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Resumen de la ONU sobre el 2020: el año que una pandemia detuvo al mundo

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) cierra el año con un resumen de la información más importante que se ha generado a lo largo de los últimos 365 días, el año en el que la pandemia del nuevo coronavirus SARS-COV2, surgido en Wuhan, China, impactó al mundo, causando una grave crisis económica, sanitaria, educativa y más.

Aquí presentamos la visión de la ONU sobre un año que será imposible olvidar:

Naciones Unidas (ONU).- Nadie ha salido indemne de 2020. Por un motivo u otro, todos los ciudadanos del mundo hemos resultado afectados por un nuevo virus que nos llevó, en el mejor de los casos, a estar encerrados en nuestras casas y, en el peor, al duelo de la pérdida de seres queridos. Intentar abarcar todos los aspectos en los que el COVID-19 ha marcado nuestra vida es imposible, por ese motivo en este resumen nos centramos solo en seis: la desigualdad, la economía, la educación, la migración y la lucha científica contra el coronavirus.

A principios de año, un nuevo coronavirus empezó a propagarse desde Asia al resto del mundo. En marzo, se convirtió en una pandemia que, en apenas unas semanas, nos reveló no solo nuestra fragilidad física sino también la de nuestros sistemas sociales y económicos.

Intentar abarcar todos los aspectos en los que el COVID-19 ha marcado nuestra vida cotidiana es una tarea casi imposible de abarcar, por ese motivo en Noticias ONU hemos querido centrarnos solo en seis a la hora de resumir el año:

Pese a todo lo que ha tocado el COVID-19 hay algo que continúa su curso con independencia del virus: el cambio climático, por lo que también incluimos en este resumen las noticias más destacadas de este año sobre el calentamiento global que continúa su curso, aunque aún estamos a tiempo de revertirlo y evitar que sea inexorable.

La desigualdad, desde la económica a la de género

Pobreza

La pandemia ha hecho retroceder los esfuerzos para crear sociedades más equitativas. La desigualdad entre ricos y pobres empeoró durante la crisis del COVID-19 y aumentó la pobreza, por primera vez en décadas.

El mundo de 2020 se caracteriza por una enorme desigualdad, con la mitad de la riqueza mundial “concentrada en un grupo de personas que podría caber alrededor de una mesa de conferencias”, según palabras del líder de la ONU, António Guterres, quien prevé que para 2030 habrá todavía unos 500 millones de personas en la pobreza extrema.

En los últimos doce meses, el COVID-19 ha profundizado esas desigualdades, una realidad que destaca la agencia de la ONU encargada de los asuntos  laborales, la Organización Internacional del Trabajo, que afirma que 2000 millones de trabajadores del sector informal son especialmente vulnerables.

A lo largo del año, la Organización Internacional del Trabajo publicó una serie de proyecciones que alertaban de que millones de personas perderían su trabajo o quedarían subempleadas.

“Esto ya no es sólo una crisis de salud mundial, también es una crisis mayúscula económica y del mercado laboral que tiene un gran impacto en las personas”, dijo el director general de la OIT, Guy Ryder. El organismo entonces emitió recomendaciones para mitigar el daño a los medios de vida, como la protección de los empleados en el lugar de trabajo, programas de estímulo económico y laboral y apoyo a los ingresos y al empleo.

En abril, la magnitud del sufrimiento mundial quedó patente en un informe de la ONU que mostró que la pobreza y el hambre estaban empeorando y que los países ya afectados por crisis alimentarias eran muy vulnerables a la pandemia. “Debemos mantener en funcionamiento las cadenas de suministro de alimentos para que las personas tengan acceso a la comida que les permita vivir”, señaló el estudio, que también enfatizó la urgencia de continuar la entrega de asistencia humanitaria “para que las personas en crisis estén alimentadas y vivas”.

Para hacer frente a las restricciones de circulación impuestas por el COVID-19, las sociedades encontraron formas innovadoras de alimentar a los más pobres y vulnerables, valiéndose lo mismo de transporte público, que de formas tradicionales de entrega a domicilio y de mercados móviles.

Esto habla de cómo las ciudades de América Latina se han unido para apoyar a sus poblaciones y, además, refleja las advertencias de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) del alto riesgo para la salud de muchos habitantes de los centros urbanos durante la pandemia, especialmente de los 1200 millones que viven en favelas y otros asentamientos informales.

