva para empoderar a sectores tradicionalmente marginados, incluidos los pobres, las minorías y otros grupos vulnerables.

Para promover una ciudadanía activa y responsable, es crucial adoptar estrategias de empoderamiento que faciliten el acceso a la información, promuevan la inclusión social y la participación, y refuercen la capacidad organizativa a nivel local. Estas estrategias deben estar acompañadas por instituciones abiertas y transparentes que permitan una participación efectiva de todos los ciudadanos en la toma de decisiones y en la vida política del Estado.

La inclusión social y la participación son fundamentales para presionar por el cambio y tomar decisiones informadas. Esto requiere no solo abrir espacios de debate y deliberación, sino también asegurar que los procesos participativos alcancen un consenso que refleje la voluntad colectiva. La capacidad local organizativa, por su parte, permite a las comunidades movilizar recursos y trabajar juntas para resolver problemas comunes, reforzando así la cohesión social y el sentido de pertenencia.

Las instituciones formales e informales juegan un papel crucial en el fortalecimiento de la democracia participativa.

Al ser abiertas y transparentes, facilitan el correcto funcionamiento de los sistemas de rendición de cuentas, promueven una distribución equitativa de los recursos y permiten una participación ciudadana más activa y consciente. Estas instituciones deben ser accesibles y responder a las necesidades y demandas de la sociedad civil, promoviendo el empoderamiento de todos los ciudadanos y asegurando que su voz sea escuchada y considerada en la toma de decisiones.

La construcción de una sociedad democrática y participativa requiere de un compromiso colectivo para promover la ciudadanía activa, el empoderamiento y la inclusión social.

Al fomentar el acceso a la información, garantizar la participación en la toma de decisiones y promover una cultura de respeto y reconocimiento de los derechos y deberes de todos los ciudadanos, podemos avanzar hacia una democracia más justa, equitativa y representativa. La ciudadanía, en su máxima expresión, no solo implica ejercer el derecho al voto, sino también participar activamente en la vida política, social y económica del país, contribuyendo al desarrollo colectivo y al bienestar común.

En conclusión, la ciudadanía es el pilar fundamental de la democracia y el desarrollo social. A través de la educación cívica, el empoderamiento ciudadano y la participación activa en la vida pública, podemos construir sociedades más inclusivas y resilientes. Es imperativo que las instituciones, tanto públicas como privadas, trabajen conjuntamente con los ciudadanos para promover una ciudadanía plena, basada en el respeto mutuo, la igualdad de derechos y la corresponsabilidad en la búsqueda de un futuro común más prometedor.

Para aquellos jóvenes con poco interés en la política, el “refacultamiento ciudadano” ofrece un camino hacia la integración activa en la política, viendo la cultura política como un elemento esencial en el desarrollo comunitario. Esto implica generar espacios de interacción donde los jóvenes puedan participar, deliberar y actuar, no solo en universidades y parques, sino en todos los ámbitos de la vida pública.

Al reflexionar sobre estas dimensiones de la ciudadanía, nos preparamos para una próxima discusión sobre cómo el empoderamiento y la participación activa pueden servir como catalizadores para la reconstrucción del tejido social y político, promoviendo una sociedad más justa, inclusiva y democrática.

La ciudadanía, entendida de esta manera amplia, invita a todos, especialmente a los jóvenes, a comprometerse no solo en el ejercicio del voto, sino en una participación consciente en la vida colectiva, fortaleciendo así los cimientos de nuestra democracia.

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