por Fernando Cortés Cáceres
En los últimos tiempos se ha extendido la opinión que la(s) clase(s) media(s) ha(n) crecido durante los últimos años. Sin embargo, Cruces, López Calva y Battiston (2011) estiman que el porcentaje de hogares de clases medias en México no se ha movido del entorno del 35% en 1992, 2000, 2004 y 2008
Además, estos autores presentan estimaciones del tamaño de la clase media empleando las definiciones operacionales de Birdsall et al (2000), Barro (1999), Easterly (2001), Banerjee y Dufflo (2007) y Ravallion (2009). Los resultados indican que el tamaño de la clase media fluctuaría entre 21% y 24% para Birdsall; entre 56% y 58% para Barro y Easterly; de 53% a 54% para Banerjee y Dufflo; y para Ravallion sería del orden de 61% a 62%.
Este conjunto de resultados indica que: (I) las estimaciones muestran diferencias marcadas: para Birdsall en México una de cada cinco familias pertenecería a la clase media, mientras que para Ravallion predominaría la clase media (2 de cada 3 hogares); y (II) a pesar de que este conjunto de estimaciones se diferencian en el tamaño de la clase media, coinciden en que se ha mantenido relativamente estable en los tres lustros comprendidos entre los años 1992 y 2006.
Sin embargo, otros estudios presentan resultados distintos. López Calva y Ortiz- Juárez (2011) concluyen que la clase media mexicana habría crecido entre 1992 y 2008 desde 42.7% al 55.7% de los hogares. De la Calle y Rubio (2010) estiman que el 56.2% de los mexicanos en 2002 y 53.7% en 2008 pertenecerían a la clase media. Estos resultados permiten afirmar únicamente que los hogares en los sectores medios mexicanos son mayoritarios o bien que su tamaño ha decaído en términos relativos.
Dado este panorama cabe preguntarse: ¿cuál es efectivamente el tamaño de la clase media mexicana? ¿Ha crecido o no a partir de la década de los noventa (I)?
Cualquier intento de respuesta a estas preguntas debe tomar en cuenta que el tamaño de la clase media dependerá de la forma como se conceptúa; como se verá su significado varía según que el enfoque sea sociológico o económico, y aun dentro de cada una de estas disciplinas. La aproximación desde la economía privilegia el ingreso o el gasto para identificar a los hogares de los sectores medios, mientras que el enfoque sociológico descansa preferentemente en la inserción laboral. En la Economía predomina la perspectiva del bienestar y en la Sociología, aunque se emplee el mismo término –clase social–, el significado es bastante diferente según se trate de las teorías: marxista, weberiana o funcionalista.
La Economía plantea que el nivel de bienestar depende del consumo de bienes y servicios que se adquieren en el mercado con un ingreso dado. Desde esta perspectiva la identificación de los hogares de clase media y la estimación de su tamaño se ha abordado por dos vías: (i) clasificar como clase media a los hogares cuyo ingreso (absoluto) cae dentro de un intervalo previamente definido, o bien (ii) estaría formada por los hogares localizados en percentiles preestablecidos de la distribución del ingreso (relativo).
Desde la primera de estas perspectivas basta con identificar dos valores de ingreso, uno mínimo (que debe ser superior al de pobreza) y otro máximo (elevado pero inferior al de riqueza) para determinar si un hogar o una persona pertenece o no a la clase media. Para Banerjee y Dufflo (2007) estaría formada por los miembros de los hogares que tienen un ingreso per cápita diario entre 2 y 10 dólares, mientras que para Ravallion (2009) el rango estaría entre los 2 y 13 dólares diarios(II). Las diferencias en los umbrales que utilizan los diversos autores es uno de los factores que explica la divergencia en la estimación del tamaño de la clase media (III).
Quienes han seguido el segundo camino suelen definir como cota inferior de clase media el segundo o tercer deciles, y como cota superior el quintil o decil más alto. La idea es que aquellos hogares cuyos ingresos están por debajo del umbral mínimo no son de la clase media por ser pobres y los que están por encima del umbral superior tampoco, por tener un ingreso muy elevado (IV).