Las mujeres llevan la carga más pesada

“Las mujeres son las más afectadas por la crisis del COVID-19, ya que tienen más probabilidades de perder su fuente de ingresos y menos probabilidades de estar cubiertas por medidas de protección social”, aseveró Achim Steiner, titular del Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD), quien explicó el efecto de la pandemia en las mujeres y subrayó los datos divulgados en septiembre.

Esos números revelaron que la tasa de pobreza entre las mujeres aumentó más de un 9%, lo que equivale a unos 47 millones de mujeres. El dato representa un retroceso de décadas de avance hacia la erradicación de la pobreza extrema.

Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres, apuntó que el aumento de la pobreza extrema de las mujeres es una “acusación grave de fallas profundas” en la estructura social y económica.

Uno de cada seis niños sufre pobreza

El progreso hacia la reducción de la pobreza infantil también sufrió un revés este año. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y el Banco Mundial informaron en octubre que unos 365 millones de niños vivían en la pobreza antes de que comenzara la pandemia y estimaron que esas cifras se incrementarían considerablemente como resultado de la crisis.

La pobreza extrema priva a cientos de millones de niños de la oportunidad de alcanzar su potencial en términos de desarrollo físico y cognitivo y amenaza su capacidad para conseguir buenos trabajos en la edad adulta.

PMA/Tsiory AndriantsoaranaLos efectos combinados de la sequía, el COVID-19 y la inseguridad reciente están socavando la ya frágil situación humanitaria en el sur de Magadascar.

La educación en crisis

Este año se ha interrumpido la educación de millones de niños en todo el mundo. Las escuelas se esfuerzan por hacer frente a los repetidos cierres y reaperturas de actividades, y por transitar, si esto es posible, a la educación en línea. Los niños pobres también han sido los más afectados por las medidas de emergencia.

El cierre de escuelas como resultado de contingencias sanitarias y otras crisis no es nuevo, al menos no en el mundo en desarrollo, y sus consecuencias devastadoras son bien conocidas: pérdida de aprendizaje y mayores tasas de abandono escolar, aumento de la violencia contra los niños, embarazos adolescentes y matrimonios infantiles.

Lo que distingue a la pandemia de COVID-19 de las demás crisis es que ha afectado a los niños en todos los rincones del mundo al mismo tiempo.

Los niños más pobres y vulnerables son los más perjudicados cuando las escuelas cierran, por eso, a medida que los países comenzaron a implementar medidas de cierre, la ONU se apresuró a defender la continuidad del aprendizaje y la apertura segura de las escuelas, cuando fuera posible.

“Desafortunadamente, la escala global y la velocidad de la interrupción educativa actual no tiene precedentes y, si se prolonga, podría amenazar el derecho a la educación”, advirtió en marzo Audrey Azoulay, directora de la agencia de educación de la ONU, la UNESCO.

La difícil situación de los refugiados y migrantes

Noticias ONU estuve pendiente de los nuevos desafíos que enfrentaron los refugiados y migrantes durante 2020 en todo el mundo, que van desde un mayor riesgo de contraer el coronavirus en campamentos abarrotados, hasta quedar varados debido a las restricciones de viaje y convertirse en el objetivo de bandas criminales.

En abril, expertos en derechos humanos hicieron sonar la alarma sobre el destino de los refugiados, migrantes y otras personas desplazadas durante la pandemia, advirtiendo que los campamentos y otras instalaciones con alta densidad de población podrían detonar infecciones masivas de COVID-19.

La Organización Mundial para las Migraciones señaló que las medidas que se tomaban para controlar el coronavirus estaban afectando a los migrantes de todo el mundo.

“Son seres humanos, son vecinos, son familias, son personas que nuestros hijos conocen de la escuela. Se ven afectados de la misma manera en que todos nos vemos afectados por esta emergencia de salud pública. Y creemos que el mensaje más importante es tratar a las personas con dignidad y recordar que el pleno respeto por sus derechos humanos no cambia bajo estas circunstancias”, dijo a Noticias ONU, el portavoz de la Organización, Joel Millman.

Sin trabajo ni dinero y con el transporte público cerrado, cientos de miles de migrantes se vieron obligados a caminar centenares de kilómetros de regreso a sus lugares de origen y algunos murieron en el intento. Su situación desesperada llevó a Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, y al responsable de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, a pedir a las autoridades que respetaran la seguridad y los derechos de los migrantes al aplicar medidas de bloqueo.

