El gobierno federal, a través de la SEP, ha anunciado el inminente regreso a clases presenciales en el sistema educativo nacional. En consecuencia, el resto del sistema educativo se apresta a dicho retorno. Como profesor de educación superior, reconozco que me alegra la perspectiva de volver a interactuar de manera presencial con mis alumnos, mis colegas y mi comunidad. Sin embargo, me siento preocupado por este retorno con riesgos, dejandoles algunas consideraciones, que deseo compartir.
Sigue al autor Luis Miguel Rionda (*) en Twitter @riondal
Primero, el ritmo de la vacunación nacional ha sido lento e inestable. Al 13 de julio se había vacunado a 35.7 millones de personas, de los 86.5 millones de adultos mayores de 18 años del país. Pero del total de vacunados, sólo 21 millones (58.7%) han recibido esquemas completos (https://bit.ly/2UNMNAD). Sin embargo, un 40% de la población de 18 años o más ha recibido al menos una dosis. Los docentes han sido inoculados con la vacuna china Cansino, cuya efectividad documentada por la Secretaría de Salud es del 65.28% (https://bit.ly/3xKSv4z). Es decir, que la población adulta aún se encuentra en situación vulnerable, particularmente los jóvenes de entre 18 y 30 años, el conjunto objetivo de la educación superior.
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Segundo, se nos ha informado a los profesores de educación superior que el retorno será bajo un modelo “híbrido” de impartición de clases. Es decir, que parte de las sesiones serán presenciales, con grupos de no más de diez alumnos, y que el resto podrá participar a la distancia, pues la sesión se trasmitirá en vivo. Me preocupa la operatividad de tal modelo, que será un reto para garantizar la participación segura de los profesores y los alumnos. Además, la tercera ola de la pandemia está afectando sobre todo a los jóvenes, que aún no están protegidos y que son proclives a una mayor movilidad. Los profesores —vacunados y todo— que tenemos padecimientos crónicos nos veremos de nuevo expuestos a posibles contagios de nuevas cepas más virulentas.
Tercero, que muchas actividades complementarias que se suspendieron desde el año pasado —laboratorios, vinculación, prácticas profesionales de campo, etcétera— se retomarán, y aún con las precauciones establecidas abrirán espacios de riesgo para los involucrados. Además, la movilidad urbana se reactivará, exponiendo a los alumnos y los profesores al contacto cercano con los usuarios del transporte colectivo.
Cuarto, la dimensión de la pandemia ha sido sistemáticamente minusvalorada por parte de las autoridades nacionales. Finalmente, la Secretaría de Salud federal reconoció que existe un exceso de defunciones en el país entre los años 2020 y 2021 de 353 mil 858 casos, asociados al Covid (https://bit.ly/3hHzx9x). Esa “cifra oscura” refleja el fracaso de la estrategia nacional de contención de la epidemia, que por cierto no va a ser evaluada ni cambiada por consideraciones políticas. La ignorancia y la soberbia nos han pasado una terrible factura a los mexicanos.
Sin más fundamento que mi sentido común, creo que lo mejor hubiera sido esperar al inicio del año próximo, cuando alcancemos —si lo logramos— el 80% de la vacunación que la OMS recomienda para alcanzar la inmunidad de rebaño (https://bit.ly/3ktHFMR). Con la actual tercera ola encima, el retorno de millones de niños y jóvenes a las actividades presenciales en los espacios precarios de nuestra infraestructura educativa podría provocar un desastre demográfico similar al de la influenza de 1917-1918, cuando medio millón de mexicanos perdió la vida.
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(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda
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