por Francisco Alba
La elevada proporción de la población en edades económicamente activas respecto de la población fuera de esas edades, desde la actual perspectiva, ofrece importantes oportunidades de desarrollo; sin embargo, también conlleva ingentes retos para materializar dichas oportunidades
La información demográfica como base para la planeación nacional posee una función pluridimensional que va mucho más allá del dato demográfico y se orienta hacia el significado del mismo; éste, si bien puede ser muy diverso, debe descansar en la precisión y oportunidad del dato.
Una primera aproximación a la búsqueda del significado del dato demográfico es el reconocimiento del papel que las circunstancias demográficas juegan en los procesos de desarrollo; y esas circunstancias son cambiantes como cambiante es su papel en dichos procesos. Al respecto, sobre todo a raíz de la instauración, en gran parte del mundo, de tendencias demográficas caracterizadas por una progresiva desaceleración de los ritmos de crecimiento de las poblaciones, se ha producido una generalizada reorientación de los acercamientos académicos y de política a la problemática tradicional asociada a la cuestión poblacional.
De privilegiarse una perspectiva centrada en analizar los costos y los inconvenientes de las situaciones, condiciones y tendencias demográficas se ha pasado a privilegiar otra postura principalmente interesada en aprovechar, con propósitos del desarrollo económico, tales situaciones y tendencias (I).
Este nuevo acercamiento sobre el papel de los factores demográficos en los procesos de desarrollo es particularmente notorio y pertinente en relación con las implicaciones de los cambios en las estructuras etarias de las poblaciones que atraviesan por una transición de rápidos a moderados y lentos ritmos de crecimiento demográfico.
De acuerdo con la conceptualización de los dividendos demográficos, las oportunidades de desarrollo tienen relación con las potencializaciones productivas (primer dividendo) y financieras (segundo dividendo) asociadas al fuerte incremento de la concentración relativa de la población en edades laborables (II). Sin embargo, como la mayoría de los analistas que cultivan esta perspectiva advierten, la circunstancia demográfica es un mero contexto que ofrece específicas potencialidades peculiares de desarrollo que requieren de las políticas económicas y societales pertinentes para lograr su materialización. La puesta en operación de dichas políticas no es, desde luego, tarea fácil.
Desde el anterior marco analítico, y para contribuir a una adecuada operacionalización de la tarea que enfrentan los gobiernos y las sociedades, la información demográfica oportuna y precisa tiene un importante papel por desempeñar. La disponibilidad de la más reciente de las proyecciones oficiales de la población de México permite mostrar lo anterior (III).
Si se analizan las similitudes y diferencias, para 2030 (IV), entre el juego de proyecciones de población de 2012 y el de 2006, se puede observar lo siguiente:
Por un lado, las diferencias entre las estructuras por edad, aunque no insignificantes, no parece que sean de un gran orden de magnitud: la población de 15 a 64 años de edad, de acuerdo con la Proyección de 2012, sería 1.7 puntos porcentuales menor que en el caso de la proyección de 2006, 65.7% frente a 67.4%(V).
La relación entre “población productiva e improductiva”, por lo mismo, es ligeramente menor en el caso de la proyección de 2012, 1.9, frente a la proyección de 2006, de 2.1. Esta diferencia tampoco parece ser de gran magnitud, sin embargo, la relación estimada más recientemente podría interpretarse como una condición “menos favorable” desde la perspectiva de los dividendos demográficos. En cambio, si se comparan las relaciones de soporte derivadas de los dos juegos de proyecciones, la apreciación se orientaría en el sentido de que la relación de soporte en las Proyecciones de 2012 representaría una condición “más favorable”, ya que, de acuerdo con dicha proyección, esta relación sería de 6.2 frente a 5.7, en el caso de la proyección de 2006.
No obstante lo elemental de las consideraciones anteriores, en términos de potenciales efectos de estructura demográfica ya se puede apuntar hacia una incipiente complejidad para apreciar adecuadamente las potencialidades, económicas y sociales, asociables a condiciones demográficas determinadas, ya que la apreciación cambia de “menos favorables” a “más favorables” en función del indicador utilizado.
