En mi columna anterior escribí sobre lo importante que es tener una vida más saludable, comer de forma balanceada, hacer ejercicio y buscar un equilibrio entre las actividades físicas, las laborales y el entorno personal. Mencioné también que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud es “un estado de completo bienestar físico, mental y social”. Estamos a unos días del Día Mundial de la Salud Mental, que se conmemora cada 10 de octubre, y por eso esta vez escribiré sobre el segundo tema de esa lista: el bienestar mental.
Puedes seguir al autor Alexandro Méndez González @AlexMendezGlz1
Han pasado ya más de 18 meses del inicio de una pandemia que afectó económica y la salud física y mentalmente a la gran mayoría de la población. El miedo a perderlo todo, tanto lo material como la propia vida y la de los seres queridos, provocó el incremento de enfermedades como la depresión, así como de trastornos afectivos, de ansiedad y por consumo de sustancias. A ello se sumó que, debido a las medidas sanitarias de confinamiento, muchos servicios de atención se interrumpieran a nivel mundial, lo que afectó particularmente a los pacientes que ya recibían un tratamiento por alguna enfermedad de salud mental y que tuvieron que suspenderlo de manera indefinida.
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Este año, el lema de la campaña de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) será “Atención de salud mental para todos: hagámosla realidad”. El tono del organismo internacional es positivo: “hay motivos para el optimismo”, señala, al apuntar que este 2021 se destacarán los esfuerzos realizados alrededor del mundo para reactivar los servicios de salud mental, incrementar su calidad y atender a quienes lo necesiten. El objetivo ahora es inspirar y destacar historias positivas. Y sí, es momento de hacer todo lo que esté en nuestras manos para vivir mejor.
Entre las múltiples lecciones que nos ha dejado la pandemia de COVID-19 también está la de valorar en su justa medida a la salud mental. “No hay salud sin salud mental”, ha postulado la Organización Panamericana de la Salud (OPS), cuya titular, la doctora Carissa F. Etienne, describe a las enfermedades de salud mental como “una epidemia silenciosa que ha afectado a las Américas mucho antes de COVID-19, con depresión y ansiedad como dos de las principales causas de discapacidad”.
En efecto: para ese estado completo de bienestar, el cuidado de la mente y de las emociones es prioritario. Y atenderlas desde edades tempranas es fundamental, pues, en los más pequeños residen todas las posibilidades de un mundo mejor, más sano y más feliz. Sin embargo, de acuerdo con el Estado Mundial de la Infancia 2021, publicado hace unos días por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), al menos uno de cada siete niños y adolescentes vio afectada su salud mental durante la emergencia sanitaria a causa del encierro.
Los niños y adolescentes son muy sensibles a su entorno y el último año lo pasaron lejos de aquellos lugares y personas que contribuyen a que tengan un desarrollo sano, como la escuela, los maestros, los espacios de recreación, la familia extendida y los amigos. En contraste, tuvieron un contacto mucho más directo con malas noticias, temores y preocupaciones de los adultos a su alrededor, por lo que experimentaron mayores sentimientos de incertidumbre, soledad y tristeza.
Según el informe del Unicef, en el mundo, 13% de los niños y adolescentes de entre 10 y 19 años ha sido diagnosticados con algún trastorno mental y alrededor de 46 mil menores en ese rango de edad se quitan la vida: uno cada 11 minutos. Lamentablemente, el suicidio es la cuarta causa de muerte a nivel mundial entre los jóvenes de entre 15 y 19 años.
No obstante, en términos económicos, solamente 2% de los presupuestos estatales de salud en el mundo se destinan a la atención de la salud mental, por lo que es urgente que ésta se convierta en un tema prioritario global, regional, federal y local, además de integrarla en otros rubros de enorme importancia, como la educación. Es inaplazable que las acciones y los recursos del sector salud destinados al cuidado de la mente y las emociones se amplíen para contar con mejores programas de prevención y atención, construir más espacios y crear servicios de calidad a los que la población pueda recurrir.
Asimismo, a nivel personal y familiar también podemos tomar acciones y medidas para hablar sobre salud mental, comprender sus síntomas y estar atentos a las necesidades de nuestros seres queridos y personas cercanas, sin importar su edad. La salud mental es igual de importante que la física y ser empáticos con las emociones y los sentimientos de quienes nos rodean nos ayudará a brindar apoyo cuando alguien lo necesite y apoyar sin estigmatizar. Aprendamos a estar en contacto directo con lo que sentimos y necesitamos: escuchemos a nuestra mente y curemos nuestras emociones.
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En Facebook, Instagram y Twitter me encuentran como AlexMendezGlz1. Mis redes sociales están siempre a su disposición para cualquier comentario. Jefe de oficina de Recaudación de Los Mochis, doctor en Administración Pública por la Universidad Anáhuac del Norte y profesor de asignatura en la maestría en Administración Pública de la Universidad Tecnológica de México.
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