El dibujo fue siempre muy importante para los artistas más cuando no había cámara de fotos ni todos los artilugios que hoy en día tenemos para captar imágenes. El dibujo siempre ha sido un instrumento fundamental para el análisis, ya que para poder representar algo hay que conocerlo bien, analizarlo, y luego así poder describirlo a través del trazo. Por lo tanto, tiene un enfoque intelectual que por eso es fundamental para todas las artes visuales como la pintura, la escultura y la arquitectura; bien dijo Miguel Ángel Buonarroti que eran tres hermanas unidas por un denominador común: el dibujo.
Escrito por: Mónica Muñoz
Durante mucho tiempo las artes plásticas tuvieron una consideración social bien distinta de la que ahora les otorgamos. Pintores, escultores y arquitectos gozaron de fama por su talento, el cual era reconocido por la Iglesia, la nobleza o la alta burguesía, sus principales y exclusivos clientes. Nos referimos a los siglos XVI y XVII. Los miembros de las élites valoraban a los artistas más como trabajadores artesanos que como sus iguales. No obstante, podían llegar a ser admirados y ganar bien.
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La mayor parte de los artistas debían integrarse a gremios, obligados por ley, para acatarse a normas impuestas sobre el aprendizaje, impuestos. Casi siempre trabajaban por encargo, no representando lo que ellos querían, con libertad, sino lo que el cliente deseaba. Ante esto, muchos artistas se rebelaron y se esforzaron por demostrar su talento, su cultura y su dignidad.
También estaban los talleres de artistas, ahí ellos ejercían su trabajo de manera muy organizada. Los artistas tenían su grupo de ayudantes y aprendices. Era frecuente que pintores y escultores pertenecieran a sagas familiares, largas genealogías de creadores que vivían del negocio familiar. El taller del pintor, estaba profundamente imbricado en la familia y ésta a su vez, en el taller. El taller formaba parte de la casa, aprendices y ayudantes compartían la residencia del maestro trabajando en la obtención de pigmentos y realizando obras. Por lo tanto, muchas veces los descendientes de pintores y escultores se casaban con personas del mismo círculo. (Caso, 2005).
No era común que la hija de un artista se independizara y pusiera su propio taller. Más bien colaboraban en el taller de su esposo, o de su padre. El escaso reconocimiento de la época, por las academias y sus regulaciones hicieron que se le relegara a la mujer a crear lo que era considerado “artes menores” como los bodegones, las flores, o las escenas domésticas, obras de pequeño formato, esto es lo que se conoce como las “jerarquías de género”.
Es muy interesante reflexionar en todo lo que tuvieron que hacer las mujeres para poder dedicarse a aquello que querían, tal fue el caso de la pintora italiana Sofonisba Anguissola (1535-1625) que provenía de una familia de la pequeña aristocracia y que se formó junto a sus hermanas en el arte de la pintura y la música. En esa época, en el siglo XVI recordemos que no era habitual que una dama se dedicara a pintar y vivir de hacerlo, ya que las artes plásticas eran consideradas un trabajo manual y de hombres. En este caso la educción proporcionada por parte de su padre la convirtió en una mujer culta. A la edad de trece o catorce años su padre la envió junto con su hermana Elena a estudiar a la casa taller del pintor manierista Bernardino Campi muy conocido en Cremona, pero no entraron como “aprendices” sino como estudiantes de pago.
A los veintiún años viajó a Roma para completar su formación y allí estableció contacto con Miguel Ángel que pese a sus setenta y cinco años seguía trabajando al servicio del papado. Giorgio Vasari, arquitecto y pintor fue a visitarla a su casa en Roma, Vasari es el autor del libro “Vidas de los más sobresalientes arquitectos, escultores y pintores” que es el primer compendio de historia del arte.