Ahora bien, los umbrales suelen ser distintos para diferentes autores, así, por ejemplo, para Barro (1999) y Easterly (2001) la clase media estaría formada por los hogares del cuarto al sexto deciles, mientras que para Solimano (2008) por los del tercero al noveno deciles de hogares, ordenados según ingreso per cápita. Nótese que si estos diversos criterios se aplicaran a una misma distribución de ingresos se obtendrían tantas clases medias como definiciones. Este es otra de las fuentes que está detrás de la variabilidad en las estimaciones de su tamaño.
Birdsall (2010) emplea un método híbrido. El umbral inferior es de 10 dólares por día y el superior el percentil de ingreso 95. Los autores referidos en esta nota no difieren en su aproximación teórica, todos concuerdan en la idea básica de que el ingreso es una buena aproximación al bienestar, aunque sí discrepan en las definiciones operacionales del concepto; son éstas diferencias las que llevan a que no haya acuerdo acerca del tamaño de la clase media ni tampoco en su evolución.
Por otra parte, De la Calle y Rubio (2010), en una publicación que ha tenido amplias reverberaciones en diversos círculos del país, consideran que los sectores medios estarían conformados por personas que viven en hogares con un nivel de ingreso medio, cuyo jefe tiene escolaridad de preparatoria, un automóvil y posibilidad de realizar un viaje al año; y por personas con ingreso un poco por debajo del ingreso medio, educación secundaria y sin automóvil (V) (p. 17).
Por otro lado, también sostienen que: “En suma, la clase media se puede concebir como un conjunto de estratos diferenciados cuyas características comunes son esencialmente culturales, de actitud y de patrones de consumo” (p. 18). Ahora bien, si el patrón de consumo está determinado por el nivel de ingreso, esta conceptuación estaría adicionando al bienestar económico los valores y las actitudes.
Las dos formas que emplean para caracterizar a la clase media no son exactamente equivalentes, pero podrían combinarse en una sola, sin embargo, esta tarea sería inocua en tanto en la página 17 sostienen: “Así pues, la clase media refleja un segmento de la población que valora el estatus que ha construido y tiene expectativas de crecimiento. Para académicos muy formales esta caracterización es sin duda imprecisa, pero para analistas de fenómenos políticos y estrategas electorales –y para no pocos expertos en mercadotecnia–, estos elementos pueden hacer la diferencia entre ganar y perder una elección, o entre un negocio viable y uno que no lo es”. A confesión de parte relevo de pruebas, si no se sabe lo que se quiere medir no es posible saber lo que se midió.
López Calva, Rigolini y Torche (2011) llevan a cabo un análisis empírico que intenta relacionar el ingreso con los valores de clase media y concluyen que: “En tanto el ingreso importa, no encontramos evidencia fuerte de un particularismo de la clase media” (p. 14). Agregan: “Encontramos poca evidencia de valores de clase que medien entre los más extremos de la clase baja y de la clase alta” (p. 14).
Las conclusiones que arriba este trabajo supone son (i) el ingreso (medido en valores absolutos o relativos) es una buena aproximación empírica para dar cuenta del concepto de clase, (ii) que la definición operacional produce mediciones válidas y confiables y (iii) que los valores que analizan son los que deberían definir a la clase media. Sin embargo, estos tres supuestos son discutibles.
Tal vez habría que iniciar un esfuerzo teórico para dilucidar el papel que juegan los valores en la definición de las clases sociales en general y de la clase media en particular, preguntándose si forman parte de las funciones de bienestar o bien deben considerarse a través del consumo en el mercado de la cultura.
La clase social
Lo que resta de este artículo se dedicará a delinear el concepto de clase social en Max Weber (VI), ya que incluye a la noción de bienestar y a otras de uso habitual en la Sociología, además de que es preciso y permite organizar comprensivamente diversos rasgos de los grupos sociales.