El colapso económico

Con millones de personas obligadas a trabajar desde su casa, con las oficinas y tiendas cerradas como parte de las medidas de contención, y con los viajes restringidos en todas partes, fue inevitable que la economía sufriera.

Incluso antes de que el coronavirus se declarara oficialmente una pandemia, era claro que los cierres, las prohibiciones de viaje y otras restricciones de movimiento serían graves.

Ya en los primeros días de marzo, la conferencia de la ONU sobre comercio pronosticó que la economía mundial entraría en recesión. Por su parte, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial se mostraron dispuestos a ayudar a los países y preparar una inyección multimillonaria para que los fondos globales respaldados por la ONU estuvieran a disposición de los mercados emergentes y de renta baja.

Pese a esta asistencia, las perspectivas fueron sombrías, sobre todo para los 6000 millones de personas que viven en los países en desarrollo, y la Conferencia sobre Comercio de la ONU alertó de un “tsunami financiero inminente”.

Los trabajadores jóvenes y menos calificados, los más afectados

En mayo, el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (DESA) pronosticó que la economía mundial se contraería casi un 3,2% en 2020, lo que equivale a unos 8,5 billones de dólares en pérdidas, y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) advirtió que casi la mitad de la fuerza laboral mundial podría ver destruidos sus medios de vida debido a la continua disminución de las horas de trabajo provocada por los cierres. En junio, el Banco Mundial confirmó que el mundo atravesaba la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial.

Los trabajadores menos calificados fueron muy afectados, lo mismos en las economías más ricas que en los países en desarrollo. Se produjeron despidos masivos en el sector de servicios, en particular en las industrias que implican interacciones personales como el turismo, el comercio minorista, la hostelería, la recreación y los servicios de transporte.

En diciembre, la Organización Internacional del Trabajo publicó un informe que muestra que los aumentos salariales se están desacelerando, o incluso revirtiendo, lo que perjudica a las mujeres trabajadoras y a las personas con salarios más bajos.

En ese estudio, la agencia de la ONU también prevé que esta tendencia continúe aun cuando las vacunas se hayan empezado a aplicar. Los jóvenes fueron particularmente afectados: más de uno de cada seis había dejó de trabajar en mayo y los que conservaron el empleo sufrieron una reducción de casi el 23% de sus horas de trabajo.

El camino hacia una vacuna

La Organización Mundial de la Salud dio la voz de alarma sobre la posibilidad de una pandemia en enero y, ante la falta de un tratamiento y de una vacuna, emitió entonces una serie de normas de higiene y de consejos básicos, para prevenir la propagación del virus. Esos consejos incluían el uso de mascarillas, cuyas recomendaciones fueron actualizadas en diciembre.

Al mismo tiempo, empezaron a investigarse las vacunas contra el COVID-19, que se han desarrollado en un tiempo récord durante el año. No es sorprendente el suspiro de alivio con que se recibió en noviembre la noticia de la aprobación de una vacuna COVID-19 con altos niveles de efectividad. El Reino Unido fue el primer país en aprobar la inmunización a principios de diciembre y pronto le siguieron otras naciones.

Sin embargo, se han suscitado temores de que las vacunas no lleguen a los países más pobres, por lo que la ONU ha insistido constantemente en la urgencia de una solidaridad global para garantizar que todas las personas estén protegidas.

Una vacuna para el pueblo

Mucho antes de que la vacuna estuviera lista, el líder de la ONU, António Guterres, insistió en junio en que las vacunas COVID-19 deben estar disponibles para todos, no solo para los habitantes de los países más ricos.

En una entrevista exclusiva con Noticias ONU en septiembre, Guterres protestó contundentemente contra la falta de solidaridad que han mostrado los países más ricos en la búsqueda de una vacuna. “Pensar que podemos proteger a los ricos y dejar que los pobres sufran es un error estúpido”, enfatizó.

El optimismo creció en septiembre, con la presentación del COVAX, un plan respaldado por la Organización Mundial de la Salud para distribuir los riesgos y costos del desarrollo de las vacunas y permitir que las poblaciones de los países participantes, especialmente de los países de bajos ingresos, accedan rápidamente a las inoculaciones. Se espera que esta iniciativa suministre unos 2000 millones de dosis de la vacuna para fines de 2021.

