Desde que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible se aprobó en 2015, sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se han establecido como una medida de desempeño inclusivo y sostenible de los países. La Agenda tiene como aspiración última “no dejar a nadie atrás”, pero esto no resultará realizable a menos que se consideren y aborden decididamente las desigualdades y rezagos territoriales.
Por Daniela Castillo y Miguel Albacete, miembros del equipo de investigación de Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural.
Foto: Pixabay / Elijah Lovkoff
Latinoamérica es una de las regiones más afligidas por las desigualdades, y en su interior es posible detectar importantes desigualdades territoriales en materia de avance y cumplimiento de la Agenda 2030. La evaluación del desempeño de un país con base en cifras promedio que ignoran la varianza asociada a los indicadores resulta, por tanto, parcial y engañosa.
Es por ello que cabe preguntarse: ¿qué ocurre si, en lugar de monitorear los avances en el cumplimiento de los ODS a nivel nacional, los analizamos a un nivel subnacional menor?
Rimisp en su bienal Informe Latinoamericano acomete esta tarea y en su edición 2019 (que presenta un foco temático en Juventud Rural) analiza el avance de los territorios subnacionales de seis países de la región en los últimos seis años con base en 27 indicadores que responden a siete Objetivos de Desarrollo Sostenible: pobreza, hambre, salud y bienestar, educación, empleo y crecimiento económico, igualdad de género y desigualdades.
Los resultados preliminares del Informe Latinoamericano 2019 nos han permitido constatar que lamentablemente en todos los países existen territorios en situación de rezago respecto a la mayoría de los ODS evaluados.
Así, Ahuachapán en El Salvador, Chocó en Colombia, Chimborazo en Ecuador, Loreto en Perú, Chuquisaca en Bolivia y Tocopilla en Chile son algunos de los territorios que, partiendo inicialmente de una situación de rezago relativo dentro de sus respectivos contextos nacionales, han registrado evoluciones peores que el promedio de los territorios nacionales, acentuando con el paso del tiempo su posición de rezago.
El Informe Latinoamericano 2019 muestra además que esta alarmante superposición de rezagos en múltiples dimensiones de desarrollo en determinados territorios es más norma que excepción. Latinoamérica exhibe así una geografía salpicada por territorios, cuanto menos desafortunados, donde todo no solo parece estar mal, sino también empeorar.
De entre las provincias ecuatorianas, cabe destacar el caso de la provincia de Chimborazo. Esta provincia mostraba un desempeño relativamente peor que el promedio de las provincias en todos los ODS analizados. Además, durante el periodo considerado, la evolución exhibida en la mayoría de los ODS también resultó peor en términos relativos que la evolución del resto de provincias. Si bien otras provincias muestran desempeños peores en determinados ODS, Chimborazo se configura, tras la evolución registrada en el periodo, como un territorio rezagado con un desempeño por debajo del promedio de las provincias en todos los ODS estudiados.
El Salvador es uno de los países que mayores reducciones de desigualdad territorial ha evidenciado en el periodo, habiendo mostrado muchos de sus departamentos inicialmente rezagados evoluciones significativamente buenas. No obstante, tampoco El Salvador queda exento de rezagos territoriales, destacando el caso del departamento de Ahuachapán. Territorio que comenzaba el periodo con rezagos en los siete ODS y seis de estos crecieron en magnitud durante el periodo. Esta tendencia delinea al departamento como el departamento salvadoreño más rezagado, con retrasos muy notables en los ODS de pobreza y hambre.
Al inicio del periodo analizado, el departamento peruano de Loreto evidenciaba un desempeño general en el cumplimiento de la Agenda 2030 muy inferior al resto de departamentos, especialmente en materia de educación y desigualdades. Solo en igualdad de género registraba Loreto una situación igual al promedio del resto de departamentos del Perú. La evolución registrada en los años subsiguientes erosionó aún más la situación relativa de Loreto, que acumula un creciente rezago y muestra a final del periodo graves rezagos en pobreza, educación y desigualdades.
El Departamento de Chuquisaca en Bolivia presenta rezagos en 6 de los 7 ODS evaluados, habiendo sido especialmente crítica su evolución en nutrición infantil, igualdad de género y trabajo decente en los últimos años.
En Colombia, el Departamento de Chocó se encuentra rezagado en todos los ODS evaluados. En el periodo evaluado empeoró fuertemente su desempeño relativo en el ODS 5 de igualdad de género y muestra los peores resultados a nivel nacional en el ODS 10 de reducción de desigualdades.
Las Provincias de Itata y Tocopilla en Chile son las que muestran los peores resultados de desempeño al evaluar su evolución en los últimos años, ambas se encuentran rezagadas en 5 de los 7 ODS evaluados. Tocopilla en la Región de Antofagasta muestra un severo rezago en el ODS 2 para la eliminación del hambre y en el ODS 4 sobre educación de calidad; mientras que Itata ubicado en la Región de Ñuble muestra rezagos en el ODS 1 que aspira a poner fin a la pobreza y en el ODS 8 sobre trabajo decente y crecimiento económico.
Ante esta realidad, nos preguntamos qué valor puede tener, por ejemplo, aseverar que en 2018 un departamento promedio colombiano registró una tasa de pobreza del 33% mientras que el departamento de Chocó mostró una tasa de pobreza del 61%. O afirmar que las provincias chilenas avanzaron en el periodo 2015-2016 en el cumplimiento del ODS 3, reduciendo en promedio la tasa de mortalidad infantil, al mismo tiempo que Tocopilla veía su tasa de mortalidad infantil aumentar un 35% en el mismo periodo. Los territorios son, naturalmente, las personas que los habitan y “no dejar a nadie atrás” pasa, necesariamente, por no dejar a ningún territorio atrás, disminuyendo los rezagos territoriales.
La examinación del avance de los países en el cumplimiento de los ODS ha, por tanto, de ser exhaustiva y considerar el desempeño de los distintos territorios, abandonando las generalizaciones injustas de los promedios nacionales. De lo contrario, esta ceguera territorial seguirá permeando los procesos de toma de decisión y diseño de política pública, reforzando la desigualdad y condenando a los territorios y a su gente al rezago.
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