México es un país con una gran riqueza en recursos hídricos, tanto en lo que respecta a ríos, lagos, acuíferos o cañadas que no están sujetas a un orden pluvial, como a la extensión notable de su franja costera. En particular, cuenta con una gran cantidad total de ríos en su territorio, y aunque muchos de ellos poseen caudales que tienden a ser modestos, varios tienen una importante relevancia a nivel hidrológico y sociocultural. No en balde, estas corrientes de agua son consideradas como elementos de cohesión territorial fundamental en México, y por sus componentes de riqueza biótica y belleza paisajística poseen un destacado valor ambiental, por lo que su manejo y cuenca son también prioritarios en el ámbito de la gestión ambiental.
México Social / Redacción
A pesar de los graves problemas de contaminación y erosión que los aquejan, la gestión de esta problemática resalta no solo la importancia de su benigno aprovechamiento directo para requerimientos varios y el valioso hábitat que albergan, sino su importancia en el ciclo hidrológico, ya que nutren a los mantos freáticos en forma descendente y contribuyen a la precipitación a través de la evaporación. Adquieren igual relevancia en el desarrollo de los estados de la República, generación de empleos y con toda su gama de prestación de servicios y belleza paisajística. Todo ello en un contexto que debe subrayarse: México es considerado el cuarto país más biodiverso del mundo, contribuyendo con el 12% de las especies conocidas del planeta, un 10% de su número de ecosistemas y 3 de los 34 hotspots mundiales.
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Con su origen geográfico y la mayor parte de su extensión ubicada en los Estados Unidos de América, uno de los afluentes que más destaca en el país es el Río Colorado, el cual se origina de una red de arroyos temporales, ubicada en el norte de México, que son tributarios de la Sierra de San Luis y fluye al norte y luego al oeste, con un total de 235 km de extensión, aproximadamente, para penetrar en suelo estadounidense en dirección este y finalmente sur. El río Colorado cede una parte de sus aguas a México en el suroeste de Arizona, a través de un convenio firmado en 1944 entre ambos países; 1.85 km³ por año para los estados de Sonora (1.33 km³) y Baja California (0.52 km³), del embalse internacional denominado Morelos, ubicado entre San Luis Río Colorado y Los Algodones.
El embalse Morelos se sienta sobre la planicie deltaica del río Colorado que, con un constante suministro de sedimentos, habría avanzado considerablemente sobre el Golfo de California si no fuera por la operación del embalse, que retiene más del 80% de estos materiales y mantiene así el Delta del Río Colorado alineado en función del valor predecible de su caudal desembalsado y por la salinidad del Bajo Río Colorado impuestas por el gobierno. El Delta del Río Colorado y los humedales del Golfo de California proveen tanto servicios ecosistémicos como bienes vinculantes del ecosistema que son fundamentales para la sustentabilidad del Alto Golfo de California.
En la categorización de los ríos principales de México, para el período de estudio de 1970 a 2014, se trata de una selección compuesta de 10 cuencas hidrográficas a escala nacional, caracterizadas por tener una gran escala o relevancia espacial en el país en cuanto a un conjunto de indicadores específicos como los caudales escurridos anuales, el área de drenaje, las extracciones de aguas superficiales a rentabilidad total e internas, las precipitaciones medias anuales, los rendimientos eficientes de los recursos hídricos, representados por las tasas específicas de utilización, en función de la oferta hídrica disponible a la eficiencia técnica de captación, y los efectos socioeconómicos registrados y publicados desde principios del siglo pasado.
El problema o tarea a resolver fue desarrollar una metodología de discriminación jerárquica para escoger a los principales ríos a utilizar en el análisis del flujo histórico de las aguas superficiales y algunos efectos o escenarios de su operación e impacto en sus cuencas hidrográficas. Esta se basó en la utilización y manipulación de datos cuantitativos extraídos de una base de datos única de la información proporcionada por instituciones gubernamentales coordinadas por la Comisión Nacional del Agua y respaldada por estudios realizados, especialmente en el ámbito regional; utilizando programas para el análisis de datos.
