El Día Mundial de la Televisión, celebrado cada 21 de noviembre, es una fecha que invita a reflexionar sobre el impacto de este medio de comunicación en la sociedad. Proclamado en 1996 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, este día destaca la importancia de la televisión en la promoción de la paz, el desarrollo y el entendimiento entre naciones, resaltando su rol en la sociedad moderna (UNESCO, 1996).
México Social / Redacción
Desde su invención en la década de 1920 y su consolidación en los hogares en los años 50, la televisión se convirtió en una de las principales fuentes de entretenimiento e información a nivel mundial. A diferencia de otros medios, la televisión ofrecía imágenes en movimiento y sonido, convirtiéndose en un formato capaz de crear experiencias compartidas a nivel masivo. Por primera vez, eventos como el alunizaje de 1969, los Juegos Olímpicos y noticias en tiempo real pudieron ser vistos por millones de personas simultáneamente, creando un sentido de “aldea global” (McLuhan, 1964).
La televisión ha sido fundamental en la creación de una cultura de masas, ya que ha permitido el surgimiento de géneros de entretenimiento como las telenovelas, los programas de variedades y los noticieros, al tiempo que ha dado voz a movimientos sociales y ha facilitado la propagación de campañas de concientización. Por esta razón, las Naciones Unidas instituyeron el Día Mundial de la Televisión para honrar su poder de influir en las opiniones y percepciones de la sociedad global (UNESCO, 1996).
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A pesar de su impacto positivo en la comunicación y el entretenimiento, la televisión ha recibido importantes críticas, especialmente desde el ámbito académico y filosófico. Filósofos como Theodor Adorno y Max Horkheimer, de la Escuela de Frankfurt, acuñaron el término “industria cultural” para referirse a cómo los medios de comunicación, y en especial la televisión, contribuyen a la creación de productos culturales de consumo que alienan y homogeneizan a la sociedad (Adorno & Horkheimer, 1944). Según estos autores, la televisión, al igual que otros medios de la industria cultural, refuerza los valores del sistema capitalista, promoviendo una visión única de la realidad que inhibe el pensamiento crítico y refuerza la conformidad social.
Estas críticas han sido apoyadas en años recientes por sociólogos y psicólogos, quienes argumentan que la televisión tiende a perpetuar estereotipos y a simplificar temas complejos, creando lo que Neil Postman (1985) denominó una “sociedad de espectáculo” en la que el entretenimiento y la inmediatez reemplazan el análisis profundo y la discusión reflexiva. En este sentido, la televisión ha sido acusada de ser un medio pasivo, donde los espectadores reciben información de manera unilateral, sin posibilidades de interacción o de cuestionamiento.
La irrupción de las redes sociales en el siglo XXI ha cambiado de manera profunda el entorno mediático. A diferencia de la televisión, las redes sociales ofrecen una experiencia interactiva y personalizada que permite a los usuarios ser tanto consumidores como creadores de contenido. Plataformas como Facebook, Twitter y YouTube permiten una mayor libertad de expresión y diversidad de opiniones, haciendo que la comunicación sea bidireccional y democrática en comparación con el modelo vertical de la televisión (Castells, 2009).
Esta transformación ha dado lugar a una “era de la información descentralizada”, en la que cualquier persona con acceso a Internet puede difundir noticias, ideas o entretenimiento, desafiando el monopolio de los medios tradicionales (González, 2018). Como resultado, la televisión ha perdido audiencia y relevancia, especialmente entre las generaciones más jóvenes, que prefieren contenidos digitales accesibles en cualquier momento y lugar. Un estudio de la UNESCO (2021) resalta cómo el tiempo dedicado a la televisión disminuye a medida que aumentan las opciones en plataformas digitales, lo cual obliga a la televisión a adaptarse para mantener su vigencia.
El futuro de la televisión es un tema de debate tanto en la industria como en sectores académicos. En respuesta a la popularidad de las redes sociales y las plataformas de transmisión en línea, la televisión ha comenzado a adaptarse, integrando contenido digital y diversificando sus servicios. Un ejemplo de esta transformación es el surgimiento de las plataformas de “streaming”, que han cambiado el modelo tradicional de transmisión de programas en horarios fijos a un formato de contenido “bajo demanda”, en el que los usuarios pueden ver sus programas favoritos a la carta, sin las restricciones de la programación televisiva (González, 2018).
Además, se ha observado una convergencia entre la televisión y las redes sociales, con canales de televisión utilizando plataformas como Twitter o Instagram para interactuar con sus audiencias y crear contenidos complementarios. Esta integración representa un cambio hacia una experiencia más interactiva, en la que los televidentes pueden opinar, comentar e incluso influir en el contenido que consumen.
Sin embargo, el futuro de la televisión tradicional sigue siendo incierto. Expertos en el tema sugieren que, aunque el modelo clásico de televisión en vivo persista, este será cada vez más una opción minoritaria, reservada para eventos especiales como competiciones deportivas, noticias en tiempo real y espectáculos de entretenimiento en vivo. El académico Henry Jenkins (2006) ha planteado la idea de la “convergencia de medios”, en la que se espera que la televisión y las plataformas digitales coexistan y colaboren, creando una experiencia de consumo de contenido que combine la inmediatez y accesibilidad del Internet con la producción de calidad de la televisión.
El Día Mundial de la Televisión es una oportunidad para reconocer el papel que este medio ha tenido en la configuración de la sociedad moderna y su adaptación en un entorno digital en constante cambio. Si bien la televisión ha sido objeto de críticas por su rol en la creación de una cultura de masas y su influencia pasiva en la audiencia, también es innegable su poder para unir a las personas y servir como plataforma para el intercambio de ideas.
El futuro de la televisión parece orientado hacia la integración con nuevas tecnologías y plataformas digitales, permitiendo un modelo de consumo híbrido que combine lo mejor de ambos mundos. Como plantea la UNESCO (2021), el verdadero desafío será cómo lograr que este medio mantenga su relevancia y su potencial para informar, educar y entretener en una era dominada por la inmediatez y la fragmentación de las redes sociales. El rol de la televisión sigue siendo vital para la comunicación y la cohesión social; no obstante, su evolución dependerá de su capacidad de adaptarse a las nuevas demandas de una sociedad cada vez más digitalizada.
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