Weber distingue tres conceptos relacionados con la noción de clase social. Por una parte, acuña el concepto situación de clase, que expresa las relaciones de poder en la esfera mercantil y agrupa a los individuos con una situación de mercado común en función de sus bienes y sus capacidades. El volumen de los activos físicos, financieros y de sus capacidades laborales valorizables en el mercado determina sus oportunidades de vida, entendidas como el conjunto de probabilidades típicas de provisión de bienes, de posición externa y de destino personal. En síntesis, la situación de clase va más allá de los individuos, pues está delineada por sus inserciones en las relaciones de producción y sus capacidades de adquisición en el mercado.
La clase social corresponde a un conjunto de situaciones de clase pero por su movilidad social intra e intergeneracional se acerca a un estamento. Según esta conceptuación las personas pueden cambiar de situación de clase pero mantenerse dentro de una misma clase. De hecho, parte del extenso trabajo empírico de John Goldthorpe se puede entender como un esfuerzo sistemático desplegado para identificar los umbrales de la movilidad entre situaciones de clase para identificar clases sociales “realmente existentes” (VII).
Pero, para Weber las clases no agotan los criterios de diferenciación social, pues ésta también se construye a partir de la distribución del honor o del prestigio, y en función de éstos se conforman los grupos de estatus que mantienen estilos de vida o pautas de consumo particulares, entre los cuales se pueden destacar los valores culturales.
La noción de clase social en Weber no sólo toma en cuenta el ingreso, sino además la inserción laboral. La movilidad entre situaciones de clase sin que se altere su pertenencia a la clase permite entender la movilidad social intra clases, fenómeno que suele exacerbarse en épocas de crisis. La diferenciación entre clase y grupo de estatus abre una amplia avenida para tratar el problema de los valores que permitirá arrojar luces sobre las clases medias que se empobrecen durante las crisis, pero que mantienen y defienden su valoración por la educación y la cultura.
En síntesis, se debe tener en cuenta que las mediciones de que se dispone son muy variadas y las tendencias que marcan son contradictorias por lo que la afirmación de que las clases medias han crecido en México no goza de un sólido sustento empírico. Lo que sí es evidente es que el cambio tecnológico y los precios relativos han abaratado los bienes de consumo durable, especialmente los productos electrodomésticos y electrónicos, de modo que hoy están en la mayoría de los hogares del país, pero, como se ha visto en estas páginas, dicho aumento no necesariamente significa que la clase media mexicana haya crecido.
También es necesario señalar de la mano con Yocelevzky (2013) que detrás de las diversas perspectivas con que se aborda la discusión de este tema, hay una carga ideológica no explicitada en lo que dice relación con el modelo de desarrollo y la política social.
En fin, pareciera que la discusión sobre las clases medias en México clama por la elaboración de esquemas conceptuales apropiados y por llevar a cabo investigación empírica a partir de conceptos que tengan significación teórica y empírica, esfuerzo cuyo valor va mucho más allá del ámbito académico, especialmente cuando el conocimiento se usa para orientar políticas públicas.•
Notas:
I. Tomar como base de comparación la década de los noventa (o mejor aún el segundo quinquenio de los ochenta) para medir la evolución de la clase media mexicana arrojaría información parcial para evaluar el éxito de las reformas estructurales implementadas a partir de 1985, así como la estrategia de inserción del país en la globalización.
II. Los autores usan dólares “purchase parity power” que es un tipo de cambio de paridad que permite las comparaciones internacionales.
III. Para evitar la arbitrariedad en el valor de los umbrales mínimo y máximo López Calva et al (2011) han propuesto emplear el concepto de vulnerabilidad y Cruces y López Calva et al (2011) el de polarización que en combinación con criterios estadísticos permiten identificar los puntos de corte de la distribución. Los resultados de ambos trabajos no sólo difieren en el tamaño de la clase media sino también en su tendencia a lo largo del tiempo. Además, el procedimiento empleado tiende a confundir las clases estadísticas con las clases sociales.
IV. Por construcción este camino para definir la clase media no permite registrar su evolución a lo largo del tiempo, porque se define a partir de una proporción que no se modifica.
