La inacción ante el tema de la mortalidad violenta no es viable. Y en asumirlo con toda la seriedad y urgencia que exige el caso estaremos, o no, determinando la forma en cómo queremos vivir, pero también la forma en que vivirán las generaciones que vienen.
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De acuerdo con las estadÃsticas de mortalidad del Instituto Nacional de EstadÃstica y GeografÃa, en los 10 años que van del 2009 al 2018 han fallecido en el paÃs 730 mil 757 personas por alguna causa violenta o en eventos accidentales o no intencionales.
De esa suma, la mayor carga se encuentra en las defunciones consideradas como accidentales o no intencionales, con 389 mil 546, cifra que implica un promedio de 106 casos al dÃa.
Los imparables homicidios
En segundo lugar, se encuentran las defunciones por homicidio, las cuales suman un total de 255 mil 909 vÃctimas, o bien, un promedio de 75 asesinatos cometidos todos los dÃas a lo largo de la década señalada.
Al respecto, es importante subrayar que en el 2018, por primera vez en la historia de la mortalidad en México, las defunciones por homicidio superaron a las defunciones por accidentes.
En efecto, de acuerdo con el Inegi, en ese año hubo 36 mil 687 homicidios (esto sin considerar más de cinco mil defunciones violentas de intención no determinada), frente a 34 mil 591 defunciones por accidentes.
Estas cifras implican que en el 2008 fallecieron por homicidios al menos 100 personas al dÃa, mientras que por accidentes lo hicieron 94.7 personas. Estos datos nos hablan de una tremenda violencia creciente en México que, además de la magnitud, debe preocupar sobremanera debido a que en la mayorÃa de los casos las vÃctimas de homicidio, pero también de los accidentes, son predominantemente personas jóvenes.
Si se considera al grupo de población de 15 a 34 años de edad, lo que se encuentra es, precisamente, que los eventos violentos constituyen la primera causa de muerte. Esto es una tragedia en todos los sentidos posibles: desde la incalculable dimensión de la pérdida de vidas humanas y su inevitable impacto en la vida económica, social y hasta polÃtica del paÃs.
Muerte violenta, más grave en jóvenes
Por su parte, en tercer lugar en magnitud (pero no en seriedad y gravedad), se encuentran las defunciones por suicidios, las cuales ascienden, en el periodo señalado, a 59 mil 878 casos. Es decir, hubo un promedio de 16.4 casos diarios para la década considerada, pero de 18 casos por dÃa, si se consideran sólo los últimos tres años para los que se tiene registro.
De hecho, también es de destacarse que en el 2018 se alcanzó la cifra récord en el número anual de suicidios, con 6,808 personas que se quitaron intencionalmente la vida. Esta cifra fue 50% superior a la registrada en el año 2000, y 24.4% superior a la registrada en el año 2010.
Es interesante observar que hay una correlación altamente significativa entre las tendencias de los homicidios y los suicidios; pues en la medida en que se incrementan los primeros, aumentan en una proporción relativamente similar los segundos. Dicha tendencia no se verifica respecto de las defunciones por accidentes, la cual sigue un patrón distinto.
Lo que estos datos revelan es que aún sabemos muy poco en torno a cómo prevenir la violencia en México, a cómo construir una nueva polÃtica de atención de la salud mental y cómo reducir la prevalencia de prácticas violentas y destructivas de los otros, pero también de sà mismos. Porque, no debe olvidarse que, en el caso de los suicidios, se estima que por cada uno que se consuma hay al menos otros ocho intentos en los que la persona no logra quitarse la vida.
Una nueva polÃtica de prevención
La lógica de la violencia, como lo explicarÃa René Girard, parece que, efectivamente, es mimética y en nuestro contexto, pareciera que estamos llegando a una crisis de una dimensión de corte sacrificial, pensando en el mismo autor. Esto es muy grave, porque de ser asÃ, estarÃamos ante la posibilidad de la construcción de vÃctimas propiciatorias en las cuales cifrar la lógica de la furia que se ha impuesto en todo el territorio nacional.
Debemos visibilizar la imperiosa necesidad de construir una nueva polÃtica pública de prevención no sólo del suicidio, sino de todas las formas de violencia y depresión. Ambos, una vez más, pueden englobarse en el marco del derecho a la salud y, especÃficamente, a servicios de calidad para la atención de la salud mental de toda la población.
La inacción ante el tema de la mortalidad violenta no es viable. Y en asumirlo con toda la seriedad y urgencia que exige el caso estaremos, o no, determinando la forma en cómo queremos vivir, pero también la forma en que vivirán las generaciones que vienen.
Este artÃculo se reproduce con autorización expresa del autor y es publicado originalmente en Excélsior. Consúltalo en: https://www.excelsior.com.mx/opinion/mario-luis-fuentes/la-salud-mental-y-la-muerte-violenta/1353429
Ve también: “SALUD MENTAL | VIVIR CON DEPRESIÓN”