por Claudia Octaviano Villasana
La dimensión del cambio global al que nos enfrentamos definirá nuestros sistemas sociales futuros, las posibilidades de generar bienestar y desarrollo humano, y de mantener la vida misma en la Tierra. Es por ello que una reflexión sobre la dimensión ambiental del tema energía y desarrollo es fundamental para entender las disyuntivas y debates actuales en México y el mundo sobre las rutas energéticas y sus implicaciones políticas, económicas y sociales
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El objetivo de este breve artículo es contribuir a generar una discusión en el país que permita reflexionar sobre las acciones prioritarias, considerando las tendencias y retos globales, para adoptar la sustentabilidad como un criterio rector de la política energética nacional.
El contexto global
David Suzuki, un famoso ambientalista canadiense, comparó la situación ambiental actual en el mundo con un carro gigante que se aproxima a un muro de concreto a rápida velocidad, donde la gente no puede dejar de discutir sobre cuál asiento corresponde a cada quien. La internalización del impacto ambiental en la producción y el consumo de energía no es sólo una más de las preocupaciones de la agenda energética, es el tema central que actualmente representa el problema más grave que enfrenta la humanidad. Conlleva impactos ambientales que ponen en riesgo el equilibrio de la atmósfera, a nivel global, y efectos negativos a nivel regional y local en nuestra salud y la de los ecosistemas. En adición a los impactos a la atmósfera, la generación de residuos y la demanda de agua de diferentes opciones energéticas son temas sustantivos.
Para entender el contexto global, es necesario tener una visión de futuro y de las relaciones entre el consumo de energía, el crecimiento económico y las tecnologías disponibles para generar energía y para mitigar el impacto ambiental.
Es verdad que en el centro del debate hay una división entre países desarrollados y el mundo en desarrollo, pero es aún más cierto que la mirada debe ponerse en el futuro para encontrar formas de cooperación para desacelerar este carro y llevarlo en otra dirección. Como muestra la gráfica “Consumo energético y proyección de emisiones”, es en el mundo en desarrollo donde se espera la mayor demanda futura de energía. Se estima que para el año 2050 los países en desarrollo consuman alrededor de 500 EJ de energía, el actual consumo mundial total. Adoptar y desarrollar tecnologías limpias en dichos países que permitan brindar a nuestras sociedades bienestar y equilibrar los impactos de la generación de energía es, sin duda alguna, una preocupación global. Como se muestra en la figura, los grandes países en desarrollo del G20, como China, India, México, Brasil y Sudáfrica jugarán un rol central.
Los recursos energéticos
Al mismo tiempo que se debate la internalización del impacto ambiental, el mundo experimenta cambios radicales en los recursos energéticos disponibles. El avance tecnológico de la perforación horizontal y el proceso de fracturación hidráulica han hecho posible acceder económicamente a grandes reservas de gas de esquistos, o shale gas.
En los últimos años, las reservas mundiales de shale gas han aumentado, llegando a 6,622 trillones de pies cúbicos, lo que representa un incremento de más del 40% de las reservas internacionales de gas natural. Dichas tecnologías también facilitarán el acceso a reservas no convencionales de petróleo o shale oil. En adición, de mantenerse los altos precios del petróleo, la explotación de oil shale (kerógeno, diferente del shale oil, cuyo proceso de transformación es intenso en energía y más costoso) puede hacerse rentable. En el mundo las reservas de dicho energético podrían equivaler a 5 trillones de barriles, de las cuales 1 trillón pueden ser económicas. Los impactos ambientales del uso de agua y de la perforación, son, sin embargo, de grandes dimensiones además de las implicaciones que conlleva para el cambio climático.
