El arte del siglo XVIII en Francia, ante las ideas ilustradas promulgó un nuevo ideal de familia que podemos apreciar en las obras pictóricas de grandes maestros de su época y contexto. Dicho nuevo ideal fue innovador en su momento. Será interesante reflexionar y rescatar aportaciones este tema, que en su momento fue motivo de análisis para la historiadora estadounidense Carol Duncan, en la Teoría Crítica Feminista de la Historia del Arte. Se tratará cómo el culto a la maternidad y el nuevo concepto de familia y a la figura de las madres felices encontraron sustento en la Ilustración francesa.
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El arte siempre ha sido reflejo de la sociedad. Analizar y contemplar las obras artísticas a lo largo de diversos periodos de historia de la historia del arte nos ayuda a entender los contextos. Gracias a las aportaciones de diversas investigadoras y catedráticas que pertenecieron a la Teoría Crítica Feminista, en lo relacionado a la Historia del Arte, podemos conocer más a fondo lo que ocurría con el papel de la mujer en otras épocas. Hay que recordar que ya en aquellas épocas, en los años 70 en Estados Unidos, el feminismo buscó que la mujer fuera reconocida como sujeto de la historia.
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Al encontrarnos frente las obras de arte del siglo XVIII en Francia y ante las ideas ilustradas, surge una gran reflexión. Tan sólo cuántas veces nos hemos preguntado cómo es que a las mujeres se nos sigue educando e inculcando códigos sociales relacionados a nuestro género. Como bien reafirma Anamar Orihuela en su libro: “Hambre de hombre” (Orihuela, 2014), continuamos siendo educadas en el tener pareja, formar una familia, cuidar de otros sin importar que tengamos vocación de ser mamá; en cambio no se nos educa para elegir entre otras posibilidades como trabajar, vivir solas, ser libres y construir nuestros sueños.
Al parecer sigue predominando en el imaginario colectivo la idea de que nacimos para realizarnos como madres, que es la máxima realización femenina. Asimismo, otra situación común es confundir los términos de “sexo” y “género”, “igualdad” y “equidad”, y no son sinónimos. El sexo por ejemplo, es el conjunto de atributos biológicos que hacen diferentes a una mujer y a un hombre; por su parte, el género es el conjunto de atributos culturales. Los roles sociales serían aquellos que le son asignados a una persona por haber nacido de sexo masculino o femenino: jerarquías, prohibiciones, responsabilidades, que por supuesto podrían cambiar. Y entendiendo nuestra diferencia biológica, la equidad consistiría en dar a cada quien lo necesita para ser igual como ser humano.
Puedes ver la cápsula: “Josefa, esposa de artista” de la serie “Arte Incómodo”
Todo esto ha sido una preocupación latente a lo largo de la historia. Tomaré como análisis y reflexión la aportación de Carol Duncan para la teoría crítica feminista de la Historia del Arte, conocida sobre todo por ser una de las primeras críticas feministas, cuando analizó a las “Madres felices” del arte francés del siglo XVIII, y demostró cómo fue evidente una vinculación orquestada en esa interrelación entre el poder de la sociedad y la promoción de estereotipos en los roles sociales, que hasta el día de hoy nos parece evocar y traer a manera de reminiscencias. Por ejemplo, cuando apreciamos una pintura que recrea a una familia unida y conviviendo, resulta “normal” y entendemos la convivencia, el cariño, la unión, etc.
Lo interesante es que estos ideales sobre la familia y la “madre amorosa”, se implementaron en el siglo XVIII gracias a los ideales ilustrados. Representar madres, padres e hijos no era un tema nuevo en el arte, ni tampoco eran temas nuevos representar la vida doméstica. Lo que sí fue nuevo, como nos aportó Duncan, fue representar el amor familiar, esto es, madres felicies y un padre: “conscientes y extasiadamente felices de ser simplemente una madre y un padre, un esposo y una esposa, en una dichosa unión conyugal”. (Cordero Reiman & Saénz Romero, 2007) Lo que reflejarán las imágenes de las bellas obras creadas sería el nuevo concepto de familia. Artistas como: Agustín de Saint-Aubin Jean-Baptiste Chardin, Jean-Honoré Fragonard, Antoine Le Nain, y muchos más, son algunos que representaron esos bellos cuadros con alusiones a estos motivos.
Puedes ver la cápsula: “La rebelde”, de la serie “Arte Incómodo”
De esta manera, a través de la Historia del Arte y la apreciación estética, podemos apreciar cómo cambió la idea de familia, amor y matrimonio. Así como conocer cuán importante fue para ese contexto y época ilustrada del siglo XVIII en Francia, el instaurar y consolidar otra visión en las relaciones madre e hijos, padre e hijos, madre y esposo.
