Cuando en 2017 perdimos a Giovanni Sartori reclamé al universo la necedad de llevarse nuestros referentes, nuestras brújulas. “Ha muerto uno de los más grandes” dije. “Sartori se ha ido y es una ausencia mayúscula, superlativa, dolorosa.”
Escrito por: Sergio González Muñoz
Y recordé su Homo Videns. La sociedad teledirigida, obra de valor intemporal. Publicada en el tiempo en el que la pluralidad derribó las puertas de San Lázaro y Fox inició su carrera hacia Los Pinos, parece, con justa razón, de hace unas semanas o días y ofrece varias ideas centrales por certeras y agudas por precisas, que siguen resonando, sobre el daño sistémico que la TV y la videocracia le han propinado a la democracia.
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En general, la obra escrita y las conferencias de este italiano, dije entonces, y lo creo ahora más que nunca, incomodaban al gobernante autoritario y a los poderes fácticos (visibles e invisibles) y nos lo mostraban como era: un revolucionario, un inconforme, un quijote.
En su extraordinario La carrera hacia ningún lugar, Diez lecciones sobre nuestra sociedad en peligro, en una sección intitulada El sistema electoral perfecto existe, nos hizo ver con sencillez que, efectivamente, nuestros sistemas electorales explican, o contribuyen a explicar, la historia de los fracasos de la política. Dijo también que el mejor método para traducir votos en curules o escaños pasa por la prohibición absoluta de las coaliciones, con segunda vuelta o balotaje.
De su gran La democracia en 30 lecciones aprendí que ahí donde la alta dirección estatal o la élite académica se topaban con las modernas encrucijadas de los estados democráticos (y de los fallidos), aparecía un texto del florentino, como ese, describiéndonos los puertos de destino y de arranque y sirviéndonos de brújula para encontrar y entender el mejor trayecto entre unos y otros.
Homo ludens él mismo, Sartori sigue aquí y con su obra se divierte denunciando las enfermedades de la democracia moderna: la parálisis parlamentaria, la esclerosis o la hipertrofia del ejecutivo, el “directismo” o la “participacionitis”, a cuyos fundadores lo que en realidad les “interesaba era un asambleísmo en el que pequeños grupos de activistas se convirtieran en las vanguardias motrices de las masas inertes. La ironía de la historia es que aquellos grupúsculos denunciaban el elitismo” ajeno pero no el propio.
Indispensable juglar contemporáneo que nos cantaba desenfadado las noticias de la más elevada ciencia política, que además, contribuyó a crear, en este 2024 cumpliría 100 años.
Imprescindible provocador y verdadero hombre del renacimiento, este italiano universal sonreiría por encima de sus espejuelos con esta perla de Sabina cantándole a Serrat “tendría que estar prohibido un fulano así.” Y quizá con esta otra, del mismo cantor, soltaría una carcajada: “Yo de joven quisiera ser como él”. Professore, grazie mille di tutto. Ci manca ancora.
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