Los esfuerzos europeos por acelerar la adopción de energías renovables y la manufactura a escala en China de tecnologías eólicas y solares están generando nuevo conocimiento para la integración a escala de la energía intermitente, así como una reducción importante en los costos de capital. Jeremy Rifkings, profesor de la Universidad de Pensilvania, hace una interesante analogía entre la coevolución de los sistemas energéticos y de comunicación. La rápida adopción de las tecnologías de información podría facilitar nuevos modelos de negocios, necesarios para la penetración a escala de la generación distribuida. Un sistema apoyado en avanzadas tecnologías renovables y de información, donde la gente es consciente del precio de la energía y se involucra en las decisiones de producción y consumo es, sin lugar a dudas, un paradigma distinto del status quo donde los ciudadanos dependen de grandes corporaciones o del Estado. Mientras algunas regiones del mundo siguen la ruta de la energía fósil, algunos países como Dinamarca, tienen metas para decarbonizar completamente su sistema, comenzando con una generación eléctrica 100% renovable.
Internalización del impacto ambiental
Si bien es importante mantener una visión global al pensar en el tema de energía y sociedad, es también fundamental comprender cuáles son los costos externos en que incurre la sociedad mexicana. Las externalidades representan costos y beneficios externos no incorporados a los precios de mercado que distorsionan las decisiones económicas óptimas. El marco legislativo mexicano ha incorporado explícitamente el mandato legal de internalizar las externalidades ambientales de la generación eléctrica y de considerar en la política de cambio climático el costo-beneficio de la mitigación.
Las externalidades de la contaminación ambiental, por ejemplo, son los costos que pagamos cuando vamos al hospital por la atención y los medicamentes o el salario que perdemos cuando no podemos ir a trabajar por enfermedades asociadas a la contaminación. El costo externo incluye también costos indirectos, tales como el valor económico que asociamos a evitar las enfermedades y los riesgos de morir prematuramente por exposición a la contaminación. Por ejemplo, todas las personas que hemos vivido en el Distrito Federal hemos estado expuestos a la contaminación del aire, la cual incrementa nuestro riesgo a morir por enfermedades respiratorias. Estudios de economía ambiental han demostrado que la gente tiene una disponibilidad a pagar por reducir dichos riesgos y mejorar la calidad ambiental.
Internalizar las externalidades es uno de los retos que planeó la Reforma Energética de 2008 y subsiguientes modificaciones a la Ley para el aprovechamiento de energías renovables y el financiamiento de la transición energética; la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica; y la Ley General de Cambio Climático.
Hoy el país discute los temas de la Reforma Energética 2013. Me gustaría concluir este artículo con un comentario sobre lo que el contexto global y la internalización de los impactos ambientales en la política pública aportan a estas discusiones. Repetidamente el debate se ha centrado en el rol del Estado versus la participación de capital privado en el sector. Considero que es necesario pasar la discusión a un nivel superior, y pensar cuál es el futuro energético que queremos construir para México, cuáles son las funciones sociales, y los criterios de sustentabilidad que guían esta necesidad de “cambio” de “reforma”. Ser concretos en cuáles son las metas ambientales y las tecnologías que pueden llevarnos a dichas metas.
Asimismo, la Reforma debe considerar los desarrollos de la regulación ambiental a nivel internacional, particularmente en Estados Unidos y Canadá, que puedan repercutir en los mercados energéticos y desarrollar una capacidad de adaptación ante las regulaciones ambientales de otros países.
Una vez que la ruta energética y las prioridades ambientales estén claras se puede pensar en cuáles son las políticas y los “modelos de negocio” que realmente pueden facilitar la adopción de las tecnologías que necesitamos. Encontrar un equilibrio de participación público-privada que ataque frontalmente los problemas que queremos solucionar y no sólo transfiera este problema a otras manos, dejando el tema de los costos externos locales, regionales y globales de lado, es, en mi opinión, un tema que debiera ser central en la Reforma. El futuro energético de nuestro país no está en las manos del mercado ni en las manos del Estado ni ha sido predefinido por un ser amorfo contra el que nada se puede lograr. El futuro energético de México debe construirlo la sociedad mexicana, considerando el costo de nuestras acciones y los beneficios ambientales locales, regionales y globales de la energía limpia.•
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