La pregunta sería: ¿pero entonces cómo se pensaba antes en relación a la estos temas? Bueno, en aquel tiempo todo era muy diferente, la postura de los padres y esposos era de autoridad y no de compañerismo, y muy rara vez se pensaba en el matrimonio como un medio para alcanzar la felicidad personal, y eso justamente fue lo innovador.
Hay que recordar que por muchos siglos los matrimonios como eran por conveniencia y acordados entre los padres de las familias por esta razón no era común el llegar a amarse, pero sí podían llegar a engendrar fuertes vínculos. La parte interesante es cómo se le asignó ese rol social al género femenino; como se le atribuyó a la mujer la crianza y el trabajo doméstico como su mayor realización. En palabras de Duncan: “Pensadores ilustrados del siglo XVIII como Buffon, Holbach, Rousseau y los Enciclopedistas, consideraron casi unánimamente el matrimonio como el más feliz, el más civilizado y el más natural de los estados, era la institución que mejor podía satisfacer y conciliar las necesidades sociales e individuales”. (Cordero Reiman & Saénz Romero, 2007) O sea, la asociación de la maternidad con la satisfacción sexual fue frecuente en las imágenes pictóricas del siglo XVIII.
Puedes ver la cápsula: “Después del baño” de la serie “Arte Incómodo”
Las obras de Rousseau “Julie”, o “La nueva Eloísa”, “Emilio”, publicadas entre 1761 y 1762 abogan por éstos ideales. “Salons” de Diderot, la obra pictórica “La madre adorada” de Greuze, y “El regreso al hogar “de Fregonard son parte de esta campaña de la ilustración. Y lo más curioso es que también por esa época el amor ilícito se celebraba abiertamente y con frecuencia por los mismos pintores.
Sin embargo, hay que decir que un aporte positivo de ese ideal de familia fue el revalorar la infancia y la crianza. Ángeles Caso relataba en la famosa obra “Las olvidadas” (Caso, 2005) que en las familias acomodadas y pudientes era frecuente que los recién nacidos, sobre todo las niñas, fueran enviadas al campo para ser amamantadas por campesinas con las que solían permanecer, en caso de sobrevivir, hasta cumplir los dos o tres años de edad.
Esa costumbre desapareció a partir del siglo XVIII, justo cuando Rousseau y sus seguidores difundieron entre las clases cultas los conceptos de un nuevo sentimentalismo familiar; a partir de allí se extendió la idea de los beneficios de la lactancia materna y comenzó a darse más importancia al trato íntimo y cercano con los hijos, y la infancia empezó a ser reconocida como una etapa fundamental de la vida, en la que el cariño y la protección de los padres eran esenciales para el desarrollo de los individuos. Poco a poco las antiguas costumbres fueron desapareciendo dando lugar a las nuevas.
Estos temas resultan de sumo interés; después de todo, el arte es un reflejo de la sociedad, permite adentrarse en los pensamientos e intenciones de los creadores, ya que el artista a través de su obra, transmite no solo emociones, sino también mensajes, y nos hace reflexionar sobre nuestra existencia, los problemas sociales o la vida en general.
Por lo tanto, una tarea muy significativa que genera la reflexión estética sería preguntarse sobre los estereotipos subsistentes que continúan reproduciendo la desigualdad de género en la actualidad. O qué tanto han cambiado las nociones sobre la idea de maternidad, la familia, el matrimonio o el hogar.
Según datos de los Indicadores de la Encuesta Nacional de Género, siguen prevaleciendo los estereotipos tradicionales hacia la mujer: maternidad y el cuidado de los otros (26.7%), el amor y la emotividad (21.9%), la sensualidad (17.1%), el trabajo doméstico (16.4%), los roles familiares (6.9%), la dependencia y debilidad (5.3%), la honestidad y la fidelidad (3.3%), el cuerpo y la sexualidad (3.2%). Al hombre se le continúa percibiendo con el trabajo (33.1%), la fuerza (25.3%), el valor (14.4%), proveedor (13.6%), machista y mujeriego (7.3%), violento (4.7%). No se identificaron desventajas en ser hombre, salvo la incapacidad de procrear. Desventajas de ser mujer: discriminación, desigualdad y biología. 29,3% no saben lo que es el feminismo. 51.4% consideran que el feminismo es equivalente al machismo.
Mónica Muñoz Carmona, Licenciada en Ciencias de la Comunicación, con estudios de Doctorado en Historia Contemporánea, por la Universidad Carlos III de Madrid. Es profesora universitaria en diferentes temas asociados al Arte y la Estética, la Historia y la Cultura en la producción artística, últimamente ha desarrollado e impartido cursos y diplomados con relación la Moda y el Arte, La Mujer en la Historia del Arte, así como Arte y Género. Desarrolla procesos de capacitación en empresas y organización sobre Comunicación e Imagen corporativa, Desarrollo Humano y Comunicación efectiva. Cuenta con más de 20 años de experiencia profesional.
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Frase clave: “madres felices”.
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