Salarios, una historia a la baja

por Mario Luis Fuentes

El salario mínimo en México ha perdido, en los últimos 20 años, una cuarta parte de su valor real; mientras que en los últimos cinco años, el ingreso laboral per capita, se ha reducido a prácticamente la mitad del valor de la Línea del Bienestar. Todo ello en un contexto en el que 2.5 millones de personas se encuentran desocupadas; y en donde más de 14 millones trabajan en el sector informal de la economía


La Constitución Política de los estados Unidos Mexicanos establece, en el Apartado A del Artículo 123, que: “Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”.

La evidencia con que contamos permite sostener que lo anterior no se cumple en lo absoluto, por lo que es pertinente destacar que el bajo nivel y el deterioro progresivo de los salarios se relaciona con un problema económico general caracterizado por una “doble dimensión”. Por un lado, la economía crece con un ritmo muy lento, lo que lleva a la insuficiente creación de empleos; por el otro, los empleos que se crean son de cada vez menor calidad, es decir, son puestos de trabajo cuya remuneración es muy baja y que no dan acceso a la seguridad social.

Lo anterior se ha traducido en la masiva precarización del empleo, lo cual ha llevado a que dos terceras partes de la población ocupada lo esté en condiciones de informalidad; es decir, sin acceso a prestaciones económicas, médicas o sociales; y en segundo término, se ha generado un círculo pernicioso en el que los salarios que se obtienen en millones de puestos de trabajo, son insuficientes para superar el umbral de la llamada línea del bienestar.

Enfrentamos así un periodo de estancamiento económico que se ha prolongado desde al menos 1980 a la fecha; y una caída continua del poder adquisitivo de los salarios desde ese mismo año de referencia; lo cual ha provocado un deterioro constante y progresivo de los niveles de ingreso y capacidad de formación de patrimonio para la inmensa mayoría de la población nacional.

El antecedente: los empleos son precarios

México ha vivido un largo periodo de estancamiento económico que nos ha situado en una precaria capacidad para generar empleos de calidad. En efecto, de acuerdo con los datos del CONEVAL, el crecimiento promedio de la economía mexicana entre 1980 y 2010 fue de 1.5% del PIB anual.

Lo anterior se ha traducido en una fractura del mundo del empleo caracterizado por los siguientes indicadores:

1. De acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, en el primer trimestre de 2014 había un 4.8% de la población económicamente activa en condiciones de desocupación; lo anterior significa un aproximado de 2.5 millones de personas sin empleo.

2. Según los datos de la misma Encuesta, el 38.9% de las personas empleadas que perciben una remuneración estable carecen de contrato de trabajo y no tienen acceso a las prestaciones que establece la Ley Federal del Trabajo.

3. Continuando con este documento, el 27.86% de quienes trabajan lo hacen en el sector informal de la economía, es decir, desarrollan actividades de subsistencia sin establecimiento fijo, sin remuneración fija así como ningún tipo de prestación social, médica o económica.

4. Por si fuera poco, el 11.7% de quienes tienen trabajo se encuentran en lo que el INEGI cataloga como las “condiciones críticas de ocupación”, es decir, personas que laboran más de 48 horas a la semana, y que carecen de alguna de las prestaciones establecidas en la Ley.

La caída de los salarios

De acuerdo con la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (CONASAMI), el salario real en nuestro país muestra una tendencia decreciente desde 1994 a la fecha; a pesar de algunos años en que se da una ligera recuperación, la realidad indica que entre el año referido y el 2014 el salario mínimo real ha perdido alrededor del 27% del valor que tenía hace 20 años.

Lo anterior significa que hoy una familia que tiene ingresos de un salario mínimo al día puede comprar sólo tres cuartas partes de lo que compraba hace 20 años. Dicho en términos coloquiales, si en 1994 una familia podía adquirir, citando un ejemplo imaginario, cuatro pares de zapatos, con ese mismo ingreso hoy sólo puede comprar tres.

En efecto, los datos de la CONASAMI indican que el valor real del salario mínimo en el año referido era equivalente a 78.8 pesos; en contraste, para el año 2000 el promedio del salario mínimo diario había caído a 59.8 pesos; en el 2005 se ubicó en 59.21 pesos diarios; en el 2010 en 57.19 pesos al día, mientras que este año 2014 arrancó con un salario real equivalente a 57.98 pesos.

Los que menos ganan

Los datos presentados son los relativos a lo que se denomina como “salarios mínimos generales”; no obstante, la CONASAMI cuenta con un tabulador que permite distinguir los salarios mínimos profesionales, de acuerdo con las actividades y nivel de especialización requerido para llevarlos a cabo.

Así, tomado como referencia el Área Geográfica B, la cual incluye a la mayoría de las Entidades de la República, los empleos peor remunerados en el país son: a) Manejador en granja avícola, con un salario mínimo diario de   79.71 pesos diarios; b) vaquero u ordeñador, recamarera o recamarero en hoteles y negocios de hospedaje, empleado de anaquel o dependiente de mostrador en farmacias o droguerías, con ingresos entre 80 y 80.9 pesos diarios y; c) cajeros de máquinas registradoras, cantineros o preparadores de bebidas; costureros en trabajo a domicilio; encargadas o encargados de bodegas; gasolinera o gasolinero, entre otras actividades, con salarios que oscilan entre los 81 y los 85 pesos al día como salario mínimo.

La subida de los precios

Mientras que los salarios han ido perdiendo su valor real, los precios de los productos y servicios esenciales se han incrementado aceleradamente en los últimos cinco años.

En efecto, los datos relativos a la Línea del Bienestar que elabora el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (CONEVAL), indican que el costo mensual de la Canasta Alimentaria más la No Alimentaria era de $2,007.45. En contraste, al cierre del año 2013, el monto mensual de la citada Línea del Bienestar se ubicó en $2,513 pesos al mes.

Poniendo estos datos en perspectiva, es pertinente señalar que mientras el salario ha caído en 27% en los últimos 20 años, la Línea del Bienestar se incrementó en el orden de aproximadamente 23% en los últimos cinco años.

Estos datos son consistentes con la medición de lo que el CONEVAL denomina como los “Ingresos Laborales per Cápita”, los cuales muestran una severa caída en los últimos cinco años. En efecto, al inicio del 2009, el Ingreso Laboral per Capita mensual deflactado con la Línea del Bienestar Mínimo, se ubicó en $1,584.89; dos años después, es decir, al cierre del 2011, este ingreso se ubicó en $1,372.16, mientras que para finales del 2013 el monto cayo nuevamente a $1,256.85 pesos mensuales.

Lo anterior muestra una pérdida del 11% en cinco años, del valor de los ingresos laborales per capita, es decir, de los recursos que las personas obtienen a través de su trabajo. La precisión es importante porque no debe olvidarse que en algunas Encuestas, se consideran los ingresos totales, es decir, se incluye lo que las personas obtienen vía subsidios, transferencias de ingresos, remesas o apoyos de programas públicos o privados. 

*Columna publicada con el mismo nombre en el periódico Excélsior, 27- Mayo- 2014, p.24

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