V. Sus estimaciones se basan en los estratos sociales construidos por la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercados y de Opinión Pública (AMAI).
VI. Benza (2012) presenta un excelente tratamiento teórico del concepto de clase media vis à vis las transformaciones en la base productiva de las principales economías capitalistas del siglo XX. Escobar (2010) analiza y sintetiza los estudios realizados en México sobre el tema. Yocelevzky (2013) indaga sobre los aspectos históricos e ideológicos, así como los programas para el desarrollo de la sociedad actual, implícitos en la discusión sobre el tamaño y evolución de las clases medias en México.
VII. La investigación sobre movilidad social desarrollada en México por Solís (2009 y 2010) se inscribe en esta óptica.
Referencias:
I. Alesina A. and R. Perotti (1996), “Income distribution, political instability and investment”, European Economic Review, No. 40.
II. Banerjee, A. and E. Duflo (2007), “What is middle class about the middle classes around the world?”, Massachusetts Institute of Technology, Department of Economics, Working Paper No. 07-29.
III. Barro, R. (1999), “Determinants of democracy”, Journal of Political Economy, University of Chicago Press, vol. 107(S6), pp. S158-29.
IV. Benza Gabriela (2012), Estructura de clases y movilidad intergeneracional en Buenos Aires: ¿el fin de una sociedad de amplia clases medias? Tesis de doctorado, Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México.
V. Birdsall, N. (2010). The (Indispensable) Middle Class in Developing Countries; or, the Rich and the Rest, Not the Poor and the Rest, Working Paper 207. Center for Global Development, Washington, D.C.
VI. Cruces Guillermo, Luis Felipe López Calva y Diego Battiston (2011), “Down and Out or Up and In? Polarization-Based Measures of the Middle Class for Latin America”, Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS), Universidad Nacional de la Plata.
VII. De la Calle Luis y Luis Rubio (2010), Clase mediero: Pobre no más, desarrollado aún no, Centro de Investigación para el Desarrollo, México.
VIII. Easterly, W. (2001), “The middle class consensus and economic development”, Journal of Economic Growth, vol. 6(4), pp. 317-335, December.
IX. Escobar Agustín Latapí y Pedraza Laura Patricia (2010), “Las clases medias en México: transformación social, sujetos múltiples, en Franco Rolando, Martín Hopenhayn y Arturo León (coords.) Las clases medias en América Latina: Retrospectiva y nuevas tendencias, CEPAL/ Secretaría General Ibero- Americana/Siglo XXI, México.
X. López Calva Luis Felipe, Jamele Rigolini y Florencia Torche (2011), “Is there Such Thing As Middle Class Values? Policy Research Working Paper 5874, The World Bank,
XI. Luis Felipe López Calva y Eduardo Ortíz Juárez (2011), “A vulnerability Approach to the Definition of Middle Class”. The World Bank/UNDP.
XII. Ravallion, M. (2009), “The Developing World´s Bulging (but Vulnerable) ‘Middle Class’”, World Bank Research Working Paper No. 4816.
XIII. Solimano, A. (2008), “The Middle Class and the Development Process”, Macroeconomía del Desarrollo / Macroeconomic of Development series, No. 11, Economic Commission for Latin America and the Caribbean (ECLAC).
XIV. Solís Patricio y Fernando Cortés (2009), “La movilidad ocupacional en México: rasgos generales, matices regionales y diferencias por sexo”, en Cecilia Rabell Romero (coordinadora), Tramas familiares en el México contemporáneo: una perspectiva sociodemográfica. Instituto de Investigaciones Sociales UNAM/El Colegio de México. México. Solís Patricio (2010), “Ocupaciones y clases sociales en México”, Julio Serrano Espinoza y Florencia Torche (eds.), Movilidad Social en México. Población, desarrollo y crecimiento, Centro de Estudios Espinoza Yglesias, México Yocelevzky Ricardo (2013), “Notas preliminares para una discusión de las clases medias, C@hiers de psychologie politique” N° 23.
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