En noviembre, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia dio a conocer una ‘operación gigantesca’ para entregar vacunas tan pronto como estén disponibles a más de 92 países, en colaboración con más de 350 socios, entre los que se cuentan las principales aerolíneas, líneas navieras y organizaciones de logística de todo el mundo.

La Organización ha elogiado la velocidad sin precedentes a la que se han desarrollado las vacunas, pero ha advertido que la pandemia no ha terminado con ellas.

La pandemia de la desinformación

Podemos esperar que la desinformación que ha caracterizado a la pandemia continúe en 2021, especialmente con noticias falsas sobre los peligros de las vacunas COVID-19, un problema que ya se ha detectado.

Ya antes de que se declarara la emergencia internacional, la ONU advirtió de la desinformación y empezó a actuar para disipar los distintos rumores que se iban extendiendo. En mayo, la Organización reforzó las campañas de comunicación con el lanzamiento de Verified (Verificado), una iniciativa que tiene el objetivo de combatir las mentiras y mensajes distorsionados con información confiable y veraz sobre la crisis. La iniciativa continuará el año que viene, para luchar contra la continua propagación de rumores infundados y atemorizantes referentes a las vacunas.

Evitar la próxima pandemia

El COVID-19 ha desatado unos niveles de miseria y una paralización de  actividades incalculables. Esta situación ha hecho que  muchas personas recurran a los libros de historia para leer sobre la llamada “gripe española” de 1918 con la intención de encontrar algún punto de comparación, en términos de escala y gravedad.

Existe el temor real de que las pandemias como estas dejen de ser un evento que se produce una vez cada cien años. En julio, un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) advirtió que el mundo debería esperar que muchas más enfermedades pasen de los animales a los humanos, citando una creciente demanda de carne, prácticas agrícolas insostenibles y la crisis climática global.

La comunidad internacional debe encontrar la forma de  limitar la propagación de tales enfermedades por el mundo. En octubre, la ONU elaboró una serie de recomendaciones a los gobiernos nacionales. Entre esas sugerencias destacan la cobertura universal de salud, la creación de sistemas de salud pública sólidos y el diseño de modelos de preparación ante emergencias.

El mensaje es que no hay una solución fácil: las vacunas son sumamente importantes, pero no son una respuesta milagrosa y no pueden sustituir la buena gobernanza y la cooperación internacional eficaz.

Lo único que el COVID-19 no ha tocado: el cambio climático

De entre todas los aspectos que la pandemia ha afectado, hay uno que ni tan siquiera ha rozado, el de la evolución del calentamiento global, que precisamente es más mortal que el coronavirus.

A pesar de una breve y ligera disminución de la contaminación en todos los países que batallan el COVID-19, los niveles de dióxido de carbono mundiales volvieron a marcar un récord en 2020.

Para que el calentamiento se estabilice, es imprescindible reducir desde ya las emisiones de dióxido de carbono con vistas a llegar a neutralizarlas por completo. Sin embargo, la humanidad sigue el rumbo contrario: el mundo todavía está en camino de un aumento catastrófico de la temperatura superior a los 3 grados, lo que tendrá consecuencias devastadoras para   planeta. La recuperación económica tras el COVID-19, debe ser la oportunidad para cambiar el rumbo hacia un futuro más verde.

Como advirtió António Guterres, “la naturaleza precisa de un rescate financiero” porque no hay una vacuna para el planeta. Es el momento de transformar la relación de la humanidad con la naturaleza y la relación entre los seres humanos. Esa es la lección del 2020”

El final a la vista, un rayo de esperanza

De cara al 2021, está claro que incluso con el extraordinario potencial de la asociación COVAX, muchas personas, sobre todo en el mundo en desarrollo, no recibirán la vacuna hasta bien entrado el año y aún estarán en riesgo de contraer el COVID-19. Pero como dijo el responsable de la Organización Mundial de la Salud, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, el fin de la pandemia está a la vista.

Para mediados de 2021, se espera que el COVAX haya administrado dosis suficientes para proteger a los trabajadores de la salud y la atención social en los 190 países. Los demás participantes deben recibir dosis suficientes para cubrir hasta el 20% de su población para fines de 2021 y dosis adicionales en 2022.

A pesar de los grandes desafíos que ha traído la pandemia, como el aumento de la pobreza y el hambre, el Secretario General de la ONU vislumbra “rayos de esperanza” para el año 2021 que comienza este viernes. Para lograrlo, António Guterres apeló a la unidad mundial.

Información de ONU Noticias

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