Algunos de los ríos mexicanos más importantes presentan sus características, destacando su presencia en ecorregiones de sobresaliente biodiversidad y servicios ambientales. El río Bravo desemboca en el Golfo de México y es el principal río de vida breve de Norteamérica. Aunque su longitud es de 3,034 km, el río Bravo solo posee 813 km que son su propio cauce, debido a los más de 62 km³/año de agua que recibe, aunque también los aportes de dos de sus más importantes afluentes provenientes de México: el río Conchos y el río Salado. Por otro lado, el sistema fluvial de México es el afluente más largo del río Bravo, con 667 km y una cuenca de 36,085 km², y se ubica completamente en ecosistemas desérticos.
El río Colorado es otro de los ríos más importantes de México, pese a su longitud de 2,330 km. En este contexto, el río Colorado presenta un caudal promedio de poco más de 13 km³/año que recarga su vaso de almacenamiento y que es básicamente utilizado. El río culmina en la construcción de una represa con 35 km³ de almacenamiento y otra de 0.315 km³. No obstante, el cuerpo de agua más largo y con su sede en suelo mexicano es el río Lerma-Santiago, el cual constituye un sistema de 657 km que discurre por 31,242 km² y vierte al embalse de Lagunas en El Salto, Jalisco.
En México, la asignación del vital líquido se hará aún más difícil debido a la ausencia de usos prioritarios de los ríos, lagos y mares costeros. En una primera aproximación y considerando la concesión del 95% del recurso y un consumo de 77,708 millones de metros cúbicos al año, se calcula que sólo el 2.2% del volumen total del agua es utilizado para su consumo regular por parte de 112,336,538 mexicanos y 11,229,686 corporativos, lo cual representa un mercado potencial de hasta 189,828,040 ítems. El crecimiento poblacional, industrial, agrícola y turístico. En México vemos un crecimiento de los sectores económicos muy desigual, siendo el sector terciario representado por la prestación de servicios el más activo y en constante aumento. Este crecimiento sectorial es insostenible para los ríos mexicanos, pues resulta en un incremento en la demanda de agua, cambio de uso del suelo, señal de territorios, uso intensivo del recurso y un mayor volumen de aguas residuales tratadas. La no existencia de una evidente gobernabilidad del agua y la falta de investigación relativos a la identificación de los recursos hídricos afluentes.
La problemática ambiental de mayor notoriedad es la que surge de la contaminación generada principalmente en las ciudades que en ellas confluyen o que están situadas a lo largo de su curso. La alteración ecológica y el desmonte descontrolado como factores generadores de erosión y sedimentación constituyen los indicadores del deterioro de los ecosistemas vinculados a la cuenca alta. El desarrollo industrial y agrícola, una vez que el río abandona las montañas, ha establecido un nivel de contaminación biótica, especialmente bacteriológica, que rebasa los niveles máximos permisibles establecidos para estos cuerpos de agua, en detrimento de la fauna autóctona y la flora de las riberas. La información sobre la cuenca del Papaloapan no está actualizada. La explotación excesiva e ilegal afecta ecosistemas de flora y fauna. La cuenca tiene problemas de falta de agua: escasez de agua en cuenca baja, sobreexplotación de los acuíferos de Tuxtepec.
En los estados de Veracruz y Puebla no existe un sistema de remediación de aguas residuales en forma, en la zona de Las Minas o uno hidrófitas aplicado para viviendas al margen del río. La mayoría de las cuencas en el Estado de Veracruz carece de información hidrogeológica y de instrumentos para hacer alguna regulación; entre ellas destaca la cuenca alta del río Tuxpan, donde se realizan acciones reglamentarias que afectan al bien común y a las poblaciones en las inmediaciones del río para destinar el abastecimiento sobrante de dicho río para usos urgentes en la industria petrolera y no para el abastecimiento urbano como se ha sostenido por años.
