La población joven es especialmente vulnerable ante la crisis mundial que vivimos a consecuencia de la pandemia de COVID-19. Su grave impacto social y económico arriesga su bienestar y su futuro en términos de acceso a la educación, al empleo y a la salud.
Por: Laura Ilarraza | @IlarrazaLaura
La juventud tiene muchas caras: son hombres, son mujeres, tienen orientaciones sexuales e identidades de género diversas; son migrantes, refugiados, urbanos o rurales, son jóvenes indígenas o de minorías étnicas; son juventudes con discapacidad o sin hogar.
Todos se enfrentan a un mundo en tiempos de COVID-19, con consecuencias que pueden ser devastadoras para aquellos que pertenecen a los sectores más desfavorecidos.
La ONU ha advertido en muchas ocasiones que los jóvenes son quienes tienen más probabilidades de estar desempleados, trabajar en la informalidad o tener contratos de trabajo precarios o acuerdos laborales sin protección social. Pese a que esta realidad que ha sido así durante años, en tiempos de COVID-19 su vulnerabilidad es aún mayor.
El panorama ya era desalentador antes de la llegada del COVID-19: el 77% de los trabajadores jóvenes laboraban en condiciones de informalidad y su probabilidad de estar desempleados era tres veces mayor en comparación con los trabajadores adultos. Asimismo, a nivel mundial, más de 126 millones de trabajadores jóvenes estaban en pobreza extrema y moderada, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Tras la pandemia, “los jóvenes y las mujeres se encuentran entre los que corren mayor riesgo de desempleo y pobreza”, reiteró la OCDE hace unos días. En efecto: la juventud está fuertemente representada entre los trabajadores de los sectores más afectados por la crisis, como el turismo y la restauración. Así lo destaca el organismo internacional, constituido por 37 países miembros.
Aunque hubo una recuperación del empleo entre mayo y junio, en la siguiente gráfica se puede ver cómo los jóvenes han sido los más afectados por la crisis.
El grupo de 15 a 24 años presenta una tasa de desempleo de 17.89% en mayo y 16.7% en junio, en contraste con la población de 25 años en adelante, con 7.36% y 6.91%, respectivamente.
La interrupción de las clases en los sistemas educativos de todo el mundo ha afectado a millones de adolescentes y jóvenes. A pesar de que se han presentado soluciones y métodos alternativos de estudio a través del uso de internet, el aprendizaje se ha visto truncado en los jóvenes que pertenecen a los sectores más pobres de la sociedad.
“Los cierres tienen un efecto particularmente adverso en los más pobres, estudiantes sin acceso estable a Internet en hogar, y los niños que dependen de la ayuda de sus escuelas en satisfaciendo sus necesidades nutricionales y de salud”, advierte la ONU en su documento Proteger y movilizar a la juventud en las respuestas al COVID-19.
Los estudiantes con alguna discapacidad se encuentran también entre los sectores más afectados, ya que requieren de atención especial a sus necesidades y enfrentan mayores desafíos.
En este contexto, la ONU ha exhortado a los gobiernos a asegurar soluciones para que el aprendizaje pueda continuar, tomando en cuenta que existe una gran brecha digital y basar la educación en el acceso a internet puede afectar a familias sin conectividad digital.
Los datos de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH), 2019 muestran que el 76.6% de la población urbana en México usa internet. Sin embargo, en el área rural solo 47.7% tiene acceso.
Uno de los principales desafíos a los que se han enfrentado niñas, niños y adolescentes desde el inicio de la pandemia va más allá del acceso a internet, sino que incluye el tener una plataforma adecuada desde la cual se pueda acceder a los contenidos educativos.
Solo el 44.3% de los hogares en el país dispone de computadora para uso de toda la familia o varios de sus miembros y los tres principales medios para la conexión de los usuarios de internet en 2019 son los smartphones (95.3%), las computadoras portátiles (33.2%) y, en último lugar, la computadora de escritorio (28.9%).
Como consecuencia de la falta de cobertura médica ligada al empleo, la población más joven con empleos precarios, informales o desempleada se enfrenta a barreras para acceder a los servicios de salud.
La ONU ha subrayado que garantizar la cobertura sanitaria universal es de suma importancia, por lo que resulta urgente trabajar en garantizar el acceso efectivo a la atención médica para todos jóvenes.
Además, el acceso a la salud debe garantizar una atención a nivel físico y mental para la población joven, pues miles de jóvenes experimentan también un deterioro de su estado de salud mental.
“La salud mental debe integrarse como parte de la respuesta sanitaria más amplia”, advierte la ONU.
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