Saúl Arellano

Alfonso Reyes revisa a Góngora

Dos atributos le reconoce a Góngora, de manera profusa, Alfonso Reyes. La primera, el haber sido el poeta del color, de la luz, de la más brillante sonoridad escrita en lengua española. La segunda, haberle dado a la poesía castellana una dimensión nunca antes alcanzada en cuanto a la perfección técnica se refiere.


No obstante, el exceso de elegancia y toque pierde algo de su brillantez, pues la obra gongorina careció de profundidad estética, es decir, de densidad conceptual o filosófica.

A pesar de ello, Reyes encuentra en Góngora la renovación estética de la poesía. ¿Cómo, si no, explicar la afición que en su momento Cervantes declarase a favor del Polifemo y Galatea? Afirma el autor: “Rechaza el razonamiento el gongorismo, pero lo acata y aun lo aplaude con entusiasmo el sentimiento; y cuando los graves doctores le lanzan diatribas y lo motejan, incorpórase éste en la misma carne y la vida populares, entusiasma a todos, y obliga a los mismos que se le apartan a cierta manera de veneración”[1].

Así pues, la visión de Reyes sobre la poesía gongorina puede sintetizarse en lo siguiente: “y esta poesía nueva, audaz y eficaz, simpática por la fuerza sensorial, animada con las grandes energías naturales de su creador, inmediatamente nos gana; y en vano será que el raciocinio, a buscas de sustancia mental, la deseche luego y la rechace, porque ya se nos irá entrando al ánimo enraizado ahí profundamente, puesto que tiene las virtudes del ritmo y de la plástica, , que se prenden al propio organismo de los hombres y se le adhieren como parte suya; puesto que posee la alta virtud del lirismo que libera el alma, arrancándola a las durezas del raciocinio y de las pesadas dialécticas”[2].

Por eso Reyes no tiene empacho de llamarle a Góngora “maestro en el color y en el canto”. Por ello también, a manera quizá de homenaje, se adentró tanto en su poesía, que reinterpretó, y propuso una variación que abre la posibilidad de una nueva interpretación a la estrofa XI del Polifemo, poema cumbre del poeta español.

Dice Reyes en esta cita larga:

La estrofa 11 del Polifemo era la piedra de toque de los comentaristas del seiscientos.  Solo Angulo y Pulgar se jactaba de poder construirla bien, en forma que la frase natural no resultara equivocada; pero nunca descubrió su secreto. Resulta que el zurrón de Polifemo era el erizo -o animal fructívoro-, de la castaña, de la manzana…y -según parece quiso decir Góngora- del tributo de la encina, o sea de la bellota. Pero no dijo “del tributo de la encina”, sino que dijo: “el tributo de la encina”.

Poniendo yo dos puntos en el número 6 de la octava, donde todos ponen una coma, ofrezco una interpretación nueva: supongo que Góngora ha dicho, tomando el todo por la parte, que el zurrón de Polifemo es erizo de la castaña, del membrillo, de la manzana y de la encina; y desprende los dos últimos versos: “El tributo, alimento, aunque grosero, Del mejor mundo, del candor primero”, como si fueran un comentario explicativo y poético en que Góngora alude a la encina -que fue alimento del siglo de oro, del mejor mundo- y en que la palabra “tributo” vale por “atributo” porque la encina fue también el “atributo” de aquella edad.[3]

Portentosa elegancia la de Góngora y tremenda audacia la de Alfonso Reyes, quien nos abre una ventana nueva para mirar la famosa estrofa del Polifemo, la cual, en la versión publicada por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, se encuentra redactada como sigue:

Se observa aquí que se escribe igual que en la propuesta de Reyes el tributo de la encina, pero que en lugar de utilizar los dos puntos, se utiliza el paréntesis, generando el mismo efecto que había propuesto el ensayista mexicano: el de construir un comentario explicativo que permite clarificar el carácter que tiene la encina, de ser honor de la montaña.

Sin duda, Góngora nos abruma con la belleza de sus versos; una lectura siempre plácida, de fruición total.

Lee también “Dafne y Apolo”


Referencias bibliográficas:

  • Reyes, Alfonso, Cuestiones Estéticas, Obras Completas, T. I, FCE, México, 1996.
  • Reyes, Alfonso, Cuestiones Gongorinas, Obras Completas, T. VII, FCE, México, 1996.
  • Scruton, Roger, La experiencia estética, FCE, México, 2014.

Recursos en internet:


[1] Reyes, Alfonso, Cuestiones estéticas, en sus Obras Completas, T. I., P. 70, FCE, México, 1996.

[2] Ibidem, p. 74.

[3] Reyes, Alfonso, Cuestiones gongorinas,  en Obras Completas, FCE., T. VII, pp.155-156, México, 1996.

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