El análisis de la información histórica de caudales nos proporciona un medio excelente para evaluar el impacto potencial del cambio climático en los recursos hídricos del país. La magnitud de los impactos potenciales dependerá, en gran medida, de la magnitud del cambio y la variación regional. Habrá regiones que sean menos vulnerables que otras y serán también más claramente evidentes algunos hechos. El cambio climático en México es consistente en que existirá un incremento generalizado de la precipitación, así como un cambio en la distribución de esta a lo largo del año, además de un aumento del balance de los déficits evaporativos, impactando a la recarga de los mantos freáticos.
Es posible que algunas cuencas de México, actualmente con excedentes hídricos históricos, adquieran déficits importantes en su balance entre la demanda y la oferta hídrica a lo largo del tiempo. Respecto a la magnitud de la posible problemática asociada con el cambio climático a lo largo de la siguiente centuria, se menciona una posible disminución total de los recursos hídricos en la República Mexicana en la segunda mitad del siglo XXI. Considerando, independientemente del escenario de emisiones, un 3% con respecto a la situación base actual. Aunque de manera global, el escenario relacionado con el cambio climático más reciente en México prevé un incremento total de recursos de agua en el país para el siglo XXI, también admite una disminución estacional y regional, mencionando varias regiones que probablemente experimentarán una disminución del recurso durante la estación seca.
Los ríos, como cuerpos de agua continuos de alta diversidad e importancia ecológica, deben ser objeto prioritario de conservación y restauración, lo que implica el manejo integral de las cuencas en que se insertan. Particularmente, la restauración debe concebir sus objetivos dentro del contexto de desarrollo de los territorios locales, regionales o nacionales, como una vía para optimizar los servicios públicos ecosistémicos. A lo largo de estos criterios, se argumenta que existen varios tipos de barreras sociales, económicas, naturales y tecnológicas que inhiben el establecimiento de un programa integral de conservación y restauración de ríos y humedales.
De la matriz de impacto ambiental presentada se destaca que los ríos y humedales en México soportan de manera acumulada un gran conjunto de factores estresantes de origen directo o indirecto, natural o antropogénico. La importancia radical de esta constatación es que, sin excepción, el conjunto de los principales cursos fluviales y humedales están afectadamente afectados por las transformaciones del territorio a gran escala, particularmente en materia de deforestación, degradación del suelo y retiro de la cobertura vegetal. Esta situación limita y disminuye la capacidad de recuperación de los ecosistemas y disminuye su resiliencia en la mayoría de los casos. La conservación y restauración de los ríos y humedales, bajo un enfoque de manejo integral y cuenca, se potencia y maximiza mediante el establecimiento formal y exitoso del saneamiento de aguas residuales, por lo que este apoyo se torna prioritario para poder incrementar la huella hídrica que el país planea alcanzar en un contexto de comercio.
Por consiguiente, a partir de las experiencias exitosas identificadas, es claro que el involucramiento de las comunidades locales en el proceso de toma de decisiones, tanto en la jerarquía de Administración de Cuencas, como hacia los Consejos de Cuenca, es una pieza esencial para fundamentar una gobernanza efectiva de las áreas según sus propias circunstancias. Anteriormente, dos de estas siete experiencias destacan su contribución a la protección y conservación de áreas naturales de las diferentes cuencas.
A pesar de lo anterior, conviene hacer mención de los riesgos o potenciales dificultades que la activa gestión comunitaria de ríos y cuencas podría generar, entre los que destacan cuatro: (a) fragmentación de actores sociales en la cuenca, al generarse nuevos liderazgos comunales en materia de agua y (b) factible debilitamiento de la descentralización o delegación de poder hacia las comunidades. El segundo de estos riesgos no necesariamente resulta perjudicial.
