La precariedad es un buen calificativo para describir la situación laboral en México, y tomando en cuenta que son épocas de muy bajo crecimiento económico, cabe preguntarse cómo le ha ido al salario de los mexicanos bajo este escenario.
Por Jonathan Rubio
México vive una época de muy bajo crecimiento: las expectativas más recientes indican que durante 2019, la economía se podría expandir a lo mucho medio punto porcentual, un resultado que no se había registrado desde la época de la crisis de 2009.
Esta situación ha llevado a que cada vez se generen menos empleos, por ejemplo, el número de nuevos empleos formales que genera el sector privado, es decir, los nuevos puestos de trabajo registrados ante el IMSS, crecieron apenas 1.8% en agosto, una cifra comparable con la que se registró en marzo de 2010.
Bajo este ambiente económico, cabe preguntarse cómo le ha ido a los ingresos que los mexicanos obtienen por su trabajo. Es importante recordar que desde 2017 se autorizaron incrementos al salario mínimo que fueron superiores a los aumentos inflacionarios.
Para enero de este año, el salario mínimo incrementó 16% comparado con el que se tenía en 2018, con lo cual, se posicionó en 102.68 pesos. Esta situación contribuyó, en parte, a que los ingresos aumentaran.
Usualmente, hablar de incrementos salariales se asocia con aumentos inflacionarios. Es una relación que viene desde la teoría económica: un de los motivos por los que los precios pueden incrementar, es que los costos de producción incrementen, por ejemplo, el costo de la mano de obra. Si el nivel de precios sube, los trabajadores solicitarán un incremento salarial, pero si esto ocurre, los costos de producción también incrementarán y por lo tanto, los precios aumentarán nuevamente.
Sin embargo, en México nada de lo anterior ocurrió. Los incrementos al salario mínimo superiores al nivel inflacionario no implicaron que el nivel de precios aumentara. Cabe mencionar que para agosto de este 2019, los niveles inflacionarios se ubicaron en 3%, justo en la tasa objetivo de Banco de México.
Adicionalmente, es importante considerar que los incrementos en el salario mínimo también generan que el resto de los salarios de la economía incremente, este efecto se conoce como el “efecto faro”[1], por lo que, para considerar las remuneraciones que se ubican más allá del salario mínimo, el salario promedio de los mexicanos tomando en cuenta los efectos inflacionarios (el salario per cápita real) ayuda a tener un panorama más amplio.
En este sentido, lo que los mexicanos pueden comprar con el producto de su trabajo, ha tenido un repunte desde que los aumentos del salario mínimo se desligaron de los incrementos en los niveles de precios.
De acuerdo con cifras de CONEVAL, el ingreso promedio real se mantuvo perdiendo valor de manera ininterrumpida desde la crisis financiera de 2008 hasta 2014. Si bien desde principios de 2015 el salario de los mexicanos comenzó a mejorar, durante todo 2017 se registró un retroceso que hizo que en ese año el ingreso promedio de la población nacional perdiera 2% de su valor. Durante el último año y medio (entre 2018 y junio de 2019), el salario promedio ha incrementado un 3%, incluso bajo un ambiente de desaceleración económica.
En efecto, los salaros han mejorado y probablemente, la política para la recuperación del salario mínimo que se emprendió desde 2016 ha influido en ello, sin embargo, la precariedad aún es un buen calificativo para describir la situación laboral en México, y el nivel salarial es un buen indicador de ello.
De acuerdo con cifras de CONEVAL, el ingreso promedio de los mexicanos para la mitad de este año era de 2 mil 545 pesos, mientras que, el costo de la canasta alimentaria más la no alimentaria era de 3 mil 83 pesos por persona en las zonas urbanas del país. Quienes no puedan adquirir esta canasta de productos se encuentran en una situación de pobreza debido a que sus ingresos son insuficientes para satisfacer necesidades básicas.
En un contexto aún más grave: poco más del 38% de la población recibe ingresos insuficientes para adquirir la canasta alimentaria, es decir, si no recibieran otro ingreso mas que el de sus trabajos, este porcentaje de población se podría encontrar en pobreza extrema, por lo que las personas se ven obligadas a buscar ingresos no laborales, por ejemplo, el ingreso por remesas o por transferencias directas del gobierno, entre otras fuentes. Aunque la población que se encuentra bajo esta situación ha estado disminuyendo desde el segundo trimestre de 2017, esta reducción ha sido de apenas dos puntos porcentuales.
Aunque se han registrado algunos avances en la mejora de los ingresos de los trabajadores, estas mejoras no se han reflejado de manera sustanciosa en la situación de más de un tercio de la población que aún se encuentra bajo una fuerte desventaja social.
[1] Véase: Banco de México Salarios Mínimos e Inflación, 2016. Disponible en: https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/160220/SalarioMinimo_e_inflacion_1.pdf
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