“Estamos en un punto de inflexión. América Latina y el Caribe volverá a crecer, pero de manera moderada y sin motores claros que la impulsen. Su recuperación será frágil mientras se mantengan las incertidumbres del contexto económico, en particular las tendencias proteccionistas recientemente observadas. Por ello retomar la senda del crecimiento regional requiere mucha cautela y revertir la dinámica del proceso de inversión, lo que demanda una importante movilización de recursos financieros” Alicia Bárcena Secretaria Ejecutiva de la CEPAL Diciembre, 2016[1]
La económica, así enunciada, es quizá la más benigna de las perspectivas que enfrenta la región en el año recién iniciado. Hay más nubarrones del lado de la cuestión social, y no son escasos los que nublan la política. Al mismo tiempo, hay que registrar un mayor número de particularidades nacionales que muestran una región más diversa y compleja.
En el hemisferio aparece el inesperado y radical cambio de rumbo de Estados Unidos, cuyas consecuencias apenas comenzarán a manifestarse en el año, extendiendo por lo pronto un telón de incertidumbre y desconcierto.
Distinguir e identificar a México en este panorama regional y hemisférico es un ejercicio ilustrativo y necesario.
De la contracción al crecimiento tenue
Los años medios del segundo decenio del siglo, 2015 y 2016, presenciaron una importante contracción de la economía de América Latina y el Caribe: 0.5% y 1.1%[2]. Medida en términos per capita, la contracción fue de 2.2%, un retroceso considerable que amplía la brecha de niveles de vida y bienestar respecto de las economías avanzadas y de otras regiones en desarrollo, en especial el Pacífico asiático.
Estas caídas se inscriben en un periodo de desaceleración y estancamiento a partir de la crisis de finales del decenio anterior. Este estancamiento secular, como en ocasiones se le ha denominado, ha afectado, en mayor o menor medida, al conjunto de la actividad económica en el mundo y en la mayor parte de sus segmentos regionales (ver Cuadro 1).
Entre los factores que explican la contracción económica de ALC en 2015-2016 destaca el pobre crecimiento de los países avanzados. Sobre todo en el segundo de esos años: se debilitó el desempeño de Estados Unidos, de la eurozona y, en general, de la Unión Europea, así como el de la mayor de las economías emergentes, China.
En otras palabras, los tres principales mercados de la región tuvieron un comportamiento económico que afectó los ingresos por exportación, la relación de precios del intercambio y el ritmo de la actividad económica en la región. La contracción brasileña —tan fuerte en el bienio— tuvo una de sus mayores causas en la desaceleración de China.
Al mirar a 2017 se espera una recuperación apenas perceptible en los dos primeros, al igual que en Japón, que probablemente no haga gran diferencia en términos de impulso a la actividad económica regional. Hay en este aspecto dos economías específicas, ambas de importancia e influencia global, que sí pueden dar lugar a comportamientos diferentes.
Dos estímulos inesperados: China y Estados Unidos
La proyección estándar respecto de China apunta a una continuada desaceleración. Al considerar el elemento político, se ha sugerido que la situación puede ser diferente. En el último trimestre del año —al alcanzarse la mitad del período de ocho años del presidente Xi Jinping— se renovarán los órganos dirigentes del Partido y se trazará el rumbo del país hasta 2022 y, aún más importante, comenzarán a definirse los términos de la sucesión (o, como se rumora con creciente insistencia, la continuidad) del actual líder.
Esta delicada coyuntura política demanda un clima de tranquilidad social que no puede asegurarse con una economía declinante, incapaz de proporcionar los ingresos crecientes y los empleos adicionales mejor remunerados que la sociedad, acostumbrada a ellos, exige. No puede, en esta coyuntura, desecharse la adopción de políticas de estímulo inmediato que fortalezcan la producción, la ocupación, los ingresos personales… y las importaciones de China —incluidas las provenientes de ALC, sobre todo de Brasil, Argentina, Chile y otros países de América del Sur—. En el bienio 2017-2018, la demanda de importaciones de China puede volver a ser un fuerte motor de crecimiento para la región, sobre todo para el sur.
En este contexto, la administración Trump ha anunciado una agenda económica que comprende diversas reducciones de impuestos, incrementos considerables en el gasto en infraestructura y defensa, y, entre otras acciones, la anulación de diversas regulaciones en los sectores de las finanzas, el comercio y la energía. Algunos analistas han considerado que, tomadas en conjunto, estas medidas equivalen a una suerte de paquete de estímulo a la actividad económica.
