El rezago educativo en México sigue siendo un desafío monumental que limita las oportunidades para el desarrollo y perpetúa las desigualdades sociales y económicas en el país. Históricamente, se trata de una agenda que es tomada como marginal por todos los gobiernos a nivel federal, condición que se reproduce en Estados y municipios, de tal forma que, no es exagerado decirlo de este modo, el avance en la reducción de este fenómeno ha sido mínimo.
Escrito por: Saúl Arellano
En efecto, según el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), para diciembre de 2023, el 27.9% de la población de 15 años o más se encontraba en situación de rezago educativo, una cifra que se ha reducido marginalmente desde 2019, cuando era del 29.9%. Esta reducción de solo dos puntos porcentuales en cuatro años equivale a menos de 430,000 personas en números absolutos, una cifra que palidece ante la magnitud del problema, donde más de 27 millones de mexicanos siguen sin completar su educación básica, es decir, la educación secundaria, cuando el estándar constitucional exigiría que al menos la población nacional debería completar la educación media superior.
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Lo anterior requeriría que pasáramos de los poco más de 10 años de escolaridad promedio que ha alcanzado el país, a prácticamente 14 años, si se considera la obligatoriedad del preescolar. Esos cuatro años promedio implican una enorme inversión financiera y un esfuerzo institucional sin precedentes, y está por verse si la presidenta Sheinbaum está dispuesta a avanzar sustantivamente en esta agenda que es crucial para el desarrollo del país.
No debe obviarse que el rezago educativo afecta desproporcionadamente a las poblaciones más vulnerables del país, siendo Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Tabasco las entidades con los peores índices, donde más del 40% de la población mayor de 15 años no ha concluido la educación básica. En contraste, estados como Ciudad de México y Aguascalientes presentan cifras notablemente menores, reflejando una brecha que no solo es educativa, sino también económica y social. Sin embargo , hay otros estados con altos índices de crecimiento e industrialización, como lo es Guanajuato, donde el rezago educativo tiene niveles impresentables, pues la entidad está entre las 10 peores del país en este ámbito.
Así, la pobreza es un factor determinante en la perpetuación del rezago educativo. Las comunidades rurales, indígenas y marginadas enfrentan barreras significativas como la falta de acceso a escuelas, la escasez de recursos educativos y la necesidad de que los jóvenes trabajen para sostener a sus familias. Estas condiciones no solo impiden que los niños y jóvenes concluyan su educación, sino que también afectan la calidad del aprendizaje, dejando a millones sin las competencias necesarias para participar en una economía cada vez más globalizada.
A los problemas estructurales e históricos que han colocado al país en esta situación, se suma el hecho de que la pandemia de COVID-19 exacerbó el rezago educativo, generando un aumento en el abandono escolar, especialmente en las zonas rurales y entre las familias más pobres. El cierre prolongado de escuelas, sumado a la limitada capacidad de implementar programas educativos a distancia de manera efectiva, dejó a muchos estudiantes sin acceso a la educación durante meses. Esto resultó en una pérdida significativa de aprendizajes, que aún no ha sido completamente recuperada.
El INEA el organismo del gobierno mexicano responsable de la política de abatimiento del rezago educativo enfrenta la deficiencia estructural de carencia de recursos, lo que lleva a qué sus esfuerzos se vean limitados ante una creciente, o al menos constante necesidad de una modernización institucional. Aunque la inversión en programas de alfabetización y módulos de educación para adultos ha sido considerable, el ritmo de avance es insuficiente. De seguir con esta tendencia, se estima que México tardaría más de 250 años en erradicar el rezago educativo.
Los retos institucionales también incluyen la falta de continuidad en las políticas públicas. Durante los últimos seis años, el INEA ha sido incapaz de consolidar una estrategia eficaz que incluya en sus acciones la reducción del analfabetismo digital y la limitada formación de capacidades informáticas y computacionales que exige la sociedad del conocimiento en que nos encontramos.
La lucha contra el rezago educativo en México requiere un enfoque integral que no solo aborde el acceso a la educación, sino también las condiciones estructurales que perpetúan la desigualdad. Urge una política educativa robusta que incluya la mejora en la infraestructura escolar, el fortalecimiento de los programas de educación a distancia y una mayor inversión en la formación de docentes.
Adicionalmente es fundamental que se implementen programas específicos para las zonas más afectadas por la pobreza y la marginación, asegurando que ninguna región del país quede rezagada en términos de oportunidades educativas.
Finalmente, la alfabetización de adultos debe seguir siendo una prioridad, pero con un enfoque que integre la formación para el empleo y el desarrollo de competencias digitales. El futuro del país depende de su capacidad para cerrar las brechas educativas y garantizar que todos los mexicanos tengan acceso a una educación de calidad que les permita participar activamente en el desarrollo económico y social. Sin un cambio profundo en las políticas educativas y sociales, México seguirá atrapado en un ciclo de pobreza y marginación que solo podrá romperse con una educación inclusiva y accesible para todos y todas.
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Investigador del PUED-UNAM
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