Por el contrario, la transferencia descentralizada de poder debilita a los gobiernos centrales y genera mayores incentivos para que los futuros gobiernos subnacionales brinden servicios de calidad, fortalezcan la participación ciudadana, incrementen su transparencia y rendición de cuentas y acrediten buenas gestiones. Sobre los demás posibles impactos negativos de esta tendencia, destacan también la ruptura o el fortalecimiento de la vinculación tradicional entre sociedad y autoridad.
La longitud de la red de ríos en el país ha determinado que el 61% del territorio se ubique dentro de cuencas hidrográficas. En este sentido, se impulsó una estrategia de conservación en el ámbito de la cuenca hidrográfica, que permite incrementar la biodiversidad y el bienestar humano desde la perspectiva de la estrategia marco de conservación en México. Otras percepciones en torno a la función de los ríos desde la estrategia marco se centran en el aprovechamiento y la vida humana, entendiendo a la flora, la fauna y sus ecosistemas desde una perspectiva utilitarista y pasiva. A partir de la expedición de la LGGIR, la visión cambia un poco, pero sigue estando en una posición muy general y utilitaria referente a los bienes y servicios que proveen; no obstante, otorga la capacidad al gobierno federal para que establezca una política hídrica en la que se consideren a los ríos como bienes nacionales y recursos del dominio público.
En esta línea, se tocó el tema de la reciente reforma hidráulica, que establece nuevas competencias en la materia y que por primera vez se abordó dentro de la legislatura federal con la promoción de una nueva cultura del agua, que contempla elementos como: una gestión integrada y descentralizada, ambiental, coordinada, transparente, de equidad de género y de participación social. Se manifestó que al cambiar los términos del debate, también lo harán las políticas en este tema.
Asimismo, comentamos que cualquier política en torno a la gestión del agua merece ser reevaluada partiendo de una premisa elemental: el agua dulce –y particularmente la superficial– es un recurso finito y no renovable, pero es indispensable para la vida, la actividad económica, así como para el funcionamiento de los ecosistemas acuáticos continentales y litorales con los que se relaciona.
Lo que los ríos soportan y proporcionan en México parece, en principio, paradójico. Soportan una riqueza natural y cultural insustituible, que está directamente amenazada por las diversas actividades que se realizan en las áreas ribereñas y cuencas, así como por la sobrepoblación y crisis ecológica y ética que sienten la presión socioeconómica y ambiental. Proporcionan un flujo de líquido esencial para la subsistencia y bienestar, pero, en realidad, la disponibilidad del recurso hídrico en los ríos se ha reducido drásticamente en distintas formas como consecuencia directa de esa explotación inadecuada, la variabilidad natural del flujo y de los procesos de cambio global.
Aunque no pueden satisfacer plenamente por sí mismos las aspiraciones económicas y sociales de México, los ríos sí ofrecen una valiosa alternativa para el país si son adecuadamente gestionados, y para ello existen estrategias adecuadas para la toma de decisiones, incluida la política ambiental. La gobernanza del agua en México se caracteriza por un alto nivel de desorden e incoherencia de normativa e instituciones, aún fragmentadas y dominadas por objetivos sectoriales y estatales.
Sin embargo, después de un largo periodo de acciones dispersas e improvisadas, en las últimas décadas ha comenzado a producirse un cambio en la percepción de los problemas existentes y a materializarse en nuevas propuestas dirigidas a un enfoque más integral para la gestión de los recursos hídricos y de los ríos, pero que todavía dista de alcanzar sus objetivos prioritarios. La temprana destrucción ecosistémica que han sufrido los ríos en un país superendeudado para una gestión sostenible se refleja básicamente en la pérdida catastrófica de hábitats y especies, pero la evidente contaminación del agua y de los sedimentos es importante y, sin embargo, más complicada de mitigar y menos evidente que la anterior. Así, mientras algunos de los problemas asociados a los ríos parecen mejorables, las tendencias del cambio global acentúan casi toda su tendencia negativa.
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