Como candidato, Trump ofreció duplicar la tasa de crecimiento hasta 4% anual. Aunque los escasos detalles que se conocen sobre el contenido específico de la agenda llevan a dudar que, en efecto, se traduzca en un estímulo duradero al crecimiento, tiende a aceptarse que puede elevar su tasa quizá hasta en un punto hacia finales de 2017 y en 2018. Puede dar lugar también a incrementos mayores o más frecuentes que los ahora previstos en la tasa de interés, para compensar posibles impactos inflacionarios.
De cualquier modo, si las medidas de corte expansionista —e incluso algunas acciones disuasivas de nuevas inversiones directas en el exterior por parte de empresas estadounidenses— aumentan el crecimiento interno de las manufacturas, supondrían una mayor demanda de importaciones. Dadas las cadenas productivas de algunas compañías de EUA, como las de automotores, podría generarse una demanda adicional de componentes y partes hechas en México. Sin embargo, esta opción se ve empañada por la proclividad proteccionista del nuevo gobierno, manifiesta durante la campaña y la transición.
México enfrenta los desafíos económicos de 2017 desde una posición particularmente debilitada y vulnerable. En 2016, las previsiones de crecimiento —como había ocurrido en años anteriores— se revisaron a la baja en más de una ocasión. Los factores de signo negativo han continuado acumulándose.
La relativa estabilización de los precios del petróleo en la segunda parte del año y su titubeante repunte de fin de año se vieron más que contrarrestados por la caída en los volúmenes de la producción y de las exportaciones, así como por los aumentos de las compras al exterior de refinados, en particular de combustibles. En el verano las gasolinas importadas cubrieron más de dos terceras partes del consumo nacional.
En cuestiones de carácter más estructural, destaca el persistente abatimiento de los montos de inversión fija y, en especial —dentro de ella—, de la inversión pública, cuya insuficiencia imposibilita que México aproveche cualquier impulso externo que aparezca.
El talón de Aquiles: empleo y salarios
Como tantas otras veces, la perspectiva laboral de la región y de México es desalentadora. En los años de la contracción económica, como muestra la Gráfica 1, la tasa de desempleo se disparó para el conjunto de la región: de algo más de 7% a 9%. El aumento equivalió a 4.1 millones más de desocupados urbanos, con lo que su total sumó 21.3 millones. Si integrasen un país, sería el séptimo más poblado de América Latina.
La información internacional sobre el nivel y la evolución de los salarios reales es incompleta. El estudio más reciente de la OIT muestra datos hasta 2015 sólo para 15 países de las Américas[3]. Permiten, sin embargo, apreciar brechas de comportamiento que muestran a ALC como la región que más se empeña en fincar su competitividad internacional en los bajos niveles de remuneración del trabajo.
En un documento reciente, el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo consideró necesario en México “un nuevo acuerdo social y político [que] debe poner en la mira la necesidad impostergable de frenar el deterioro y la precarización de los ingresos laborales, empezando por el salario mínimo, que debe ser elevado en un período prudente hasta el nivel contemplado en el criterio constitucional, es decir, el del costo de la canasta de bienestar de las familias”[4].
Hacia finales del año, al fijarse los salarios mínimos para 2017, se dejó pasar una oportunidad más de echar a andar el proceso de rectificación recomendado. No puede tenerse mucha esperanza de que las condiciones del bienio 2017-2018 se consideren propicias para hacerlo.
Dadas las condiciones económicas esperadas, no existe margen, en los años inmediatos siguientes, para prever mejoras significativas en las condiciones laborales, la falencia secular de las economías latinoamericanas y de la mexicana.
Ciudad Universitaria, México, enero de 2017
Jorge Eduardo Navarretees un economista y diplomático mexicano, investigador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED) de la UNAM; sus líneas de investigación son política, economía y finanzas internacionales; transición energética, cambio climático y otros temas globales; política exterior y relaciones internacionales de México
joreduna@unam.mx
[1] CEPAL, comunicado de prensa, “América Latina y el Caribe retomará tenue crecimiento en 2017 en medio de incertidumbres sobre la economía mundial”, 14 de diciembre de 2016 (www.cepal.org).
[2] La información básica para este texto proviene de CEPAL, Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2016, documento informativo, diciembre de 2016 (www.cepal.org).
[3] International Labour Organization, Global Wage Report 2016-17: Wage inequality at the workplace, Ginebra, 2016, Apéndice 1, p 105 (www.ilo.org).
[4] GNCD, Memorándum: ante la situación y la perspectiva económica y social, UNAM, México, mayo de 2015, p 19.