Ahora bien, la complejidad para el aprovechamiento de esas potencialidades se incrementa si los efectos de estructuras etarias se hacen interactuar con potenciales efectos asociables al diferente volumen de las poblaciones pertinentes. Al respecto, se observa que la población 15 a 64 años sería alrededor de 5 millones más cuantiosa en el caso de la proyección de 2012 que en el de la proyección de 2006, 86.4 frente a 81.5 millones. Contar con esa población adicional equivaldría, promediando en el lapso de 20 años, a un incremento del orden de 250 mil “activos potenciales” más por año, mismos que representan oportunidades, pero también retos adicionales de política para generar los espacios que permitan realizar ese potencial productivo y financiero a esa población adicional.
Estimo que las consideraciones anteriores, por elementales y parciales que sean(VI), permiten sostener que la disponibilidad de información precisa y oportuna es indispensable en los procesos de formulación e implementación de políticas públicas, económicas y sociales, a fin de aprovechar las oportunidades que ofrecen las condiciones y trayectorias demográficas, ya que tales políticas requieren “ser informadas” desde perspectivas de mediano y largo plazo.
Añado una última consideración. Una información demográfica oportuna y precisa podría estar llamada a desempeñar otro papel “complementario al anterior, si así se le quisiera ver—: el de proveer sustento a eventuales reorientaciones —repito, en una perspectiva de largo plazo y alcance” de las políticas económicas y sociales con propósitos de desarrollo. Ello contribuiría a informar adecuadamente las respuestas societales frente a los retos de los procesos de envejecimiento, otorgándole así un significado constructivo adicional al dato demográfico en relación con los objetivos del desarrollo. Tener visión y voluntad política para adentrarse en este camino he denominado, en otro lugar, “el uso político de ‘los dividendos demográficos” (VII).•
Notas:
I. Ver al respecto, Francisco Alba, “Reflexiones sobre población y desarrollo”, en Obras escogidas de Víctor L. Urquidi. Ensayos sobre Población y Sociedad. Selección y ensayo introductorio de Francisco Alba, El Colegio de México, 2010, pp. 13-59.
II. Sobre el significado de los dividendos demográficos, puede consultarse a Andrew Mason, “Demographic Transition and Demographic Dividends in Developed and Developing Countries”. Ponencia presentada en la reunión de expertos de la ONU sobre Implicaciones Sociales y Económicas del Cambio en las Estructuras por Edad de la Población, Ciudad de México, del 31 de agosto al 2 de septiembre de 2005.
III. Proyecciones de la Población de México, 2010-2050, Conapo, 29 de noviembre de 2012. Estas proyecciones vinieron a sustituir las elaboradas tan sólo 6 años atrás, también por Conapo, Proyecciones de la población de México, de las entidades federativas, de los municipios y de las localidades, 2005-2050, Conapo, 2006. La necesidad del más reciente ejercicio de proyección se deriva del hecho que los resultados censales de 2010 difirieron significativamente respecto de la información esperada para dicho año de acuerdo a las proyecciones de 2006. En realidad, a principios de septiembre de 2013, las proyecciones de 2012 ya no son las más recientes pues en abril de 2013 fueron revisadas. El presente ejercicio, sin embargo, no pierde validez, pues si bien se alteran los valores absolutos y las relaciones entre esos valores, el sentido de la interpretación de las diferencias encontradas persiste y el hecho mismo de la revisión abona en el señalamiento de la importancia del dato demográfico.
IV. Se escoge el año 2030 por representar un lapso de 20 años, a partir de 2010, convencionalmente suficiente como para dar “tiempo” para que se pudieran observar implicaciones económicas potencialmente discrepantes derivadas de las diferentes trayectorias demográficas proyectadas.
V. La estructura etaria seria menos envejecida en el caso de la proyección de 2012 (ver cuadro 1).
VI. Las consideraciones formuladas hasta este punto se refieren tan sólo a diferencias en las condiciones estáticas, en el año 2030. Consideraciones similares podrían hacerse respecto de diferenciales en la dinámica de las poblaciones; es decir, respecto de las diferencias en las trayectorias demográficas que se seguirían entre 2010 y 2030 de acuerdo a los dos juegos de proyecciones.
VII. Francisco Alba, “El uso político de los ‘dividendos demográficos’”, Este País, número 218, mayo de 2009, pp. 4-10.
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