A pesar del éxito que tuvo mientras vivió, desapareció de la historia durante siglos. Muchos de sus retratos fueron atribuidos a grandes pintores. Hasta los años 70’s con las exhaustivas investigaciones realizadas por feministas, su trabajo y biografía empezó a rescatarse del olvido. Sofonisba se desenvolvió en el medio de la corte de España, la del Rey Felipe II, la más poderosa del mundo en ese momento; ahí sería dama de compañía de la reina Isabel de Valois. Para este puesto, el dibujo era un requisito muy importante, así como el saber pintar, podemos apreciar su magistral destreza en el retrato, un ejemplo es una de sus obras titulada: “Sofonisba Aguissola, Lucía, Minerva y Europa Anguissola jugando al ajedrez”, de 1555 que está en el Museo Nacional de Polonia. Además, hizo muchos interesantes autorretratos (selfies llenas de vida). La pintora tuvo una vida longeva, poco antes de morir recibió la visita de Van Dyck joven, brillante discípulo de Rubens, quien aprovechó y la retrató anciana y comentó en sus diarios: “Sigue teniendo una buena memoria y el talante muy vivo, y me recibió muy amablemente. A pesar de su vista debilitada por la edad, le gustó mucho que le enseñase algunos cuadros. Mientras realizaba su retrato, me dio indicaciones de que no lo realizara demasiado cerca, ni demasiado alto, ni demasiado bajo, para que las sombras no marcaran demasiado sus arrugas”. (Caso, 2005)
También está la pintora boloñesa Lavinia Fontana (1552- 1614), que a diferencia de Anguissola, se forma en el taller de su padre, o sea, ella sigue la saga familiar. Aquí es importante reflexionar en las mujeres artistas que tuvieron la fortuna de tener un padre que a través de su taller pudieran ejercer la pintura. El grado de detalle de sus retratos le valió la protección de la curia y la nobleza romanas, siendo una de las primeras mujeres pintoras que fue tratada a la par que sus colegas hombres.
Lavinia también desarrolló su arte en un entorno cortesano lográndolo gracias a su pericia y reconocimiento, consiguiendo ser la artista oficial en la corte del Papa Clemente VIII, convirtiéndose nada más ni nada menos que en la retratista de la Santa Sede. Fue representante del manierismo y del primer barroco. Consiguió labrarse una exitosa carrera en Roma bajo el mecenazgo del Papa, y como su esposo Giovan Paolo Zappi era consciente de su gran trabajo dirigiendo el taller, él le ayudó a cuidar de los once hijos que tenían mientras ella trabajaba, invirtiendo los roles establecidos. Además, fue elegida miembro de la Academia Romana, lo cual en ese momento era un honor muy raro para una mujer.
Fue excelente retratista, pintaba a los modelos con gran naturalidad, resaltando cada detalle de la ropa y las joyas y eso les gustaba mucho a las mujeres nobles. Además, fue una coleccionista de antigüedades, y una mujer de gran importancia cultural para su época. Viene a mi mente el magistral retrato colectivo que hizo titulado: “Retrato de Bianca degli Utili Maselli y sus hijos” de 1605, allí la artista trabajó con profundo detalle los peinados y el vestuario de la madre y sus niños y las texturas, así como el oro y las perlas que usan la madre y la única hija mujer del retrato, a quien ella abraza.
Su última obra fue “Minerva vistiéndose”, realizada en 1613 la cual supone un retrato muy particular de la diosa romana de la guerra, a la que muestra desnuda y gentil, más parecida a una Venus, se cree que este personaje, refleja la añoranza de su juventud y su inocencia. Después de terminarla se retiró a vivir a un monasterio, donde murió casi a punto de cumplir 63 años.
Es interesante reflexionar sobre todo lo que ha vivido la mujer artista, en el papel de la creación artística pese a sistemas opresivos, o impedimentos sociales, trabas y desvalorización que se ha dado. Estos dos ejemplos son de éxito en una época complicada para ser mujer. ¿Te has puesto a pensar en cómo valoramos hoy en día el arte? ¿Cómo es la igualdad de género en el arte?
Tanto Sofonisba Anguissola, como Lavinia Fontana, supieron ser astutas y sacar provecho de talento y relaciones sociales. ¿Hoy en día continuarán las mujeres artistas probando que tienen capacidad? ¿será reconocido su trabajo?… Y tú querido lector ¿Cómo te sensibilizas con este tema?.
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